Hoy ya conocemos la historia, pero un día como hoy hace 100 años, el Parlamento y la sociedad italiana aún era escéptica sobre el fascismo y sus camisas negras. No sabían qué pasaría.
Fue el 16 de noviembre de 1922 cuando Benito Mussolini presentó su administración al Congreso. El “Duce”, como le llamaban sus seguidores al jefe del fascismo, solo contaba con 32 correligionarios. Sin embargo, luego de la manifestación de poder realizada en la “Marcha sobre Roma”, del 27 de octubre de 1922, se encontraba confiado en que el fuero parlamentario le daría el respaldo.
Hasta ese momento, no se sabía bien qué era el fascismo ni qué harían en el gobierno. La incógnita en Italia era la siguiente: ¿Mussolini gobernaría en alianza con los demócratas conservadores o forjaría un gobierno al lado de sus paramilitares camisas negras? Sabemos que pasó lo segundo. Los conservadores y toda posición derechista previa al establecimiento del régimen fascista quedaron relegados durante su largo gobierno. De hecho, fueron aplastados.
Lo cierto es que el fascismo cambió para siempre la sociedad italiana, la alemana y al mundo en general. El culto al líder, el paramilitarismo, la economía corporativa, el anticapitalismo, antisocialismo, la xenofobia, los mítines de masas, el ultranacionalismo, el expansionismo, el belicismo, combinados de la manera que se dio en Alemania e Italia en el periodo entre guerras, y durante la Segunda Guerra Mundial, nunca se ha vuelto a ver en la historia. Lo que se dio en esos países fue mucho más que una dictadura. Era totalitarismo, donde el pueblo era una abstracción sobre la que se fundía cualquier operación estatal y el concepto de individuo era, por supuesto, materia a erradicar.
El fantasma del Fascismo
En mi concepto, la discusión sobre doctrinas políticas tiene varios niveles. Está el público-mediático, el cual obviamente no tiene el nivel de sofisticación ni de profundidad que el académico. A 100 años de su ascenso al poder, el fascismo sigue siendo materia de discusión en diversos foros.
En el plano académico se debate cada día con mayor frecuencia la vigencia y los remanentes del fascismo, ¿Es el fascismo una doctrina viva o se circunscribe solo al periodo entre guerras? Pregunta de investigación válida por donde se le viera. A nivel mediático, al fascismo se le asemeja con cualquier postura de derecha que se salga de la cuadratura de lo políticamente correcto.
En tal sentido, ven neofascismo en Trump, en Bolsonaro, en Meloni, en Abascal, en Porky y un largo etcétera. Lo que no saben quienes profieren dichas aseveraciones es que, en un fascismo constituido, cuando ya no necesitan aliados, cualquier conservador, por más autoritario que sea, habría sido expectorado del espacio político. Hubiesen sido reprimidos fatalmente.
El fascismo y el conservadurismo tiene en común el rechazo al socialismo, y poco más. El conservadurismo no es necesariamente nacionalista, aunque muchas veces lo sea. Y, desde hace más de una centuria, apuesta por el capitalismo individualista, uno de los mayores enemigos del fascismo corporativista. Y así podríamos seguir desagregando las muchas diferencias, que superan las coincidencias, entre el conservadurismo, el liberalismo y el fascismo, doctrina que práctica y teóricamente es más cercana al socialismo, que a posturas derechistas-populistas de la actualidad.
Podemos ir concluyendo lo siguiente: más allá de las discusiones intelectuales, el aplicar la etiqueta de fascista o neofascista a cualquier político derechista, populista, o simplemente políticamente incorrecto, tiene solo tres explicaciones: por una parte, la intencionalidad de generar etiquetas negativas ante el público en base a una vana mentira histórica y conceptual; la pura ignorancia histórica; o, estas dos razones anteriores juntas. Me decanto por la tercera.
El fantasma en el Perú
Un amigo me pasa un tuit. Quedo sorprendido por la mala leche y la ignorancia de lo que dice. Resulta pues que un grupo de políticos centro derechistas han lanzado un nuevo partido y que ponen como logo un cóndor. Ipso facto, una tuitera “progre” comienza a equipararlos con el nazismo, dado que usaban un águila como figura representativa.
Puede parecer una estupidez histórica y conceptual, sin embargo, es una estrategia bien diseñada, que ya supera al derechismo populista, sino que ha llegado al extremo de decir que Rafael Belaunde y Pedro Cateriano promueven un partido con símbolos nazis.
Y ese no es el único ejemplo. La izquierda limeña también dice que Antauro Humala es fascista, ¿Por dónde? También dicen que el grupito de desadaptados de La Resistencia evidencia el resurgimiento del fascismo y el ultraderechismo en el Perú. Cuando ese grupo pase de 100 personas, nos avisan, por favor. Ya tenemos suficiente de estos chivos expiatorios.
La permanente etiqueta de fascista a cualquier político opositor al izquierdismo es algo que ha ido en ascenso. Si no les dicen fascistas, por lo menos, tildan de ultraderechista, relegando al extremo, aunque no haya razón más para señalar aquello que la brutalidad con la que los de izquierda pretenden destruir a cualquier enemigo. Lo vemos en el mundo y en el Perú.
Podríamos seguir hablando de este tema por páginas. Hay interesante literatura también sobre las verdaderas raíces del fascismo y el nazismo, raíces más asociadas al marxismo y su visión colectivista de la sociedad. Desde varias perspectivas, el fascismo es la variante nacionalista del socialismo, más que una variante del ultraderechismo. Sin embargo, no creemos que nuestros amigos izquierdistas puedan entrar a tal discusión académica: porque no les conviene, pero también porque no pueden.
Finalmente, ¿utilizar todo el día la etiqueta de fascismo contra gobiernos o políticos que se desenvuelven en democracia, no es, acaso, una injuria contra los millones de víctimas del verdadero fascismo? Efemérides como las de hoy están para aprender de la historia y no para andar desplegando desinformación por todos los canales posibles.