La población venezolana, luego de sufrir años de engaño y manipulación, fue expuesta a la pobreza y suprimida de todos sus derechos constitucionales, trayendo como consecuencia la rebelión silente pero efectiva de todos los sectores políticos, económicos y los más importantes, los sociales, que declararon prescrita la revolución bolivariana y sus derivados.

El centralismo asociado al militarismo exacerbado, aplicado en todos los niveles de poder por el modelo político revolucionario socialista del siglo XXI, creó un gran desequilibrio institucional y potenció los altos índices de ineficiencia y corrupción. Este modelo cuestionable por todos los ángulos desde donde se mire, en las últimas dos décadas, no generó una estructura que diera respuesta al desarrollo del país. El monstruo institucional creado, sobredimensionado, burócrata, doctrinario y tarifado ha desarrollado políticas erróneas y dependientes de agentes externos, que aún luchan contra la idiosincrasia de los venezolanos y su historia republicana, manteniendo premeditadamente como política de Estado un creciente y persistente estado de necesidad inducida a toda la población que le declara la guerra electoral y democrática al régimen preavisado que preside el Sr. Maduro y sus incondicionales.

Si bien es cierto el desplome irrecuperable del modelo socialista y su imposibilidad numérica de mantenerse más en el poder, la batalla electoral que se dará estos próximos meses de este año 2024  es un hecho que indiscutiblemente ocupará la atención de todos los venezolanos en el país y el mundo, pero no más importante es el caso que ante el fracaso del modelo cívico militar policial y frente al grado de devastación, y degradación institucional del país, ¿cuál es o será el modelo sustituto? ¿Bajo qué criterios, conceptos, parámetros, realidades actuales y futuros escenarios se están fundamentando la reforma obligatoria del estado, el programa de gobierno como ofertas electorales y cuáles son las bases del nuevo pacto social en medio de los escombros dejados por la tristemente destructora y fracasada era chavista-madurista?

Más de dos décadas de descomposición institucional y social en un país fragmentado, sitiado y minado por la criminalidad, el narcotráfico, lavado de dinero, corrupción, el fomento y anclaje de los antivalores, la injusticia ya institucionalizada, la pérdida y distorsión de los  principios democráticos, demanda sin excusas, altos niveles de conciencia, amplia participación y debate de todos los sectores que sumados ya en una misma causa quieren ser protagonistas y corresponsables del cambio y transformación de esta vulnerable, maltratada, explotada, burlada y y secuestrada nación.

Al hablar de la rebelión de las regiones me refiero a la lucha frontal contra el centralismo. Es la hora de enfrentar con coraje y determinación el ejercicio cupular de la acción política; cada municipio, estado o región tiene sus propias realidades, necesidades y potencialidades.

Debemos prepararnos para asumir con responsabilidad el triunfo sobre la revolución. Es para mí inobjetable el llamado a una constituyente, que permita elaborar y fundamentar constitucionalmente ese nuevo pacto social, que ineludiblemente está en puerta y que es necesario consultarlo y plasmarlo con un blindaje en su articulado que a futuro no convierta sus postulados en letra muerta.

Cada municipio y cada estado deben tomar la iniciativa y superar el tradicionalismo político hoy enquistado en la conducta de su dirigencia y por ende la de su gente, para formular propuestas y exigir la liberación definitiva del ejercicio del poder, de las garras del centralismo y de la correcta distribución y justa administración de los recursos que deben estar finalmente  en manos de sus beneficiarios y no en el seno de grupúsculos que menoscaban el futuro y progreso de las regiones del país, como históricamente ha sido.

Se habla de que los venezolanos estamos en este momento por librar una nueva gesta de independencia, no contra un imperio, esta vez en contra de un régimen fraudulento que creó el capítulo más oscuro de la historia de la nación. Esa premisa o consigna, que corre como un hecho cierto, obligante, patriótico, nacionalista y libertario, debe ser y es extensivo a la liberación ciudadana y dirigencial de la partidocracia tradicional, también esclavizante, que denigra y descalifica a las regiones y a la potencialidad y capacidad manifiesta, comprobable y real de sus dirigentes.

Importante esta reflexión final. En la era chavista, luego de que comenzaran a vérsele las costuras al proyecto del difunto presidente promotor de la destrucción del país, se habló de una revolución dentro de la revolución propulsada por sus seguidores. Varias veces se llamó al reimpulso y a la rectificación, pues privó la involución, en todo su contexto, la improvisación, el mal ejercicio del poder, la dilapidación de recursos en la puesta en práctica de las políticas fallidas, orquestadas para empobrecer a los venezolanos y entregarle el país y sus riquezas al proyecto globalista de los ultrosos de la izquierda castro comunista. Fue una era impactante en cuanto al respaldo que se le dio a un militar lleno de complejos, pero carismático, que prometió reivindicar a los pobres y los hizo más pobres y prometió hacer de Venezuela una potencia y la convirtió junto a su heredero, hoy en el poder, en lo que hoy es…

Estamos nuevamente en un momento histórico, para cambiar esta tragedia que marca profundamente a la sociedad, donde debemos arreglar y amarrar la carga antes de comenzar el camino de la transformación. Una improvisación más, un modelo a desarrollar sin involucrar a todos los ciudadanos, sin debatirlo y consultarlo, que sea de corte centralista, controlador y sin una base constitucional e institucional clara, fuerte y bien fundamentada, sería -como dicen los analistas e historiadores- repetir un capítulo del pasado, quizás con otros actores, pero con consecuencias similares o que no llenen las expectativas a corto, mediano y largo plazo.

Advertir no es contradecir, advertir es limpiar y allanar el camino con criterio, responsabilidad, para alcanzar el éxito. Nos queda a los ciudadanos en cada una de las regiones advertir y lograr ser escuchados, pero a la vez nos corresponde actuar con severidad y pragmatismo, para que la esperanza se potencie y rinda sus frutos. Ninguna política correctiva del sistema político que se deba implementar será rechazada. ¿Los venezolanos queremos libertad? Sí. Pero queremos prosperidad, bienestar y unidad nacional para conquistar el poder y reconstruir el país. ¿Cómo lograrlo? La respuesta está en la calle, escuchemos el clamor popular, convirtamos toda acción en un resultado tangible y de beneficio colectivo y lo más importante y verdaderamente transcendental, deslastrémonos de los viejos esquemas que pretenden seguir postergando la agonía del pueblo venezolano. ¡Fuera el socialismo! Sí, pero el centralismo y la cogollocracia también. Hablemos claro y a tiempo, para entendernos mejor y obtener los resultados en su justa dimensión, necesarios y esperados. Más de dos décadas de saqueo y sufrimiento son más que suficientes.


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