“Pon cuchillo a tu garganta, si eres hombre de mucho apetito” (Proverbios 23:2)
Por aquel tiempo, la perversión y corrupción desató la ira de Dios con el Diluvio, Sodoma y Gomorra. A partir de entonces, de verdugos y traidores está escrita la historia de la humanidad, dejando su huella en la Venezuela de la conquista, colonia, emancipación, dictaduras y democracia.
De Domingo Monteverde y sus sicarios junto al Marqués de Casa León sobran copias en el siglo XIX como en el XX. Los comunistas del tren de El Encanto; militares y civiles en El Amparo; y no podrá negarse nunca el condenable asesinato de Jorge Rodríguez y sus actores juzgados y condenados, lo que no ha ocurrido con los crímenes del régimen militarista en el siglo XXI.
Ahora, la Navidad y el bienvenido año 2023 venezolano nos muestran al Herodes que ordenó degollar a todo niño, porque en aquel tiempo había nacido el hijo de Dios, que 33 años después sería vendido por 30 monedas de plata, nada más y nada menos, por uno de sus apóstoles: Judas Iscariote.
A Herodes le asistía preservar el poder; a Iscariote ponerse en unos reales. Por lo tanto, la historia se repite. En Venezuela, Herodes es el régimen con el poder de perseguir y someter para permanecer precisamente en el poder. Iscariote es la oposición, que actúa al ritmo que le toque el régimen porque conoce el pulso de sus aspiraciones económicas; y todo determinado por sus respectivos olfatos.
La presidencia interina fue una decisión compartida por la Asamblea Nacional, en reclamo a su legitimidad. ¿Que se cometieron errores? Sí, ¡muchos! ¿Ahora, por qué el colectivo no los enmendó? ¿Quién fue responsable de anunciar que Nicolás Maduro es ciudadano colombiano y a nada se llegó? ¿Qué pasó con las investigaciones en Pdvsa y de los diputados CLAP? Por citar algunas de las actividades propias del colectivo parlamentario.
Pero que hoy deciden defenestrar al presidente interino Juan Guaidó, reconocido internacionalmente como tal, porque ni siquiera es maquiavélico, es bíblico. Una jugada “heródica e iscariótica”, si caben las palabras, eso sí, dejando en manos de una “comisión” que manejará los recursos de Citgo para mantener a los «héroes de la democracia», en toda una sangría y que no es de Carora.
Se trata de más de 5.000 activistas de los partidos del G4 que reciben de 50 a 1.000 dólares estadounidense mensuales de acuerdo con la jerarquía dirigencial, ¿hay derecho a ello? Pues bien, en tan estrafalario escenario despediremos el año 2022, que más se corresponde a la literatura del tocuyano Julio Garmendia, quien revolucionó la narrativa venezolana con criterios de lo “inverosímil e insólito” de las realidades que describiera. Sinónimos que no lo son de un todo.
Lo insólito es inaudito, extraño, que puede responder a la ética. Lo inverosímil increíble, imposible. Entonces, ¿no es insólito o extraño que se denuncie de tener nacionalidad colombiana a un ciudadano que ejerce “ilegítimamente” la Presidencia de Venezuela y ahora se le reconozca porque fue un desliz? ¿O puede ser inverosímil defenestrar a un presidente interino, pero sí designar una “comisión” para administrar los millones de dólares de la empresa Citgo?
Vistos los hechos, ¿cómo entender la política en Venezuela, en qué consiste? Lo menos que podemos pensar es que ni siquiera es que la inventara el Diablo, sino Herodes y Judas en su tiempo, lo que nos permite citar al papa Francisco al hablar de la guerra y el hambre como “cargas que no nos permiten seguir a Jesús” por “el apego al poder, el dinero, la soberbia, la mentira, el dinero”. Se vive entonces en el mundo de lo inverosímil y de lo trágico.
Lo anterior viene como anillo al dedo para comprender la política venezolana.
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