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El espejo de los demás

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Todos recordamos a Sócrates por ese aforismo que a veces creemos suyo, pero que estaba inscrito en el templo de Apolo en Delfos: “Conócete a ti mismo”. Lo interesante es que fue la conversación lo que marcó su método de descubrimiento de la verdad: la salida y la entrada de uno mismo estaba mediada por la relación con otras personas.

Las primeras preguntas filosóficas que se hicieron los hombres fueron sobre el cosmos, pues es más fácil pensar sobre lo que está fuera que sobre lo que está dentro de nosotros. Fue este primer diálogo con el mundo y con los problemas políticos y sociales de Atenas lo que llevó a la filosofía a dar un giro que centró la inquietud en el hombre. La aguda percepción socrática consistió en poner de relieve que los demás ayudan en el proceso del conocimiento propio. Aunque necesitamos del silencio y la soledad para descubrirnos, nuestra tendencia hacia el otro hace que el proceso de revelación de lo que somos se complete en el diálogo.

No se trata de imponer la propia opinión o de adecuarnos a la ajena, sino de clarificar la intimidad de las partes. Esto es un proceso, pues lo propio del hombre es volver sobre lo visto, lo escuchado y conocido, para asimilarlo y comprenderlo. Aunque parezca que Newton, por ejemplo, captó la ley de la gravedad en el instante en que cayó la manzana, hay que saber que a este mágico segundo precedió un arduo esfuerzo por clarificar su inquietud inicial. Si esto es así en el ámbito de los fenómenos físicos, la dificultad aumenta cuando deseamos conocer lo que ocurre en nuestra intimidad. El enriquecimiento de nuestra subjetividad precisa de una toma de conciencia de lo vivido. Y para lograrlo se necesita de la reflexión: de esa vuelta sobre lo dicho y hecho por nosotros, tanto como sobre lo compartido con los demás.

Cuando se dan a conocer, las personas nos dan material para pensar y conocernos a nosotros mismos, pues toda perspectiva distinta a la nuestra; todo modo de aproximarse a un problema; todo nuevo lenguaje, ilumina nuestro interior a modo de contraste. Así como existimos nosotros, así existe el otro y es en este encuentro como nos trascendemos a nosotros mismos enriqueciéndonos. Muchas veces descubrimos un talento gracias a la mirada del otro. Otras veces será una debilidad. Entrar en relación con los demás hace eso: interpone un espejo que, mediando el reflejo del otro cuando se muestra, nos alumbra también a nosotros.

Este espejo, sin duda, es borroso, pues en las relaciones humanas no siempre media la bondad de los corazones. Todo encuentro, sin embargo, enriquece: amplía la visión y nos revela mucho, por lo pronto, de esa condición humana que compartimos con todos. El contraste, fruto del encuentro o del desencuentro, nos dice siempre algo sobre nosotros mismos y ayuda, de un modo increíble, a centrarnos en lo que de verdad somos con una libertad e independencia interior grandes. El espejo más claro; ese que alumbra el alma en lo más íntimo es, en definitiva, la propia conciencia y allí, “en lo secreto”, “en lo oculto” (Mt 6,6), es donde nos vemos como somos.

Pienso que los hombres deseamos relaciones de verdad: esas que piden al menos sencillez. Veo que todas fluyen cuando hay buena voluntad; cuando ambas partes quieren conocerse y se muestran como son. Por eso, en una sociedad en la que es normal atropellar al otro, hay que reflexionar sobre el valor de la amistad; de la confianza entre los hombres.

Es cierto que muchas cosas en la vida pueden distanciar de los demás y replegar sobre uno mismo, pero es justo en esta coyuntura cuando el hombre está invitado a descubrir esa relación estable que sostiene todas las demás. Esa que satisface nuestras ansias de ser mirados con amor en nuestra desnudez más absoluta.

Creo que la apertura a ese otro de quien dependemos es lo que hace posible vernos a nosotros mismos y al otro en nuestra grandeza. Por eso pienso que el camino es hacer más veraz nuestro corazón, pues sin transparencia y diálogo, ¿cómo nos conocemos y a quién conocemos? ¿Qué tipo de relaciones y de convivencia tendremos?

 

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