OPINIÓN

El Estado fascista de Maduro contra el pueblo

por Humberto García Larralde Humberto García Larralde

Foto The New York Times

El fraude electoral que programó Maduro se evidenció a partir del primer boletín del CNE (poder electoral autónomo, Art, 294, CRBV), leído por Elvis Amoroso, que lo proclamó vencedor sin sustento alguno en las actas. Ante las protestas masivas de la gente –que sabía que había ganado EGU–, Jorge, El Furibundo, clamó a gritos desde la AN (poder legislativo autónomo), la detención del ganador y de MCM y quiso ridiculizar las pruebas contundentes del triunfo de EGU en manos de la oposición. Una aparición del Gorilato militar, con Padrino López al centro, acusa de cometer “un golpe de Estado” a los que no reconozcan el falso triunfo de Maduro. Y el fiscal Torquemada Saab tilda a los que protestan de delincuentes y desata una ola persecutoria contra activistas de oposición, bajo las acusaciones más disparatadas. Y, ante el reclamo insistente, tanto a nivel nacional como internacional, de que el CNE presente las actas que sustenten el supuesto triunfo de Maduro, éste recurre al tsj (con mayúsculas, se refiere a un órgano autónomo, Art. 254), para judicializar su proclamación, buscando que éste certifique actas falsificadas. ¡Pero es que se han tardado tanto! Previamente, abusando de las potestades de la Contraloría, “inhabilitó” a MCM y a otros, mandó a destituir alcaldes que apoyaban a EGU y, a través de acciones policiales, a sabotear, con todo tipo de artimañas, la movilización nacional de MCM y de EGU.

Si me he explicado bien, Maduro ha articulado la instrumentación coordinada de órganos nominalmente independientes o autónomos del poder público para fraguar un golpe de Estado contra la voluntad popular. Al acabar con el equilibrio y la autonomía de poderes, desaparecen los cimientos de las instituciones republicanas que salvaguardan el ejercicio de su soberanía. Es reemplazada por una autocracia de claros signos totalitarios que concentra en manos del núcleo duro del fascismo –el comando militar corrupto que encabeza Padrino, Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez, Tarek Saab y algunos segundones como Yván Gil– todo el poder, sometiendo a las demás instancias del Estado a sus designios y desconociendo derechos y libertades que consagra la constitución. Este núcleo ha decidido inmolarse en confrontación abierta con el mundo, desafiando, incluso, a antiguos aliados como Christina Kirchner, quien han pedido que presenten al público las actas que fundamentan el supuesto triunfo de Maduro.

Estamos frente a un Estado que se asienta con base en el terror, la mentira descarada y la desaparición forzosa de decenas de venezolanos. Ante las evidencias irrefutables de su intento de fraude, Maduro intensifica la represión. Vuelve a amenazar con una guerra civil –“Si nos obligan, no me temblará el pulso para llamar al pueblo a una nueva revolución con otras características”– y alardea de haber hecho 2000 detenciones entre ese mismo pueblo (¡!). Arresta periodistas extranjeros y los expulsa, junto a diplomáticos latinoamericanos, porque exigen pruebas de su “triunfo”. Su perversión llega al punto de desarrollar un App para hacer de sus partidarios soplones de quienes protestan, con la excusa de que hacen “guarimbas” contra el orden público. Y miente, miente y miente, con la esperanza de que, como recomendó el jefe de propaganda nazi, Joseph Goebbels, eventualmente su pregón se convierta en verdad. Es decir, estamos ante un Estado fascista, articulado en torno a una cúpula militar corrupta.

Pero cuando Goebbels no se habían desarrollado las TICs, ni las redes sociales. Por eso es menester agradecer fervientemente a todos los que se organizaron para defender el triunfo de EGU, fundamentalmente a María Corina Machado, la dirigencia opositora que la acompañó y su talentoso equipo, no sólo por haber movilizado y sembrado esperanzas en millones de compatriotas, multiplicando y hecho realidad las posibilidades del cambio, sino también por prever las dimensiones del zarpazo que intentaría Maduro y haber tomado las medidas que blindarían, con el resguardo electrónico efectivo de la gran mayoría de las actas, la evidencia del triunfo irrefutable de Edmundo González Urrutia, presidente electo de Venezuela en los comicios del 27-J.

Ante esta inteligencia, resiliencia heroica y disposición por demostrar la verdadera expresión de la voluntad popular, el fascismo se le ocurrió hacer quiquirigüiqui, en las elecciones. Cavan su propia tumba, lanzando a Maduro, el peor candidato posible salvo, quizás, Diosdado. Y al quedar descubierto ante el mundo, anticipa a leguas el próximo paso de su farsa, la presentación -¡al fin!- de las actas …adulteradas. No importa que, desde hace una semana, estén a disposición de quien quiera informarse, más de 80% de las actas verdaderas, con sus códigos distintivos que las blindan contra el fraude. No importa que, por más que hayan tardado en forjar sus actas falsas, su trampa habrá de ser detectada, precisamente, por la incongruencia con esos códigos. No importa su incapacidad de explicar por qué, habiendo producido dos boletines proclamando a Maduro, no han podido presentar la fuente de las cifras que lo sustentan. No importa que nadie cree en el supuesto hackeo, indemostrable, por demás. Tampoco secuestrando criminalmente a especialistas como Ricardo Estévez resolverán su entuerto. Su problema está en que, de haber huido tanto hacia adelante, se han quedado ya sin excusas. Reconocer ahora la verdad del triunfo opositor amenaza con hacer colapsar lo que queda del castillo de naipes construido para albergar sus vagabunderías. De ahí, a plantarse con su embuste y acompañar al energúmeno del mazo en su pataleta de que, con o sin actas, “de aquí no nos va a sacar nadie”. Lamentablemente, en esta apuesta desesperada del “todo o nada” demuestran no tener escrúpulo alguno para secuestrar a centenares de personas y atropellar a otros. Se contabilizan ya, al menos, 11 muertos desde el 28J.

Maduro y sus cómplices no pueden defenderse disfrazándose de “izquierda”. Expresan una oligarquía delincuente, militar/civil, dispuesta a todo para conservar sus privilegios, seguir expoliando a Venezuela y evitar ser desplazada del poder. De ahí su odio a MCM, no por ser ella de “ultraderecha” ni nada por el estilo, sino por haber sido pieza clave en poner al descubierto su naturaleza delincuente. Desde su recordado “expropiar es robar”, ha sido consecuente con sus principios y denuncias, sin resignarse, como otras fuerzas opositoras (¿?) a aceptar (y someterse a) las “realidades del poder”.

A pesar de contar todavía con algunos tarifados -Monedero en España-, la izquierda de Latinoamérica sabe que tiene que deslastrarse de cualquier identificación con semejante monstruosidad. Tratando de impedir tal deslinde, pues ampararse en ser “de izquierda” ha sido una de las últimas líneas de defensa que les queda, Maduro, Padrino y El Furibundo se desgañiten denunciando un supuesto golpe de Estado a manos de una “derecha fascista” y del imperio. Pero son tan escasos que no atinan a entender que, a estas alturas, el mundo político reconoce que estas destemplanzas solo proyectan sus propias lacras.

Estamos frente a un Estado forajido que será cercado en defensa del orden democrático de América Latina. En el reacomodo interno del chavo-madurismo que ha acompañado su inevitable declive político ha salido dominando, aparentemente, su ala más radical, descompuesta, abiertamente fascista. Tal extremismo podría ser para fortalecer su posición negociadora ante las fuerzas democráticas. Pero su conducta, lamentablemente, no permite confiar en que, eventualmente, prevalecerá la sensatez.  ¿Qué dicen sus sectores menos contaminados, los que todavía podrían estar creyendo en Chávez? Y los militares honestos que aún cuentan con mando, que saben, por el Plan República y por sus familiares que Maduro pretende imponerse por fraude, ¿van a permitir que esto ocurra? ¿Van a permitir que continúe hundiéndose la FAN en la corrupción y la complicidad, reprimiendo al pueblo?

En los ascensos recientes de la Guardia Nacional, aparece Maduro uniformado de guardia. ¡Qué vergüenza! “El honor (definitivamente no) es su divisa”. ¡Hasta cuándo!

humgarl@gmail.com