Segunda parte: Especulaciones tempranas
La representación más común que tradicionalmente se ha hecho de la Estrella de Belén, como motivo navideño, ha sido como tal, es decir, como estrella propiamente dicha; pero, ¿fue realmente una estrella? Primero es necesario aclarar que lo visual o visible en el cielo nocturno, o sea, lo que el ojo puede captar, son por supuesto (excepto la Luna y algunos otros detalles, por ejemplo, nebulosas, cometas, etc.) puntos luminosos y es común pensar a priori, que todo punto luminoso que se ve en la bóveda celeste es una estrella, inclusive los meteoritos referidos indebidamente como estrellas fugaces. Si bien toda estrella luce como un punto luminoso, debido a la distancia, lo contrario no es cierto, es decir, no necesariamente es una estrella; puede ser uno de los planetas visibles a simple vista o tal vez un meteorito.
Las especulaciones acerca de la naturaleza física de esta «estrella», comenzaron muy temprano. En el siglo 2 d.C., Ignacio en la Epístola a los Efesios (19:2) se refirió a ella como:
…Brilló en el cielo un astro más resplandeciente que los otros astros. Su luz era inexplicable y su novedad produjo extrañeza. Y todos los demás astros juntamente con el Sol y la Luna, hicieron coro a esta nueva estrella; pero ella, con su luz, los sobrepujaba a todos. Sorprendiéronse las gentes, preguntándose de dónde pudiera venir aquella novedad tan distinta de las demás estrellas…
[Cartas de San Ignacio Mártir en Padres Apostólicos (B.A.C. N° 65), 3ra. edición (La Editorial Católica, S.A.), 1974; p. 458].
En los evangelios apócrifos del Nuevo Testamento, excluidos de las versiones autorizadas de la Biblia por sus inconsistencias con la vida de Cristo, se hallan otras referencias. Por ejemplo, en el Proto-evangelio de Santiago (21:2), se dice que:
…Hemos visto (los Magos) un astro muy grande que brillaba entre las demás estrellas y las eclipsaba; haciéndolas desaparecer. En ello hemos conocido nosotros que a Israel le ha nacido un rey y hemos venido con la intención de adorarle…
[Los Evangelios Apócrifos, Sección I – Sagradas Escrituras (B.A.C. N° 148) (La Editorial Católica, S.A.), Madrid, 1961; p.182].
En el Evangelio Árabe de la Infancia (3:1), se lee que:
A todo esto, se había puesto ya el Sol, cuando la anciana llegó a la gruta en compañía de José. Ambos penetraron dentro. Y he aquí que estaba iluminado el recinto con una luz más hermosa que el resplandor de lámparas y antorchas, y más refulgente que la luz del Sol...
[Los Evangelios Apócrifos, Sección I – Sagradas Escrituras (B.A.C. N° 148) (La Editorial Católica, S.A.), Madrid, 1961; pp. 328-329].
En la primera mitad del siglo 3 d.C., otro escritor cristiano, Orígenes, escribió en el numeral 58 (Magos y Caldeos) del Libro Primero de su tratado Contracelso, lo siguiente: … Tampoco se me alcanza la razón por qué se calló Celso el hecho que movió a los magos a ponerse en movimiento, y no dijo haber sido la estrella que vieron en Oriente, según está escrito (Mateo 2: 2). Veamos, pues, qué haya de responder a todo esto. Yo creo que la estrella vista en Oriente fue nueva, y no se parecía a ninguna de las ordinarias, ni a las esferas fijas ni a las inferiores. Por su especie, hubo de ser semejante a los cometas que aparecen de cuando en cuando, o a los meteoros, o a las estrellas con barba o en forma de tonel, o como guste los griegos de llamar a sus diferentes especies. Y voy a demostrar mi opinión de la siguiente manera…
A continuación, en el numeral siguiente (59: La superstición astral) del mismo Libro, declara:
Se ha observado que, en los grandes acontecimientos, en los trastornos mayores de la Tierra, nacen estrellas semejantes que anuncian cambios de dinastía, guerras o cuanto puede acaecer entre los hombres, capaz de sacudir las cosas de la Tierra. Sin embargo, en el libro del estoíco Queremón ‘Sobre los Cometas’ hemos leído haberse dado, de algún modo, casos en que los cometas aparecieron también como buen augurio de lo futuro, y él cuenta algunos de esos casos. Ahora bien, si al advenir nuevas dinastías o en otras grandes calamidades aparece un llamado cometa u otra estrella semejante, ¿qué tendrá de sorprendente que apareciera una estrella al nacer Aquel que tamaña novedad venía a traer al género humano e introducir su doctrina no sólo entre judíos, sino también entre los griegos y muchos pueblos bárbaros? Yo diría que de ningún cometa existe profecía sobre que hubiera de aparecer al advenir este o el otro reino o por este o el otro tiempo; más del que se levantó al nacer Jesús, profetizó antaño Balaán, según escribió Moisés: «De Jacob nacerá una estrella, y un hombre se levantará de Israel» (Números 24:17). Mas si fuera menester examinar despacio lo que se escribe sobre los magos y la estrella que vieron al nacer Jesús, diríamos lo que sigue, parte a los griegos; parte, distinta, a los judíos.
[Contracelso por Orígenes, ver secciòn III: Santos Padres (B.A.C. N° 271) (La Editorial Católica, S.A.), Madrid, 1967; pp. 92-93].
El 31 de diciembre de 1285 tuvo lugar en el cielo un acercamiento aparente entre Júpiter y Saturno (conjunción planetaria) en la constelación de Acuario. Tal fenómeno celeste quedó registrado en las crónicas Annals of Worcester Priory, aparecidas en el año de 1377, pues en ellas se dice que:
En el mismo año, Saturno y Júpiter estaban en conjunción en Acuario lo cual, no había ocurrido desde la Encarnación ni había sido calculada por los astrónomos que sucedería otra vez por un largo tiempo.
[Annales Monastici IV por H.R. Luard, London, 1869, p. 491: “Saturnus et Jùpiter eodem anno erant in conjunctione in Aquario, quod non contigit post Incarnationem, nec multo tempore secundum astronomicos iterum eveniet ut aestimatur”].
Y, aun cuando no quiso hacer una declaración explícita de que nuestra estrella pudo haber sido una conjunción entre estos dos planetas, dejó abierta la posibilidad de especular sobre ella al poderse considerar una conjunción de este tipo como una interpretación implícita para explicar la aparición de la misma. Esto no quiere decir, no obstante, que dicha explicación haya sido manejada como hipótesis por primera vez en esa oportunidad.
Tuvo que haber pasado mucho tiempo hasta llegar el año de 1821, cuando, como se verá en la tercera parte de este trabajo (referida a las primeras hipótesis astronómicas), se habla hipotética y explícitamente de una conjunción planetaria entre Saturno y Júpiter para explicar, como una de las más conocidas, lo que fue la Estrella de Belén.
@PenalozaMurillo