OPINIÓN

El escenario preelectoral estadounidense

por Fernando Ochoa Antich Fernando Ochoa Antich
Trump Biden Prueba antidopaje

Foto Archivo

I

El resultado de las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos influirá de manera decisiva en el destino de Occidente. China, en lo económico, al poner en práctica los principios del capitalismo, se ha transformado en la segunda potencia económica del mundo. Al mismo tiempo, al mantener la dictadura, impuesta por el Partido comunista, conservó la disciplina interna de su inmensa población, la cual continuó dedicada al trabajo, permitiendo su fortalecimiento hasta tal nivel que ha empezado a rivalizar, política y militarmente, con Estados Unidos. Las tensiones entre las dos grandes potencias en el sureste asiático se han agudizado gravemente. La semana pasada, el secretario de Estado, Mike Pompeo, declaró ilegal la mayoría de las reivindicaciones territoriales de Pekín, poniendo el peso de Washington a favor de las exigencias de sus rivales. China respondió que la posición de Estados Unidos podría comprometer la estabilidad regional. Analizaré tan trascendente elección presidencial en dos artículos. En el de hoy, me referiré a las diferencias ideológicas existentes entre los partidos Republicano y Demócrata. La próxima semana escribiré sobre la situación electoral, y resaltaré las probabilidades de triunfo de cada uno de los candidatos y sus consecuencias en la compleja situación internacional.

El espectro político estadounidense se encuentra dominado, desde mediados del siglo XIX, por los partidos Demócrata y Republicano, los cuales, desde el año 1952, después que una enmienda constitucional limitó a una sola la relección presidencial, han mantenido una regular alternancia en el ejercicio del poder. El predominio del bipartidismo norteamericano también se expresa en el control de la cámara del Senado y de Representantes. La vigencia de los dos partidos ha permitido a los estadounidenses sentirse representados a través de tres tendencias ideológicas: liberales, conservadores y moderados. El Partido Demócrata defiende su doctrina, basada en el liberalismo moderno estadounidense, la cual considera que el Estado debe garantizar y ampliar, de manera permanente, los derechos humanos, civiles, y sociales y respalda la participación del gobierno en materias como la economía, la educación y la salud. Es decir, se aproxima a la social-democracia europea. El Partido Republicano defiende el conservadurismo estadounidense que combina el liberalismo económico con el conservadurismo social. Protege los valores tradicionales, promueve la libertad individual y una mínima presencia del Estado. Por último, los moderados se sitúan en el centro del espectro político y rechazan los extremos de ambas ideologías.

El tamaño de los grupos ideológicos varía ligeramente de acuerdo con la encuesta considerada: 35% moderados, 36% conservadores y 25% liberales. En un estudio, del año 2005, el Pew Research Center identificó  9 grupos tipológicos. Tres grupos fueron identificados como parte de cada uno de ellos: “la  izquierda”, “el centro” y “la derecha”.  En este sistema de categorización, la derecha representa la base del Partido Republicano, la izquierda la base demócrata y los del centro a los independientes. En “la izquierda” se encuentran los ampliamente seculares y antibélicos; los conservadores sociales, pero económicamente de izquierda, los demócratas conservadores y los demócratas desfavorecidos que están a favor de un Estado de Bienestar extendido. En «el centro» se encuentran los optimistas, de movilidad ascendente, los desafectos y los no votantes. “La derecha” comprende a los emprendedores; a los muy religiosos, a los  conservadores sociales, también conocidos como la derecha cristiana y los conservadores pro-gobierno que son en gran parte conservadores en temas sociales, pero apoyan la intervención gubernamental para mejorar su situación económica.

Hay dos aspectos fundamentales a considerar en la interpretación de  las recientes encuestas, en las cuales existe, en el voto popular, una diferencia a favor de Joe Biden de 10%. El primero, el bajo nivel de participación. En todos los procesos electorales realizados en Estados Unidos, desde la década de los sesenta, solo se ha podido alcanzar un porcentaje mayor del 60% en la elección de Richard Nixon. En los demás comicios presidenciales, apenas se logró superar el 57% en las elecciones en las cuales triunfó Barack Obama. El segundo, el sistema electoral estadounidense, en el cual se elige presidente de la República mediante la escogencia de un Colegio Electoral, constituido por un total de 538 delegados electos por cada estado de acuerdo con su población. En la mayoría de los estados no existe representación proporcional de las minorías, significando que quien logra el triunfo por un solo voto por encima de su rival obtiene todos los representantes de ese estado. Para ganar la presidencia se requiere obtener, al menos, 270 votos de los 538. En mi próximo artículo concluiré este análisis y comentaré las  posibles consecuencias que, en mi criterio, podría tener tan histórica elección.

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