El gobierno de Nicolás Maduro se ha encargado de enrarecer el ambiente electoral con una amplia batería de arbitrariedades: las inhabilitaciones de líderes políticos, especialmente las sanciones contra María Corina Machado y Henrique Capriles; la ilegalización de partidos que integran la Plataforma Unitaria Democrática (PUD); el encarcelamiento de Rocío San Miguel y varios jefes regionales del comando de campaña de MCM; la persecución y encarcelamiento de numerosos dirigentes sindicales; la aprobación de un cronograma electoral apresurado y ventajista que afecta a la oposición; el hostigamiento, bloqueo y clausura de portales informativos y estaciones de radio en la provincia; las restricciones para que los nuevos votantes se inscriban en el Registro Electoral. El abanico de limitaciones y abusos es extenso.
En otro artículo me referiré a los últimos resultados de la Encovi. Por ahora adelanto que, aparte de la atmósfera enrarecida que busca parecerse a la creada en Nicaragua o Rusia, hay un ambiente de frustración y desesperanza en la mayoría de los ciudadanos. El gobierno optó, sin decirlo -como sí lo hizo Javier Milei, el presidente de Argentina- por un severo programa de ajuste que –siguiendo la jerga utilizada por el oficialismo- bien podría calificarse de neoliberal. Para controlar la inflación, redujo la demanda de bienes y servicios a través de una rígida contracción de los salarios. Por ejemplo, los profesores universitarios y los maestros llevan más de dos años sin recibir un aumento en sus ingresos. En la misma situación se encuentran la mayoría de los trabajadores dependientes del sector público. Los salarios de todos estos grupos son miserables. Perdieron casi por completo la capacidad de consumo.
El mismo esquema se trasladó a otros campos de la actividad del Estado. La inversión en salud, educación, transporte público, vías de comunicación y vivienda para los sectores populares, se redujo hasta cotas casi insignificantes. El impacto de lo que está ocurriendo en educación va a afectar a las próximas generaciones. El deterioro del servicio eléctrico está impactando gravemente la calidad de vida de la mayoría de los venezolanos pobres y grupos significativos de las capas medias.
Por ese conjunto tan amplio y profundo de carencias, el clima de la nación –la relación entre optimismo y pesimismo, de acuerdo con los parámetros utilizados por distintas encuestadoras, entre ellas Consultores 21- es muy negativo. La percepción de la mayoría de los venezolanos se caracteriza por considerar pésima la situación general del país y de sus propias condiciones personales y familiares.
Con respecto a la situación de Venezuela, la mayoría de los ciudadanos estima que la actualidad es mala, peor incluso que hace un año y que se agravará durante los próximos seis meses.
La visión que los venezolanos poseen de sí mismos y de sus familias es más positiva que la que tienen del país. Esa diferencia podría explicarse porque las personas sienten que tienen mayor control sobre sí mismos y sobre el entorno familiar, que sobre la nación, y que se encuentran en capacidad de realizar actividades de forma autónoma (emprendimientos) para mejorar su cotidianidad.
Caracas y Miranda son, de lejos, las zonas donde la percepción de Venezuela resulta más favorable. Aunque, en términos generales, sigue siendo negativa, al igual que el resto del país. Los chavistas son, desde luego, el grupo político que posee la percepción más positiva de la nación.
Los problemas económicos continúan teniendo la mayor relevancia, aunque las dificultades políticas han ido incrementando su importancia a medida que se acercan las elecciones presidenciales.
A pesar de que los venezolanos señalan que la economía representa un serio escollo, el más agudo para ellos y sus familias, ahora muchos ciudadanos estiman que los servicios públicos se han deteriorado tanto que los afecta cada vez más. En especial, las deficiencias de la electricidad.
El decaído estado de ánimo dominante entre los habitantes y el predominio de la imagen negativa de Venezuela, se deben al carácter generalizado de los problemas económicos, sociales, políticos y de servicios públicos que afectan la calidad de vida de la gente.
Uno de los grandes retos que enfrentará el nuevo presidente de la República, en el caso de que se logre derrotar a Maduro, estará en devolverles a los venezolanos la democracia y la posibilidad de vivir en una nación próspera, donde sea posible conseguir un empleo de calidad, obtener un ingreso que alcance para cubrir las necesidades fundamentales y poseer servicios públicos que permitan llevar una vida cotidiana placentera.
@trinomarquezc
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