En medio de la crisis más compleja de su historia moderna, el país todavía es capaz de dejarnos enseñanzas. Y es que, a pesar de todo, a pesar de la adversidad, el complejo cuadro que se vive puede dejarnos al menos un elemento de aprendizaje para el porvenir. Un aprendizaje que, sin duda, viene acompañado de un costo elevado y de mucha incertidumbre, pero no por ello debe implicar un sinónimo del olvido.
Desatender la lección que se deriva de haber vivido las consecuencias reales del socialismo no es una opción. Si se prosigue por el camino ajeno a la libertad difícilmente podrá salirse del círculo vicioso de miseria, empobrecimiento y derrumbe moral que hoy aqueja a nuestro país. Porque no es solamente un tema de ineficiencia o mala fe lo que nos ha devorado. Por el contrario: gran parte de nuestra hecatombe obedece a la ejecución de un conjunto de ideas cuyo fin máximo no es otro sino la destrucción de la individualidad y el endiosamiento del Estado.
Por más que se intente buscar respuesta, difícilmente podrá hallarse una explicación convincente sobre los motivos que condujeron a la debacle. Solo la mentira, la consecución deliberada de lo falso sobre la verdad, es capaz de otorgar algún tipo de orientación en la búsqueda del propósito destructor.
De allí que deba verse con suma preocupación que existan todavía defensores del socialismo en Venezuela. No son pocos, por desgracia. Todavía se cree en buena medida que los fundamentos de la franquicia no son malos, y que el problema –si es que puede llamarse problema– ha sido la gerencia y la administración de ese ilusorio paraíso igualitarista que hoy día se engloba bajo el fantasma del socialismo.
Desde luego, la tarea es harto compleja. La realidad es apabullante al desnudar la evidencia empírica el socialismo, aun cuando la propaganda estatal emplee todos sus recursos en intentar neutralizar las consecuencias de la tenebrosa realidad. De allí que lo primordial sea hacer todo lo que sea posible porque la verdad prevalezca.
El reto es inmenso. La tarea ardua. Pero creemos que el país tiene incentivos suficientes para prevalecer. Al tiempo que existen personas que pregonan ideas socialistas, se puede constatar el despertar de muchos individuos que comienzan a entender la importancia de la libertad. Desde luego, este proceso de descubrimiento es sostenido y gradual. Poco a poco las personas comienzan a darse cuenta de los perjuicios que derivan de la planificación centralizada de la vida humana.
Difícilmente podamos afirmar que la tarea se encuentra finalizada. Dentro del contexto y las circunstancias que vive el país, el combate es arduo. El falseamiento de la verdad, el camino fácil de la mentira estatal sigue teniendo muchos defensores y grupos de interés dispuestos a sostenerle a cualquier precio. Al final del día, el sostenimiento de la mentira implica a su vez la manutención misma de la vida de estas personas.
En el contexto de una Venezuela cada día más aislada, conviene reflexionar sobre el papel que desempeña cada uno de nosotros en la promoción de una realidad que sea acorde a la ética de la libertad, que sea capaz de sustituir por completo el planteamiento destructivo del socialismo promovido por tantas décadas. El fragor del día a día, caracterizado por la contienda obsesiva por el poder, tiende a disminuir el impacto de esta gesta, aun cuando resulta vital para obtener una victoria que pueda considerarse realmente significativa.
Si bien la acción política inmediata que conduzca a un cambio es esencial, creemos que las transformaciones deseadas deben estar acompañadas de otro conjunto de principios, porque de lo contrario los vicios sufridos seguirán repitiéndose en un círculo vicioso, y los cambios estructurales que realmente deseamos seguirán siendo un sueño inalcanzable digno de cuentos e historias, pero difícilmente un camino viable para el futuro que tanto necesita el país.
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