Me dice mi papá, quien también se encuentra en el exilio, que está preparándose para participar en la consulta popular promovida por los actores políticos de los partidos de oposición en Venezuela; leo intenciones similares en redes sociales en las que amigos, familiares y otros afectos se unen a dicha convocatoria.
No dejo de cuestionarme el porqué de esa actividad política. Lo analizo y razono sin ningún sentido específico, más allá de entender, no solo la exhausta esperanza sino la expectativa de quienes aún consideran y creen que la dictadura venezolana saldrá del poder, abandonará el palacio de gobierno y entregará el coroto por las vías democráticas. ¡Cuánto quisiéramos todos que eso ocurriera de esa manera!
Preferiría no ser tan escéptico, mejor aún, quisiera ser optimista; pero los 22 años de historia del chavismo en el poder se han convertido en un proceso más parecido a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, alias Chapita, que a la de Fidel Castro. La cruda y nefasta realidad me grita que no, que la tiranía no saldrá bajo ningún concepto conocido como diálogo, elecciones, transacción o cualquier sinónimo que no sea la fuerza bélica, la misma que ellos utilizan cada día para mantenerse aferrados al poder. La misma que sostuvo a Trujillo y Castro.
Toda la cúpula del poder chavista sabe, conoce y tiene claro que su destino final es la muerte o la cárcel; a diferencia de otras dictaduras en el continente, la venezolana está siendo monitoreada, revisada y documentada gracias al poder de la tecnología, las redes sociales y la formación ciudadana; ese inmenso grupo de ciudadanos quienes, a pesar de las persecuciones, atropellos, detenciones arbitrarias y torturas, siguen atreviéndose a registrar y documentar lo que ocurre en el país.
Los que ostentan alguna cuota de poder en la tiranía están grabados. Todos tienen su expediente flotando y vivo en la memoria de las redes sociales. Están en la nube, pero no en sentido figurado. Ningún autoritarismo en la historia del mundo tiene tantos referentes. En una simple y rápida búsqueda en Google se puede averiguar mucho de todos ellos. Y no es que el caso Venezuela sea diferente, sino que se desarrolla en tiempos de avanzada tecnología.
Pruebe escribir en el buscador de Internet un nombre, un apellido y acompáñelo de la palabra Venezuela más dictadura y se llevará una sorpresa. Por algo ya se dice que entre cielo y Google no hay nada oculto.
Por todo esto, no deja de sorprenderme ese optimismo casi infantil que exudan los que militan activa o pasivamente en los partidos políticos en Venezuela que, por cierto, es inversamente proporcional a lo que llegamos a sentir los ciudadanos que no participamos ni formamos parte de ninguna estructura u organización político partidista.
Paradójicamente, esto no aplica solamente para mis familiares, amigos y afectos que apoyan la consulta popular, a todos los valoro y respeto por su esperanza; sino también para esa base militante del Partido Socialista Unido de Venezuela, quienes también, con similar optimismo, aceptan y acompañan el llamado a unas elecciones para elegir a los representantes de una nueva Asamblea Nacional que, con toda seguridad, será aún más dañina que aquel experimento vulgar y populista que bautizaron como asamblea nacional constituyente. Esa que intentó sustituir a la Asamblea Nacional que perdieron con los votos. La misma que, como estaba previsto, cohabitó en los mismos espacios con la legítima Asamblea Nacional pero que solo sirvió para enriquecer los patrimonios personales de los sátrapas que se presentaron para tal esperpento.
Pregunte a cualquier afecto al chavismo si ese bodrio le solucionó alguno de sus problemas o llegó a garantizarles alguno de sus derechos ciudadanos y constitucionales. La respuesta es clara y dependerá del nivel de ceguera y radicalismo del consultado.
Una vez más, ambos bandos manejan sus argumentos, los dos grupos tienen sus razones para convocar a participar a los ciudadanos en sendas convocatorias. Quizás, sin saberlo, juegan a la democracia, pero, yo, con mi pesimismo pragmático, solo observo un espejismo de democracia.
Ya sabemos cómo terminaron Trujillo el dominicano y Castro el cubano; si no lo sabe, vaya rápido a consultar a San Google, y recuerde que, entre cielo y Google no hay nada oculto.
@andcolfa