Durante más de seis décadas el mundo entero vivió el flagelo de la influencia del comunismo luego del triunfo de la Revolución rusa, flagelo acompañado de una megapropaganda que supera con creces al fascismo mediático de Joseph Goebbels (El único malo de la película).
Pero ese oprobioso sistema de aparente amor por los más pobres hecho a base de la más rancia de las utopías y los resentimientos sociales de una capa social contra otra, se desmorona en la medida en que el calendario de los tiempos avanza en el prominente siglo XXI, era de desmitificaciones y desengaños razón por la cual la derecha y la extrema derecha viene batiendo récord en los diversos procesos electorales del mundo, como ahora en Brasil donde esta ideología triunfó ampliamente en los comicios municipales.
En esta primera vuelta fue contundente la victoria de los candidatos que son parte de la estructura política del líder opositor a Lula Da Silva, el exmandatario Jair Bolsonaro, actualmente vetado por la justicia socialista de no participar en cargos de elección popular pero con gran arrastre político. Estos triunfaron en ciudades importantes del país, y otros defenderán plazas claves en la segunda vuelta que se realizará el próximo 27 de octubre.
Contrario a lo que muchos analistas creen que ya la batalla entre la Derecha y la Izquierda son cosa del pasado, están equivocados, pues ambas ideologías siguen enfrentándose tenazmente, con la variante de que la amalgama socialista y la izquierda en general viene desplomándose al quedar en evidencia la falsedad del discurso inflado de reivindicación y empatía hacia los más desposeídos, lo que no ha resultado cierto.
Volviendo a la retrospectiva marxista leninista, los camaradas rusos del Kremlin, nada tontos para propagar su absurdo sistema por el planeta entero, emprendieron en el continente americano, aún oxigenado por los rituales exóticos de ser este un inmenso paraíso bañado en oro y abundancia natural, impulsar sus tenazas ideológicas con aplomo y furibundas consignas exportando las “buenas nuevas” de su ideología, sobredimensionada en la teoría por el desclasado social Carlos Marx sobre todo y luego por su mecenas Federico Engels, y llevado al campo de la experimentación por Vladimir Lenin, uno de los propulsores de la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Así pues, esta semilla totalitaria y estatista, echada en Estados Unidos, no pasó más allá de algunos impulsos aislados heredando hasta hoy la existencia de un partido, el Comunista, el cual jamás ha sido una amenaza contra el sistema político institucional estadounidense, respaldado sólidamente por los partidos Demócrata y Republicano; pero en Latinoamérica el monstruo ensemillado dio frutos. Frutos negros, funestos y siniestros. Claro está.
Los soviéticos, que ya habían comenzado a propagar su sistema a través de las clases medias, estudiantes de universidades públicas, sindicatos y fanáticos de todos los orígenes embelesados por el glamour comunista y los primeros embriones de la batalla cultural artística, fueron penetrando e inoculando el virus “contra los ricos y la oligarquía” y, viendo la voracidad mesiánica de Fidel Castro, no dudaron ni un solo instante en suplirlo de todas las herramientas económicas y logísticas para vacunar de guerrillas a toda la región.
De ahí parte la gran desgracia para nuestro subcontinente americano. Las otras han sido obra y gracia de las paralelas libero conservadoras en sus grandes fallas esenciales, por la corrupción estatal y privada a granel y a todo nivel y por los efluvios perennes de ese comunismo aún atractivo para estúpidos e idiotas, como los referidos por los autores del Manual del perfecto idiota latinoamericano escrito a seis manos por Carlos Alberto Montaner (qepd), Plinio Apuleyo Mendoza y Álvaro Vargas Llosa. En realidad, la tortilla empieza a darse vuelta y esa izquierda con tantas denominaciones desfallece, como ha venido sucediendo en naciones como Paraguay, Argentina, Panamá, Venezuela, en muchas naciones europeas, ahora en Brasil y en otros tantos países.
Lula Da Silva y su partido, el de los Trabajadores, haciendo gala de su origen obrero metalúrgico, a pesar de aplicar políticas económicas liberales, aunque gobernando con arengados mensajes de izquierda, no ha logrado mantener vivo el entusiasmo popular de antaño. Su pasado como socio menor de Fidel Castro en la creación del Foro de Sao Paulo lo condena ante la historia, lo que quedará más evidenciado en la segunda ronda electoral de estos comicios municipales, que representan nada más y nada menos que la antesala de las próximas elecciones generales.
Queda a la Derecha continuar reteniendo ciudades importantes como Sao Paulo, donde el actual alcalde Ricardo Nunes, apoyado por Bolsonaro, se enfrentará al candidato de Lula Da Silva, Guillerme Boulos, lo que daría continuidad a la abultada cantera de comunas ya ganadas.
Meses atrás Bolsonaro convocó a una protesta cívica que rebasó las expectativas de los manifestantes. Esta nueva victoria legitima ese legado y potencializa el derrumbe del fantasmal sistema comunista, disfrazado de tantas variantes como la socialista, la capitalista, la izquierdista e incluso hasta la democrática. Pero es que la mona, aunque se vista de seda mona se queda.
El autor es escritor, periodista y político liberal nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista internacional.
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