De ser percibida internacionalmente como un caso apremiante de ayuda humanitaria, Venezuela ha pasado a merecer una cierta visión banal de paraíso de bodegones. Algunos cronistas o blogueros, felizmente los menos, han preferido poner su atención en este fenómeno hiriente de la aparición de tiendas colmadas de golosinas, alimentos y otros productos importados en un país acosado por la escasez de lo básico y la mengua de la producción nacional.
La magnitud de la crisis humanitaria que afecta a Venezuela, sin embargo, no ha perdido atención ni en los países vecinos ni en los organismos internacionales ocupados de lo sustancial. La visión sorprendida de los bodegones, e incluso la percepción de cierto alivio por la presencia de algún que otro producto en los anaqueles de los mercados, no ha logrado desviar la atención internacional de un país que se vacía, de los millones de compatriotas que parten, y de los millones que se quedan en condiciones de angustia y necesidad. Algunos de entre ellos alivian las dolencias y necesidades de quienes se mantienen en el terruño a través de las remesas, gestos generosos que empobrecen a unos y no alcanzan a resolverles a otros. Las agencias internacionales siguen reconociendo la crisis. A los ojos más juiciosos, la necesidad de ayuda humanitaria sigue siendo más importante que este nuevo fenómeno de capitalismo fácil, exclusivamente de consumo, aplaudido incluso por los voceros del régimen en un país de discurso socialista e igualitario.
Frente a un hecho como el de los bodegones, utilizado con fines propagandísticos, se impone la realidad. Es falso que impulse la economía. Apenas cubren un mínimo porcentaje de las ventas al detal. El negocio favorece solo a un pequeño grupo de importadores y a quienes disponen de divisas. La dolarización, de todos modos, no llega a 5% u 8% de los consumidores La distorsionada dolarización solo ha contribuido a profundizar las diferencias y a una nueva definición de clase en función de los que disponen de divisas y los que no cuentan con ellas. El propósito de un gobierno responsable, en todo caso, no es abastecer al país de Nutella, sino de productos básicos, y hacerlo pensando en las grandes mayorías.
Diversos análisis coinciden en probar que no ha mejorado la economía. Cuando se examina lo sustancial, la capacidad nacional para generar bienes y productos, lo que se observa es una constante destrucción del sector productivo nacional. De las 13.000 industrias registradas en las encuestas de las cámaras de producción agrupadas en Conindustria solo quedan alrededor de 1.700, de las cuales, a su vez, siguen trabajando solo cerca de 1.300, además con una actividad reducida a 20% de su capacidad.
Los datos del sector agropecuario no son más optimistas: baja sustancial en la producción, inseguridad, aumento de los costos, falta de insumos, enormes dificultades para su importación. La producción de maíz, pollo y carne ha sido reducida en más de 70%. El secretario general de la OEA ha clamado en estos días por los 7 millones de venezolanos en riesgo de hambre. Ricardo Cusano, presidente de Fedecámaras, habla de 64% de niños con desnutrición. ¿Y qué decir de la merma en producción de medicinas y de los efectos de esa barrena sobre una población en la que el consumo de estos rubros ha mermado en cerca de 70%? ¿Y del reclamo reiterado y desoído de los familiares de los pacientes, y de los propios médicos, por el estado de los hospitales?
La crisis humanitaria sigue siendo prioridad. Utilizado con fines propagandísticos, el fenómeno de los bodegones, calificado de escandaloso y excéntrico por Ricardo Cusano, contribuye a esa falsa sensación de que estamos ligeramente mejor, de que hemos superado los días malos, incluso de que ya no hay razones para protestar, argumento fácil en boca de quienes piensan egoístamente solo en su bienestar. El uso engañadizo de un tema banal como el de los bodegones obedece a los mismos propósitos de quienes se ocupan de dibujar un país irreal, a conveniencia de sus intereses políticos o económicos. ¿Quiénes, por qué? Alguien se beneficia falseando la realidad a los ojos de los incautos.
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