Hay expertos que se plantean si debe culparse al feminismo de los problemas actuales de las familias y las parejas. Algunos llegan al colmo de afirmar que el feminismo es el único responsable del divorcio, la violencia y los problemas de los niños. Otros ni saben cómo se ha construido la familia, la pareja y la sociedad.
Parece imposible que un tema tan importante, el origen de la mayoría de los problemas de violencia, la depresión femenina, los trastornos de pareja y un gran y preocupante etcétera, sea tan ignorado en su profundidad.
Hoy hablamos de liberación masculina, porque el hombre moderno está perdido, no sabe adónde dirigirse o cómo actuar. La antigua mujer cambió, ya no somos como nuestras abuelas, gracias a la revolución que armaron las feministas. Pero esa nueva mujer necesita un nuevo hombre, que no aparece y que ningún movimiento preparó. Y no es solo responsabilidad de las feministas. Los hombres tienen que hacer la revolución masculina, aunque a nosotros nos toque, de nuevo, educarlos.
No es cierto que los divorcios y el deterioro familiar se deban a que las mujeres ya no son las mismas. No es cierto que las mujeres deban regresar a ser solo madres, para que la sociedad funcione. Y tampoco es cierto que, si las madres cuidaran a sus hijos, terminaría el caos actual. Esa es una forma simplista de ver un asunto muy complicado.
¿Quién dijo que solo las mujeres debemos criar a nuestros hijos? ¿Quién dijo que el espacio externo, o sea, la política, el arte, los negocios o los conocimientos, son un universo exclusivamente masculino? ¿Cuándo la sociedad entenderá que criar a los hijos es una responsabilidad de todos, no solo de las mujeres?
Tenemos que maternizar a la sociedad y desmaternizar a las mujeres. Sé que los primeros años de un niño son muy importantes, y que la relación con su madre es fundamental; pero no puedo aceptar que las empresas, que gastan tanto dinero en disparates, no tengan guarderías donde las madres puedan tener a sus hijos y lactarlos, cuidarlos, verlos varias veces al día.
Las relaciones injustas entre el hombre y la mujer son las responsables de este caos. No se puede ser permisivo ni indiferente frente a una conducta violenta, ya que es un delito que atenta contra la salud y los derechos humanos.
En el cuadro de violencia conyugal, el primer paso es poner a salvo y proteger a la mujer y a los hijos. Trabajar con el marido violento y, una vez logrado el cambio, reunificar a la familia cuando no haya peligro. Hombres y mujeres nos necesitamos, y debemos tener relaciones justas y armoniosas, cosa imposible sin un nuevo masculino. ¿Quién comienza la revolución masculina?
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