Indudablemente que la inmensa mayoría de los venezolanos rechazamos y nos sentimos agredidos e indignados con las medidas arbitrarias, abusivas, inhumanas, desconsideradas y vejatorias aplicadas por el gobierno de Donald Trump a los venezolanos, tanto a los que están allá, como a los que estamos en nuestra tierra o en cualquier otro país.
Lo sensato, lo jurídico y lo humano era aprobar una orden ejecutiva en la que se estableciera que la Ley de Enemigos Extranjeros debería aplicarse con todo su rigor a aquellos individuos que se haya comprobado formen parte de la banda delictiva conocida como el Tren de Aragua, independientemente del lugar donde se encontraren; pero aplicar una ley aprobada en 1798, hace 227 años, va contra toda lógica y hace retroceder el derecho casi 3 siglos. No hay duda que el delincuente es un ser humano, independientemente del delito o delitos que haya cometido, por lo tanto, tiene el derecho a defenderse a demostrar que es inocente, y si se le comprueba que es culpable sin ningún titubeo debe aplicársele la pena que merece. Existe en el derecho penal un principio que establece: «es preferible absolver a un culpable, que condenar a un inocente». Precisamente en Estados Unidos, más de una vez se ha publicado cómo personas que durante más de un cuarto de siglo han estado privados de su libertad, su presunta víctima declara que todo fue un invento suyo y que el reo es inocente. De inmediato es puesto en libertad, ¿pero quién le devuelve a esa persona los años que injustamente estuvo encarcelado?
Esta preocupación, no es por los que comprobadamente forman parte del Tren de Aragua, sino por todos los que nada tienen que ver con esa megabanda, que son la inmensa mayoría de nuestros compatriotas. Es inaceptable que alguna persona que no tuvo los medios para pagar los montos que se requieren para entrar con visa a territorio gringo, y que, buscando un futuro mejor, como consecuencia de la tragedia que ha representado para la casi totalidad de los venezolanos la pérdida de nuestra democracia y la libertad, ingresó por los caminos verdes y se encuentra indocumentado, y porque tenga un tatuaje, haya cometido una falta o un delito menor, sea considerado indicio suficiente para pertenecer al Tren de Aragua. Tenemos que exigir que a todos los venezolanos se les respete el debido proceso, el futuro de la gente no puede depender del capricho de quien ejerce el poder como si él encarnara la ley. Tenemos que rechazar con todas nuestras fuerzas y argumentos que se pretenda convertir a cada venezolano en un vagón de esa locomotora llamada Tren de Aragua, corriendo el riesgo de que otros países copien este macabro experimento.
Con la aplicación de esta arcaica, extravagante y atroz ley, queda sin efecto en Estados Unidos el Estado de Derecho, del que siempre se han ufanado. Donald Trump quiere imponer a como dé lugar sus caprichos, como si se tratara de sus empresas y no de un Estado, y a quien no esté de acuerdo con él, entonces hay que hacerle la vida imposible y apartarlo del camino. Cuando observamos el comportamiento de este cuasi emperador del norte, recordamos al fallecido Hugo Chávez, y vemos en el espejo a Nicolás Maduro, quien seguramente para que no lo comparen con «el catire» quiere aparecer como el gran defensor de los venezolanos, que producto de sus hambreadoras y tiránicas políticas han huido de su país y están pagando con sus sacrificios, con el dolor de las madres venezolanas que ni aquí ni allá pueden ejercer el derecho de reclamar la aplicación correcta de la justicia. Sale vociferando: «Que los mecanismos de derechos humanos se activen en la protección de los venezolanos y las venezolanas, no puede ser que una persona por ser venezolano sea capturado, secuestrado, sin derecho a la defensa, sin derecho al debido proceso, sin condena, sea metido en un campo de concentración en Estados Unidos y sea enviado a campos de concentración nazi en El Salvador».
En Venezuela tenemos un refrán que dice: «cachicamo diciéndole al morrocoy conchudo» y seguramente usted estará de acuerdo conmigo en afirmar que cuando Nicolás Maduro le reclama a Donald Trump la violación de los derechos humanos a los venezolanos, está asumiendo la posición del cachicamo. Porque para criticar o reclamar a otra persona determinada conducta, es necesario que usted no haya hecho lo mismo. Pero durante más de 25 años esto que llaman «revolución» ha gobernado a nuestro pueblo de la misma manera que lo está haciendo Donald Trump con todos los venezolanos: allá es la persecución a todos los compatriotas, aquí es la persecución contra todos los que no están de acuerdo con la tiranía; allá se da una orden ejecutiva, se montan en un avión y se envían a El Salvador; aquí quien haya sido testigo de mesa en las elecciones del 28 de julio, quien haya protestado por el cambio del resultado electoral, quien haya formado parte del equipo dirigente del proceso de cambio, quien salga a la calle a expresar su descontento con lo que ocurre en el país, ha sido víctima y lo sigue siendo de la más tenebrosa violación de sus derechos humanos, ha sido y es secuestrado incluso por fuerzas paramilitares; sus familiares pasan días, semanas y hasta meses sin saber el paradero de ellos; se les niega el derecho a la defensa, no se les permite un abogado de su confianza, se les encarcela sin juicio previo y justo y luego se les envía a los centros de tortura en el Helicoide, en la DGCIM o a otros sitios ocultos, y a la mayoría los meten en el campo de concentración de Yare, de Tocorón o de Tocuyito, sin importar si se trata de niños o niñas y adolescentes. Solo falta que en vez de enviarlos a El Salvador, tal como lo hizo Trump, como si se tratara de la venta de un grupo de esclavos que podrían generarle varios millones de dólares a Bukele, los envíen a Cuba. Tolerar ese tétrico procedimiento daría al traste con el Sistema Democrático Interamericano de Justicia y por ende desaparecerían los derechos humanos que todos los demócratas estamos obligados a defender. Aquí cuando un juez actúa ajustado a los procedimientos establecidos en los códigos, de inmediato es destituido o encarcelado, argumentando hechos de corrupción; es la ventaja que nos llevan los gringos, que el poder judicial de verdad es autónomo, imparcial e independiente; cuando pierdan eso ya no habrá democracia en Estados Unidos. Lo que no sé es si Donald Trump, ante el ingreso de ciudadanos norteamericanos en alguna embajada solicitando asilo, les dará el mismo tratamiento que este régimen les ha dado a quienes aún permanecen refugiados en la Embajada de Argentina, ahora con la bandera de Brasil, y al ritmo de samba, haciéndose los ciegos, sordos y mudos como el resto de las representaciones diplomáticas en este país, que son una verdadera vergüenza.
De lo que sí estoy seguro es de que cada vez que Nicolás Maduro se mira en un inmenso espejo de cuerpo entero, lo que ve es la figura de Donald Trump, que le dice: aunque hagas lo mismo que yo no habrá licencias y lo mejor que puedes hacer es picar los cabos y no me obligues a enviarte con Bukele. ¿Verdad que el espejo no miente? ¿Qué opinas?
rafael.tuto@gmail.com
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