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El faro celeste de Belén (V): Habla la Arqueoastronomía

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Para la época de Cristo y varios cientos de años antes de su nacimiento, la región de Asia Menor comprendida entre los ríos Éufrates por el oeste y Tigris por el este, respectivamente, se conocía con el nombre de Mesopotamia que literalmente significa «entre ríos».

Dicha región al este de Judea y conocida hoy día como el país de Irak, estaba dividida a su vez y para aquel entonces, en dos partes geográficas: una al norte llamada Asiria y otra al sur llamada Caldea. Los primitivos habitantes de Mesopotamia fueron los sumerios quienes procedían de las mesetas de Persia, hoy Irán, y se establecieron en la baja Caldea.

La historia política de Mesopotamia se divide en tres períodos: la supremacía de Caldea, la supremacía de Asiria y el imperio Caldeo-Babilónico. En este último, su rey más notable fue Nabucodonosor y la capital fue la esplendorosa Babilonia. La civilización caldeo-asiria desarrolló admirablemente las ciencias y las artes y también tuvieron su religión. Por ello, fueron grandes observadores del cielo cultivando así la especialidad de la Astronomía [https://es.wikipedia.org/wiki/Astronom%C3%ADa_babil%C3%B3nica]. Se presume que los Reyes Magos provenientes de Persia, cuyo número se ha fijado en tres por las tres clases de regalos ofrecidos al niño Jesús o en doce de acuerdo a la tradición del medio oriente, hicieron su última escala en Babilonia antes de cruzar el desierto de Arabia para llegar finalmente a Jerusalén.

En el transcurso de la convulsionada historia del pueblo hebreo, se haya un episodio en     el cual le tocó vivir exiliado y en cautiverio durante 70 años (587-517 a.C.) en Mesopotamia, bajo el reinado de Nabucodonosor quien atacó y destruyó a Jerusalén y con ella el templo del rey Salomón en Julio del 587 a.C. En este período de destierro, la cultura judía dejó sentir su influencia sobre a babilónica siendo uno de los más el aspecto astrológico. Prueba de ello lo constituye el hecho de que Daniel, uno de los profetas israelíes de la época, llegó a ocupar un sitial privilegiado y de rango en la corte real casi como la que ocupó José al lado del faraón Ramsés II de Egipto, mil años antes.

En Daniel (2:48) se lee que: Después el rey colmó a Daniel de honores y riquezas, lo nombró gobernador de la provincia de Babilonia y jefe de todos los sabios de Babilonia. Por eso, es bastante razonable que los babilónicos se hayan enterado de las profecías sobre la llegada del Mesías y rey de los judíos.

Las ruinas de lo que fueron las ciudades de esas regiones, como Nínive (en Asiria), Bibilonia, Sippar, etc., han sido noticia científica dada la cantidad de material encontrado en las excavaciones arqueológicas e impreso en tablas de arcilla en las cuales los babilónicos hacían sus registros y crónicas en escritura cuneiforme [https://www.elmundo.es/ciencia/2016/01/28/56aa618fe2704e62358b45fe.html] . Gracias a estos hallazgos notables, se pudo saber que parte del interés de los sacerdotes babilónicos era el de confeccionar primitivos almanaques y efemérides astronómicos relativos a las posiciones de los planetas visibles, es decir, de Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno, además de la Luna, por supuesto.

La traducción de estas tablas, algunas conservadas en el British Museum de Londres, y otras en el Vorderasiatisches Museum de Berlín, tuvo que haber sido un trabajo muy arduo por parte de los expertos asiriólogos como lo relata Teije de Jong en su artículo “Babylonian astronomy 1880–1950: The players and the field” publicado en A Mathematician’s Journeys, Archimedes 45, 2016; pp. 265-302. Estas traducciones comenzaron en el siglo 19 con el trabajo pionero del sacerdote jesuita alemán Joseph Epping (1835–1894), junto con el de C. Bezold (1859-1922) y el de R. Campbell Thompson (1876-1941); éstos fueron continuados por los sacerdotes jesuitas alemanes Johann Nepomuk Strassmaier (1846-1920) y Franz Xaver Kugler (1862–1929), y otros como, el padre católico redentorista alemán Johann Baptist Clemens Schaumberger (1885–1955), y el filólogo alemán Paul Schnabel (1887–1947). Schaumberger introduce en la discusión lo que llaman el “almanaque” babilónico para la era seléucida (E.S.) [https://es.wikipedia.org/wiki/Era_sel%C3%A9ucida], en particular la que corresponde al 305 de esa era, equivalente al año 7/6 a.C., contiene predicciones de los movimientos de Júpiter y Saturno, pero sin ninguna alusión a conjunción alguna. Aunque es autor no creyó que la Estrella de Belén fuese explicada como una conjunción (más bien prefería explicarla como un milagro), vio la relevancia de su texto para aquellos quienes así lo creían basados en la idea de que los Reyes Magos provenían de Babilonia, un centro de astronomía matemática en los períodos seléucido y arsácido [https://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_parto].

Las tablillas en cuestión son cuatro copias de un texto de una categoría llamadas ahora por los expertos asiriólogos “almanaques” [tres en Londres (con códigos BM 35429, BM 34614 y BM 34659, y una en Berlín (código VAT 290 + I836)]. Una descripción de esta categoría es dada por A.J. Sachs en su artículo titulado “Classification of the Babylonian astronomical texts of the Seleucid period”, publicado en Journal of Cuneiform Studies, Vol. 2 (1948); pp. 271-290. El almanaque para la E.S. 305 (= 7/6 a.C.) cubre el período de conjunciones de Júpiter y Saturno, pero como tales no son referidas en esos almanaques; sin embargo, no hay duda que los babilónicos habrían estado enterados de una aproximación entre estos dos planetas y habrían sido capaces de estimar sus fechas dentro de unos pocos días.

No podemos decir qué actitud habrían tenido los astrólogos contemporáneos frente a las conjunciones. La gran mayoría de las tablillas astronómicas babilónicas de los períodos seléucido y arsácido tratan de observaciones o cálculos matemáticos para la predicción de movimientos astronómicos. Pocas se refieren a la astrología.

El conocimiento de la astrología mesopotámica se basa principalmente en textos proféticos provenientes de Nínive del siglo 17 a.C. Algunos de las profecías se refieren a las conjunciones planetarias y algunas predicciones se refieren al oeste de Babilonia, es decir, a Palestina y Fenicia, región conocida para los babilónicos con el nombre antiguo de “Amurrú”. Sobre este punto de Amurrú es interesante señalar que J.F. Fotheringham en su artículo de 1908 titulado “The Star of Bethlehem”, publicado en The Journal of Theological Studies, Vol. X, N° 37; p. 116-119, plantea su hipótesis (un tanto confusa como veremos más abajo) sobre la Estrella de Belén; veamos.

Este autor toma como referencia la obra editada en dos volúmenes por R.Campbell Thompson en 1900 titulada “The Reports of the Magicians and Astrologers of Nineveh and Babylon”. El volumen 1 contiene 85 láminas que reproducen una selección grande y típica de textos copiados de los informes astrológicos de la colección Kouyunjik, conservados en el Museo Británico. Éstas se imprimieron en caracteres cuneiformes que representan con considerable éxito el guion original de las tablillas, tanto babilónicas como asirias. Éstas tratan sobre las fases y apariciones de la Luna en los días de los diversos meses a lo largo del año; el ascenso y el entorno de los planetas, y de las estrellas que forman los signos del zodíaco; observaciones relativas a eclipses, halos, parhelia, etc., y comentarios sobre terremotos y tormentas, y las probabilidades de mal tiempo. En el prefacio del volumen 2 de esta obra se lee que:

Desde el año 1865, cuando el difunto reverendo Edward Hincks, uno de los primeros pioneros de la ciencia de la asiriología, dio a conocer por primera vez al mundo la existencia de tabletas asirias inscritas con textos relacionados en parte con la astrología y en parte con lo que ahora llamamos astronomía, los estudiantes han dedicado mucho tiempo a la investigación de esta clase de documentos. El profesor Jules Oppert y el difunto Francois Lenormant avanzaron aún más nuestro conocimiento de la astrología y otros textos consignados en una serie de artículos, pero no fue hasta la publicación del artículo del Prof. Sayce, titulado «La astronomía y la astrología de los babilonios», que se hizo un progreso muy considerable en esta difícil rama de la asiriología. Es cierto que los textos cuneiformes que formaron la base de esta obra ya habían sido publicados por Sir Henry Rawlinson en el tercer volumen de las «Inscripciones cuneiformes de Asia occidental», pero el profesor Sayce fue el primero en mostrar el significado general de su contenido, y nos permitiera apreciar la exactitud de los autores griegos y romanos sobre astrología y astronomía babilónica.

Con el fin de complementar el trabajo de los eruditos antes mencionados, he impreso en el primer volumen de esta obra, en tipo cuneiforme, los textos de unos doscientos ochenta informes astrológicos, de los cuales sólo alrededor de cincuenta han sido publicados hasta ahora. Se espera que esta masa de nuevo material sea útil para los asiriólogos, que ahora, si podemos juzgar a partir de las descripciones de las tabletas de la colección Kuyunjik dadas por el Dr. Bezold en su «Catálogo», tienen ante sí los textos de la serie completa de los informes encontrados en Nínive. En el segundo volumen he dado transliteraciones de estos textos y, siempre que sea posible, traducciones; donde las traducciones han sido imposibles, debido a las pausas o a la aparición de palabras desconocidas para mí, no he hecho ningún intento de llevarlas al inglés. De los textos duplicados, alrededor de doscientos veinte en número de las transliteraciones sólo han sido dadas. Todas las variantes importantes se han añadido en las notas a las traducciones.

No es necesario insistir en la importancia de los textos aquí publicados, pero cabe señalar que las glosas y explicaciones de frases difíciles, que con frecuencia se dan, son filológicamente de mayor valor, y sin duda arrojan una luz considerable sobre los métodos profesionales adoptados por los primeros astrólogos mesopotámicos. Además, es probable que varios de los informes astrológicos fueron escritos con el objeto especial de informar al rey y a su pueblo si ciertos meses contendrían o no treinta días, y si esto es así, eventualmente podemos encontrar necesario modificar nuestros puntos de vista sobre la duración de los diversos meses del año asirio…

De estas láminas, Fotheringham llama primero la atención sobre la tablilla N° 44, la cual podría referirse, astrológicamente hablando, a la profecía o predicción de la muerte del rey Herodes el grande (rey de Amurrú) y el nacimiento de un nuevo rey de esa región. La muerte de este rey fue inferida a partir de un planeta que Thompson identifica con Mercurio ubicado dentro de Kumal (aparentemente una parte de la constelación de Virgo). La tablilla N° 101 informa que Kumal es la estrella de Amurrú, y como Mercurio está siempre cerca del Sol, al anochecer, éste debe haber estado hacia el oeste. En este caso, la muerte de un rey es predicha a partir de una profecía relacionada con el oeste, y el reino es identificado por medio de la posición en el zodíaco de las estrellas a partir de las cuales se hacen las observaciones. Análogamente, algunas observaciones hechas al amanecer podrían asociarse con el nacimiento de un rey. Pero no todas las predicciones de muertes de reyes están conectadas con el oeste y no todas hechas sobre sus nacimientos conectadas con el este, como se desprende de la interpretación de las tablillas N° 67, 98, 99,101, 167, 211, 268, 270, 271 y 272.

En particular, Fotheringham insiste en que la “estrella” mayormente relacionada con Amurrú es Marte. En las tablillas N° 101 y 107 se dice que Marte es la estrella de Amurrú, y que las tablillas N° 98 y 99 contienen profecías hechas a partir de este planeta. Refiere que Thompson se ve forzado en su opinión al vincular la profecía hecha en la tablilla N° 44 (relacionada con Mercurio) con Amurrú. En todo caso Fotheringham sostiene que no cabe duda de que, en esta historia, el evangelista contempla tal estrella como la del rey de los judíos. No es una profecía sacada debido a alguna circunstancia incidental con otra estrella. Es ‘su estrella’ y es probablemente su reaparición, ya no en su posición original, lo que causa regocijo. Por supuesto, es imposible decir con certeza lo que era, pero por lo que se ha dicho anteriormente se desprende claramente que Marte era la estrella más considerada como la estrella de Amurrú, y la que más probablemente presagiara el nacimiento de su rey. Además, es una estrella conspicua y por lo tanto la más propensa a llamar la atención de los Reyes Magos en su viaje a Belén. Puede que el evangelista no supiera nada de Marte, pero puede haber sabido sobre la estrella de Amurrú, y es interesante, si no exegéticamente, saber qué estrella fue tan tomada en cuenta. Si alguien preguntara qué observaciones de Marte se interpretarían para relacionarlas con el nacimiento del rey de los judíos, la pregunta sólo puede ser respondida cuando más tablillas hayan sido descifradas. Todo lo que se sabe es que los Reyes Magos vieron la estrella en el este, y solo ellos del este pueden darnos información al respecto. Así concluye Fotheringham su artículo, siendo el único hasta dónde sabemos el que dice que la Estrella de Belén fue el planeta Marte. Décadas después, en ese mismo siglo 20, Konradin Ferrari-D’Occhieppo (1907-2007), quien fuera profesor emérito de Astronomía teórica de la Universidad de Viena, Austria, descalifica la hipótesis de Fotheringham (sin citarlo) en su trabajo “The Star of the Magi and Babylonian astronomy”, publicado en 1989 en Chronos, Kairos, Christos – Nativity and Chronological Studies Presented to Jack Finegan (Jerry Vardaman & Edwin M. Yanauchi, eds. Eisenbrauns, Winona Lake, Indiana; p. 44).

El descubrimiento de la triple conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Picis del 7/6 a.C. (calculadas por Kepler a principios del siglo 17 y recalculadas por Ideler en 1821, y por Pritchard en 1856) en las tablillas babilónicas, corresponde a Paul Schnabel quien lo hace en la tablilla VAT 290 + 1836 y lo da a conocer en su trabajo de 1925 titulado “Der jüngste datierbare Keilschrifttext” (Último texto cuneiforme fechado), publicado en alemán en Zeitschrift für Assyriologie und verwandte Gebiete, Vol. XXXVI; pp. 66-70. Esto fue un descubrimiento sorprendente en el campo de la Arqueoastronomía y fue noticia internacional. Tal descubrimiento fue comentado inmediatamente por Schaumberger en su trabajo titulado “Textus cuneiformis de stella Magorum?”, publicado en latín en Biblica, Vol. 6, 1925; pp. 444-449, quien es de la opinión de que es muy difícil aceptar la conjunción planetaria como la estrella de los Reyes Magos; más bien, lo considera como un hecho milagroso. No leo latín, pero la generosa ayuda de rápida traducción oral por parte de mi antiguo compañero de primaria del Colegio La Salle (La Colina) de Caracas, el conocido cardiólogo Francisco Tortoledo, residenciado ahora en Madrid, fue necesaria para saber que dijo Schaumberger en su artículo.

Paul Schnabel estudió historia antigua y filología clásica en Leipzig y Jena y obtuvo su doctorado en 1911 en Jena basado en el estudio «Die babylonische Chronologie in Berossos’ Babyloniaka». Después de haber cumplido sus deberes militares (1914-1918) durante la Primera Guerra Mundial, fue nombrado en 1920 como “privat-dozent” en la Universidad de Halle-Wittenberg y en 1926 como extra-ordinario, seguido en 1934 por su nombramiento como profesor titular en Historia del Oriente Antiguo. Como consecuencia de un problema neurológico permanente tras una infección por malaria en 1937, se vio obligado a poner fin a sus actividades profesionales y murió 10 años más tarde en un sanatorio.

Schnabel tuvo éxito al descifrar a partir de un pequeño fragmento de una de las tablillas, fechada precisamente para el año 7/6 a.C., la primera evidencia indudable de que por lo menos en una cruda manera los astrónomos babilónicos habían observado y quizá calculado y pronosticado, pocos días antes, la misma triple conjunción en Piscis calculada por Kepler 1600 años después. Una exhaustiva revisión, más moderna, de la traducción de estas tablillas relacionadas con la conjunción triple de Júpiter y Saturno del 7/6 a.C. se encuentra en trabajo de A.J. Sachs & C.B.F. Walker de 1984 titulado “Kepler’s view of the Star of Bethlehem and the Babylonian almanac for 7/6 B.C.” publicado en Irak, Vol. 46, N° 1; pp. 43-55. Allí se pueden observar fotos de estas tablillas.

Aún, cuando estas tablas no hacen referencia explícita o especial a tal conjunción, hay un acuerdo en que ellas fue registrado el fenómeno. En otras de estas tablas, sin embargo, y como se ha comentado antes, se encontrado predicho el surgimiento de un gran rey en occidente cuyo reino traería paz y justicia a todas las naciones; pero esto, nada tiene que ver con la conjunción en cuestión. Únicamente informa del conocimiento de las profecías bíblicas por parte de los babilónicos, obtenida como es de presumir por intermedio de los judíos desterrados. Al respecto, Kepler, haciendo referencia a una presunta profecía caldea, especula que: Grandes conjunciones de planetas en puntos cardinales, especialmente en los puntos equinocciales de Aries y Libra, significa un cambio universal de las cosas; y una estrella cometaria que aparece al mismo tiempo nos dice del surgimiento de un rey.

Que esta conjunción haya sido la famosa Estrella de Belén o Estrella de los Reyes Magos es una discusión que se sale de la arqueoastronomía y entra en el terreno de la astrología y exégesis bíblica.  Entre los que aseguran que tal conjunción fue tal estrella, estuvo precisamente el profesor Konradin Ferrari-D’Occhieppo a quien le escribí en 1988 para pedirle su trabajo titulado “Der Stern der Magier”, publicado en 1974 en Akademie der Wissenschaften, Vienna. Philosophisch-historische Klasse. Anzeigar, 111. Jahrg., Nr. 19; pp. 319-345. Al respecto, él me respondió (con fecha 12 de abril de 1988) en los siguientes términos:

Dear Professor Peñaloza,

Many weeks ago, I have received your request (dated January 11, 1988) of my publication on “Der Stern Magier (1974). I could have sent you a copy of it immediately, but, of course, in German. Yet, with due regard to your remark “Please in English, if possible”, I hesitated to do so. Instead, I am now in the position to supply you, for your private information, and in advance of publication, with a copy of a recent paper of mine, written in English, about the same subject, which will appear elsewhere. Although it is essentially in agreement with that former paper, it is by no means a mere translation of it, but there are included some additional arguments in favour of my view of the matter. I think that this will be the better way to supply you with the information desired.

Sincerely yours:

  1. Ferrari d’Occhieppo

[Estimado Profesor Peñaloza, / Hace varias semanas, yo he recibido su solicitud (fechada el 11 de enero de 1988) de mi publicación sobre “Der Stern der Magier” (1974). Yo pude haberle mandado una copia de él inmediatamente, pero, por supuesto, en alemán. Pero, con debida atención a su nota “por favor en inglés, si es posible”, yo desistí en hacerlo. En su lugar, yo ahora estoy en posición de suministrarle, para su información privada, y antes de su publicación, una copia de un artículo mío reciente, escrito en inglés, sobre el mismo tema, el cual aparecerá en otra parte. Aunque éste está esencialmente de acuerdo con el anterior artículo, no significa una mera traducción de él, pero están incluidos algunos argumentos adicionales en favor de mi punto de vista. Yo pienso que esta será la mejor vía para suplirle con la información deseada. / De Usted sinceramente: K. Ferrari d’Occhieppo]. (las palabras y frases subrayadas están así en el original mecanografiado).

Ese trabajo que el profesor Ferrari d’Occhieppo me hiciera llegar muy gentilmente en 1988 desde Innsbruck, Austria, está en inglés y consta de 13 páginas mecanografiadas; fue publicado un año después como artículo en el libro Chronos, Kairos, Christos – Nativity and Chronological Studies Presented to Jack Finegan, editado por Jerry Vardaman & Edwin M. Yanauchi; pp. 41-53. La obra del Prof. D’Occhieppo sobre este tema está escrita en alemán excepto el artículo arriba citado y otro con el título “The star of Bethlehem” publicado en 1978 en Quarterly Journal of the Royal Astronomical Society, Vol. 19; pp. 517-520. Escribió un libro 1969, con segunda edición aumentada en 1977, titulado “Der Stern der Weisen – Geschichte oder Legende” que nunca fue traducido al inglés. En visita en 1992 a la biblioteca de la Universidad Católica de Chile, en su campus de Vicuña-Mackenna en Santiago, tuve la oportunidad de tener en mis manos un ejemplar de este libro. Este autor combina la luz zodiacal [https://es.wikipedia.org/wiki/Luz_zodiacal] con la hipótesis de la triple conjunción planetaria para explicar la estrella de los Reyes Magos y como un todo apoya su propuesta en un pasaje del papiro Bodmer V, la versión más antigua preservada del Proto-evangelio de Jaime, conocido también como el Proto-evangelio de Santiago citado por mí en [https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/el-faro-celeste-de-belen-ii/].

Otro conocido autor que se adhirió a la hipótesis de la triple conjunción Júpiter-Saturno del 7/6 a.C. como la Estrella de Belén, fue el conocido escritor alemán Werner Keller (1909-1980) [https://en.wikipedia.org/wiki/Werner_Keller_(writer)]  el cual se hizo famoso con su best-seller “Y la Biblia tenía Razón” (Ediciones Omega, S.A. Barcelona, España, 1985; pp. 371-381).

Además de los dos anteriores, John E. Mosley, del Observatorio Griffith de Los Ángeles, también es otro de los entusiasmados con la hipótesis en cuestión, la cual presentó en su libro “The Christmas Star” de 1987, publicado por ese observatorio. Cuando le pedí copia de su libro, Mosley me lo hizo llegar acompañado con la siguiente carta fechada el 19 de septiembre de 1990:

Dear Prof. Peñaloza:

It is true that the planets [Júpiter y Saturno] were at their closest at 5:20 UT [tiempo universal del meridiano de Greenwich] on August 12, but they move slowly and were almost as close a few hours earlier when the sky was still dark. According to approximate calculations using a quickly available computer program, they were separated by 19 arcminutes when they rose, by 15 arcminutes at sunrise, and by 9 arcminutes when at their closest.

The enclosed charts show, from Babylon, the conjunction at 5:20 UT and 2:20 UT – when the sun was on the horizon. You can visually see that in both cases the planets were close together.

Sincerely,

John E. Mosley

Program Supervisor

[Estimado Prof. Peñaloza: / Es cierto que los planetas estuvieron más cercanos a las 5:20 UT el 12 de agosto, pero unas pocas horas antes, aún con el cielo oscuros, se movieron lentamente para acercarse. De acuerdo a cálculos aproximados, usando un programa rápido de computadora, ellos estuvieron separados por 19 minutos de arco cuando ellos levantaron, por 15 minutos de arco al salir el Sol, y por 9 minutos de arco cuando estuvieron lo más cercano. / Los gráficos anexos muestran, desde Babilonia, la conjunción a las 5: 20 UT y 2:20 UT – cuando el Sol estaba sobre el horizonte. Usted puede ver visualmente que en ambos casos los planetas juntos estuvieron cerca. / Sinceramente, / John E. Mosley / Supervisor de programa].

La periodista Acianela Montes de Oca, escribiendo para El Universal de Caracas el 16 de diciembre de 1989, le dedicó un pequeño reportaje a la hipótesis titulándolo “La estrella de Belén podría ser una conjunción de planetas”.

Para finalizar esta parte V de la serie “El faro celeste de Belén”, me voy a referir a un descubrimiento más hecho a finales del siglo 20 en la catacumba de Priscila ubicada en Roma, en donde parece haber una alusión pictórica a la Estrella de Belén en el techo de una de sus galerías, conocida como “El lóculo del Arenario con el Buen Pastor, María y Balam” [https://es.wikipedia.org/wiki/Catacumbas_de_Priscila#cite_ref-15], que se remonta al siglo 1 o 2 de nuestra era según lo relata Carolyn Murphy Beehler (1925-2006) en su artículo “The Priscilla catacomb painting: A hidden star map revealed”, aparecido en Archaeoastronomy, Vol. III, N° 3, 1980; pp. 14-16, y en su artículo “Catacomb painting of tres may be an ancient star map”, publicado en Smithonian (June 1980); pp. 158-159.

Se llama “arenario” a una serie de galerías muy largas con bóvedas amplias. Además de algunos cubículos, las paredes están llenas de lóculos (agujeros hechos en las paredes de la catacumba que servían de tumbas). En ellos se ponía acostado a lo largo el cadáver y luego se cerraba con una tapa. El tamaño del agujero abierto correspondía con las medidas del difunto. Hay un lóculo decorado que tiene en la parte del techo adyacente un fresco del Buen Pastor: lleva una cabrita en el hombro y hay dos cabritas al lado del pastor. Por encima del lomo de estos animales se representaron unos árboles con aves encima. Toda la representación está rodeada por un círculo rojo o naranja.

Hay también en la zona otra representación del Buen Pastor hecha en estuco y deteriorada, aunque clara todavía. Los detalles son los mismos. El fresco de la Virgen María está a un lado en una orientación diversa. La Virgen aparece vestida con una túnica de manga corta y lleva un velo. Sostiene entre los brazos al Niño Jesús y está sentada en un asiento sin respaldo. Sobre el personaje que tiene frente a ella se ha discutido mucho, siendo la explicación más aceptada la que lo identifica con el profeta Balaam, dado que apunta a una estrella que está pintada entre la Virgen y el profeta (tomando en cuenta el texto de Números 24, 15-17: Oráculo de Balaam, hijo de Beor, … Álzase de Jacob una estrella, surge de Israel un cetro… (otra interpretación lo hace coincidir con Isaías debido a los textos que hablan de la doncella que dará a luz un hijo y que la gloria de Yahveh brillará). Según los estudios arqueológicos fue realizada aproximadamente a mediados del siglo II y, por lo tanto, esta pintura sería la más antigua que se conserva referida a la Virgen María. ​

Movido por mi interés en el tema de la Estrella de Belén, y por las investigaciones de Beehler, tuve la oportunidad de visitar en Roma esta catacumba en el verano de 1996, la cual se encuentra en la Via Salaria, 430, y ver con mis propios ojos el fresco del Buen Pastor. De allá me traje la Guía de la catacumba de Priscila por Sandro Carletti (texto de la 2da edición y traducida al español por A. Recio Veganzones. Pontificia Comisión de Arqueología Sacra, Ciudad del Vaticano, 1985); el lóculo del Arenario está descrito en las pp. 23-24. En aquella oportunidad la catacumba estaba cerrada a las visitas, sin embargo, al identificarme como profesor de la Universidad de los Andes-Mérida, Venezuela, y estudiante de doctorado de la Universidad de Essex, Inglaterra, y después de una breve discusión con la monja encargada de su custodia, me permitieron al fin pasar hasta ese lóculo y ver ese fresco, guiado por una estudiante de historia de pasantía allí; eso sí… me prohibieron el uso de la cámara fotográfica (hoy día un tour por esa catacumba cuesta $30,50).

Para entender su hipótesis sobre la Estrella de Belén, con base al fresco del Buen Pastor, María y Balam de la catacumba romana de Priscila, Beehler narra a Frank Rizzo, periodista del periódico New Haven Register de Connecticut, el 22 de agosto de 1980, como llegó a tal hipótesis.

El reportaje lleva por título “Catacomb contains key to theories”. Cuenta la entrevistada que le dio la impresión de que Las Cartas a los Hebreos del Nuevo Testamento, las cuales tuvo que incluir en su curso de religión y arte en la Iglesia del Redentor en New Haven, Connecticut, fueron escritas por una mujer: … me parecen tan femeninas que al leerlas sentí que la autora era yo … declaró. Al consultar con un teólogo de nombre Adolph van Harnack quien creía que Priscila, una mujer de extracción noble greco-romana quien murió en el siglo 1 d.C., y su esposo Aquila, habría escrito esas epístolas de la Biblia. Consultas adicionales, más la revisión de un libro sobre el arte de los coptos que adquirió en el Museo Metropolitano de Nueva York, la llevaron a saber de la existencia de la catacumba de Priscila y allá fue a dar (16 años después fui yo).

De regreso a casa le intrigó el fresco del Buen Pastor el cual contiene la que se considera la primera representación pictórica jamás hecha de María con el Niño Jesús y, a su izquierda, la figura de un hombre señalando sobre su cabeza lo que parece ser árboles de frutas. Mientras más estudiaba el fresco, más detalles captaba de él como, por ejemplo, en ambos árboles de frutas (manzanas), pensando que ellos podrían significar constelaciones estelares.

En su pesquisa, supo que el nieto de Aquila y Priscila, de igual nombre, fue un astrónomo, profesión fuera de ley en la Roma de aquel tiempo. Revisando un libro de astronomía se dio cuenta que la constelación del Águila (Aquila) se corresponde exactamente con el arbusto (¿o manzano?) que está encima del hombre, que señala con el dedo hacia una mancha de impresión u objeto encima de su cabeza no enlistado en los registros astronómicos corrientes. Viendo la revista Time del 25 de diciembre de 1978 tuvo conocimiento de un artículo relacionado con una estrella colapsada en la constelación de Aquila, detectada en el antiguo radio telescopio de Arecibo, Puerto Rico. Esto la llevó de regreso al libro de Astronomía y a consultar a Dorrit Hoffleit, investigadora senior y emérita de Astronomía, quien la introdujo en los gráficos chinos del cielo, una manera de registrar por siglos la historia de los cielos. Así, ella fue capaz de descubrir que en esa posición del cielo hubo un fenómeno la noche del 24 de marzo del año 5 a.C., tal cual como aparece en la escena de la catacumba de hace 2000 años. ¿Cuál fue este fenómeno?

Los chinos registraron por 76 días a Venus, el tercer lucero más brillante del cielo, sobre el horizonte matutino. Con un poco de imaginación uno puede observar una especie “flecha”, formada por las estrellas Altair, Deneb y Vega (la más brillante de la constelación) apuntando desde el cielo hacia abajo, hacia Belén. Existe una hipótesis, que trataremos después en otra parte, según la cual este objeto fue una estrella nova o supernova, pero Beehler sintió que no podía ser dado que no pudo haber durado mucho para el viaje de los Reyes Magos; así, ella estuvo muy segura que fue Venus la estrella extra que aparece en el fresco del Buen Pastor.

Con respecto a la hipótesis de Beehler se pueden hacer las siguientes preguntas: (1) ¿Por qué ese objeto tiene que estar necesariamente vinculado con el nacimiento de Jesús o los Reyes Magos? Pudo haber sido una coincidencia. (2) ¿Por qué esa constelación tiene el mismo nombre de Aquiles? (3) ¿Fue Aquiles, el abuelo del otro Aquiles, quien tomó el nombre de allí o fue al revés? ¿Sabían ellos que esa constelación se llamaba así para aquellos tiempos? ¿Cómo se sabe que el hombre frente a la Virgen está señalando verdaderamente a algo que le llamó la atención en el cielo? Consultando el libro “The Gospel in the Stars or, Primeval Astronomy” de Joseph R. Seiss de 1882 (E. Claxton & Co. Philadelphia), pero una edición moderna de 1972 (Kregel Publications; pp. 68-69), nos permitió saber la importancia del águila como uno de los símbolos bíblicos de Cristo (Éxodo 19: 4 y Deuteronomio 32: 11) y la posible interpretación religiosa de esta constelación. Pero, por otra parte, consultando el libro “La astronomía en el antiguo testamento” de Juan V. Schiaparelli (Colección Austral, Espasa – Calpe, 1969; pp. 56-73), no hay ninguna alusión a la constelación en el Antiguo Testamento que se llame “Águila”. Entonces, ¿fue una coincidencia que Aquiles y esa constelación tuvieran el mismo nombre?

A la investigadora Beehler le llamó la atención para plantear su hipótesis de la Estrella de Belén esos dos arbustos de grueso tronco que decoran la escena ostentando en sus ramas hojas y frutos rojos: ¿disfrazaron esas constelaciones con ramas de esos arbustos? Hay elementos curiosos que parecen mostrar evidencias pictóricas de la Estrella de Belén en esa catacumba romana, pero aún quedan cabos sueltos.

Cuando yo le solicité a ella sus trabajos, ella me contestó con una carta mecanografiada que conservo, fechada el 30 de septiembre de 1991 en Handen, Connecticut, que dice así:

Dear Professor Penaloza M.

Your request on Sept. 17th for information on my research of the catacomb sky chart was a pleasure to receive from so far away as Venezuela.

The verification of the coordinates of the sky chart I found in Priscilla’s Catacomb in Rome read similar to the coordinates in the Astronomical Council of the Academy of Sciences in the USSR, Moscow 1971. (In reference to the Chinese sky charts). It is interesting to find China and Italy (Rome) both recording in the 2nd. Century the same phenomenon, of the first century Bethlehem ‘star’.

Mr. Rizzo wrote the New Haven Register newspaper article on the interesting coincidence which lead to my discovery. I suggest you read his article first to give you a closer understanding of I, an artist, enjoying the ‘thrill of the hunt’… research! For him to take a long and complicated story of one research leading into another and then to reduce it for the average lay-man was admirable.

It began with establishing the information that ancient Priscilla wrote Letter to the Hebrew in the New Testament, which brought me to her catacomb. Discovering her qualifications has, at least, omitted St. Paul’s name from the title of Epistle to the Hebrews in most Bibles, today.

Priscilla was married to Aquila, both were teachers and tent makers. Their grandson, Aquila, was an astronomer of the 2nd century as you probably know.

What better place for Aquila to hide a forbidden sky chart than in his family catacomb!

I would be pleased to hear further from you. And hope my papers prove to be helpful to you.

With warm regards,

Carolyn M. Beehler

I’d rather paint!

[Estimado Profesor Peñaloza M. / Fue un placer recibir desde tan lejos como Venezuela su solicitud del 17 de septiembre sobre mi investigación del gráfico del cielo de la catacumba. / La verificación de las coordenadas del gráfico del cielo que yo encontré en la Catacumba de Priscila en Roma son similares a las coordenadas dadas en el Consejo Astronómico de la Academia de Ciencias en la USSR, Moscú 1971. (en referencia a los gráficos celestes chinos). Es interesante encontrar ambos registros del mismo fenómeno en China y en Italia (Roma) en el 2do. Siglo, de la ´estrella’ de Belén en el primer siglo. / El Sr. Rizzo escribió un artículo en el periódico New Haven Register sobre la interesante coincidencia que condujo a mi descubrimiento. Yo le sugiero leer primero el artículo de él para darle una compresión más cercana sobre mí, una artista, que disfruta la ¡‘emoción de la caza’… de la investigación! Fue admirable como toma él una larga y complicada historia de una investigación conducente a otra y la reduce para el lego promedio. / Comenzó con establecer la información de que Priscila escribió la Carta a los Hebreos en el Nuevo Testamento, la cual me trajo a su catacumba. Mostrando sus aptitudes [de ella], al menos, ha omitido el nombre de San Pablo del título de la Epístola a los Hebreos en la mayoría de las Biblias de hoy. / Priscila estaba casada con Aquiles, ambos eran maestros y fabricantes de tiendas. Su nieto, Aquiles, era un astrónomo del 2do siglo como probablemente usted sabe. / ¡Que mejor sitio para Aquiles [el nieto] para esconder el gráfico del cielo que en su catacumba familiar! / Estaría muy complacida saber de usted más adelante. / Y espero que mis trabajos sean de utilidad para usted. / Con mis consideraciones más cálidas, Carolyn M. Beehler / ¡Más bien pintaría¡].

La señora Beehler murió en 2006, pero también dejó su testimonio sobre este tema en entrevista para la TV que se puede ver en [https://www.youtube.com/watch?v=yJ-GzOEoVng] por Youtube y en donde se puede apreciar el fresco del Buen Pastor, María y Balan y sus detalles. En 2015 Dana Goward logró editar su libro titulado “The Priscilla Revelation and the Discovery of the Apple Constellation” donde esta historia está completa.

En la próxima parte de nuestra serie “El faro celeste de Belén”, parte VI: “Se abren las posibilidades y se cierran aún más las conjunciones”, veremos que la triple conjunción de Júpiter y Saturno no es ni la más cerrada ni la única hipótesis posible de las conjunciones que se plantea para explicar lo que fue, astronómicamente hablando, la Estrella de Belén.

[email protected]

@PenalozaMurillo

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