OPINIÓN

El Esequibo en la historia de Venezuela

por Carlos Ojeda Carlos Ojeda

“El sol de Venezuela sale por el Esequibo”

La república de la gran Colombia (1821-1831) fue el resultado de la unificación de las unidades administrativas derivadas del Virreinato de la Nueva Granada, la Capitanía General de Venezuela, la Real Audiencia de Quito y el gobierno de Guayaquil. Su superficie geográfica abarcaba los territorios de Colombia, Ecuador, Panamá, Venezuela y la Guayana Esequiba. El territorio fue reconocido internacionalmente, en un contexto diplomático donde solo se delimitaban áreas topográficas a las independencias que se sometían a  los sistemas monárquicos. El extenso territorio de la Gran Colombia como nación libre e independiente fue un hecho indiscutible, logrado por el Libertador Simón Bolívar.

El lindero “este” de la nueva república Venezolana fijó sus límites en el río Esequibo. Tanto el Reino Unido como Holanda dieron el visto bueno a la línea limítrofe que ya era parte del territorio de la Capitanía General de Venezuela, previa a la independencia.

¿Cómo y cuándo comienza el conflicto? La arrogancia del poder británico ante las colonias, la debilidad militar de nuestra nación luego de sus batallas libertarias, la muerte del Libertador en 1830, la disolución de la Gran Colombia en 1831, y los sucesivos conflictos internos propios del militarismo y el caudillismo que aún nos embargan, bastó para que colonos británicos ocuparan extensiones territoriales más al oeste de la línea limítrofe aceptada,“el río Esequibo”.

Pero al expansionismo británico no le fue suficiente. En 1835 establecieron la línea de Schomburgk que dejaba atrás el río Esequibo como frontera oficial, eliminando la antigua línea limítrofe de sus colonos y anexando de a poco unos 80.000 kilómetros cuadrados del territorio venezolano a la Guyana Británica. Fue tan evidente, notorio e “infraganti” el abuso, que violaba la Doctrina Monroe establecida por John Adamsen contra del colonialismo.

América para los americanos” James Monroe

En 1895 el presidente norteamericano Stephen Grover Cleveland instó a Venezuela y a Gran Bretaña a dirimir sus asuntos mediante un arbitraje internacional. El Laudo Arbitral de París de 1899 fue discutido por cinco jueces: dos norteamericanos. Dos británicos y un ruso.

¡Ningún venezolano nos representó en la discusión!

Venezuela presentó la titularidad heredada con abundantes documentos históricos y mapas. El Reino Unido presentó solo unos mapas con sus exigencias, expresando de manera enfática que independientemente del veredicto, podrían tomar medidas más drásticas. El colonialismo se imponía por encima de las pretensiones anticolonialistas de los Estados Unidos.

¡Sorpresa! El juez ruso Fiódor Martens que presidió con independencia el tribunal, recibiría sospechosa y posteriormente títulos y reconocimientos en Cambridge, Edimburgo, Yale y Oxford.

En 1962 Betancourt cambió la estrategia, luego de que nos arrebataran 160.000 kilómetros cuadrados de territorio, el gobierno venezolano elevó ante la ONU su protesta por tanto descaro de la injusticia internacional, llegando en 1966 al Acuerdo de Ginebra que; “Exhorta a las partes a buscar una solución pacífica y concluyente”

En 2018 el secretario general de la ONU puso en las manos de la Corte Internacional de Justicia el conflicto. Decisión que Guyana celebra, pero que los venezolanos rechazamos porque manda al traste el Acuerdo de Ginebra. Todos nos sentirnos capciosos y es lógico. No nos sentimos representados en este gobierno de turno, ante tan evidente alegría de tísico. Palabras que diría Luis Herrera.

¡Su nacionalismo está en duda! Sus intereses y pretensiones personales son ilimitadas.

En 1962 florecían con vigor los gobiernos civiles luego de luchas que costaron vidas y esfuerzos por establecer una república democrática. El Dr. Leoni era el presidente en esa oportunidad cuando triunfó en Ginebra. En el conflicto limítrofe con la república hermana de Colombia, el Dr. Lusinchi jamás dudó en defender nuestra integridad territorial ante la aventura del Caldas.

Casualidades del destino que nuestra integridad territorial y el más puro nacionalismo sólo se ha visto en la sangre de los civiles electos en democracia.

¡Todo maluco es cobarde!, siempre dicen en el llano.

Uniformes con chapitas, como expresaba Betancourt.