OPINIÓN

El encuentro empresarial en Cúcuta representa un evento histórico en las relaciones comerciales colombo-venezolanas

por J. Gerson Revanales J. Gerson Revanales

El 20 de julio de 1999, cuando se le recordó al canciller que según la tradición desde la época de Raúl Leoni (1964-1969) y Guillermo Raúl Valencia, en Colombia (1962-1966), ambos presidentes acostumbraban a asistir a las recepciones que sendas misiones diplomáticas ofrecían para conmemorar la celebración del día nacional, el 5 de Julio y el 20 de Julio respectivamente, este canceló su asistencia junto con el presidente Chávez. Nunca se llegó a pensar que la negativa del canciller venezolano era el preludio de unas relaciones desarticuladas fuera del contexto diplomático entre ambos países. Solamente se comprendería con el tiempo que la oligarquía colombiana era parte de los enemigos necesarios del proyecto socialista que traía entre manos el presidente Chávez.

Luego de muchos enfrentamientos políticos, escarceos entre presidentes, aquella negativa terminó con la ruptura de relaciones diplomáticas y consulares, que fue ocupada por el submundo de la ilegalidad, el narcotráfico, movimientos armados insurreccionales, contrabando, tráfico de todo tipo, extorsión, peajes y matracas, a un costo que será imposible estimar, incluso por uno de los sectores más afectados, el empresariado a ambos lados de la frontera en el Norte de Santander y del Táchira.

23 años y un mes después de aquella desafortunada cancelación, el jueves de la semana pasada una de las víctimas de la ruptura de relaciones binacionales, con el cambio de gobierno en Colombia (no sabemos si para bien, dado el historial del presidente Gustavo Petro) invitó a su contraparte venezolana a un encuentro empresarial en San José de Cúcuta, el cual fue aceptado por el tenaz, valiente y resistente empresariado que cree firmemente en Venezuela, que dio un paso adelante y sin una señal de Caracas, hizo sus maletas y atendió la invitación de sector empresarial colombiano.

La dirigencia gremial de Fedecámaras Táchira, AVEX, la Cámara Colombo Venezolana; el Comité Intergremial Norte de Santander y la Cámara de Integración Venezolano Colombiana, con el apoyo de la Gobernación de Norte de Santander, se lanzaron por la calle del medio para encontrarse en el puente Francisco de Paula Santander, luego de más de 20 años.

El encuentro representa un hecho histórico, el cual  contó con la presencia de Germán Umaña Mendoza, ministro de Comercio, Industria y Turismo, y de Guillermo Reyes, ministro de Transporte, quedando así la pelota del campo oficial venezolano, no para responder con declaraciones de buenas intenciones, sino con el firme propósito de atender, por así decirlo, el decálogo de la declaración, en la cual algunos de sus puntos claves podrían ser: la creación de una zona económica diferencial para la frontera, ya que la zona económica especial del Táchira no fue tomada en cuenta en la nueva ley de ZEE; exenciones de impuestos para ciertas actividades y ciertos territorios; apertura completa de la frontera con un proceso de digitalización y una legislación para invertir recursos naturales en las áreas de salud, educación e infraestructura de impacto en la zona.

Como la forma y el fondo forman parte del todo, la declaración cumplió los requisitos de la forma, por lo que queda el fondo recogido en el decálogo con las tareas pendientes. Para Colombia el mercado venezolano es muy particular, pero no indispensable, ya que después del irresponsable cierre de fronteras con efectos catastróficos el empresario de fronteras tuvo que reinventarse para subsistir.

Hoy Colombia juega exitosamente en cinco tableros del comercio internacional: en la Comunidad Andina de Naciones, la cual Venezuela denunció mientras Colombia mantiene el liderazgo que ambos países compartían; goza de los beneficios y facilidades que brinda la Aladi;  firmó un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos (2012) y la Unión Europea (2013); es miembro de la Alianza Pacífico (2011) y varios tratados de libre comercio con países del Pacífico (Corea del Sur);  para un total de doce TLC a nivel global; por lo que el mercado venezolano es un pequeño nicho, nada despreciable pero por el momento sin mucha capacidad adquisitiva.

En cambio para Venezuela, Colombia representa un gran reto, la potencialidad colombiana brinda mayores oportunidades, que esos nuevos amigos con los cuales no existe ninguna afinidad ni comercial, ni cultural, ni política ni religiosa.

La iniciativa empresarial colombo venezolana merece el mayor apoyo oficial; el Táchira ya contaba con su ZEE del Táchira Ureña (2014); sin embargo, quedó excluida en las recientes zonas creadas al amparo de Ley Orgánica de las Zonas Económicas Especiales (aprobada el 20 de julio y publicada en la Gaceta Oficial N° 6.710 Extraordinario. La potencialidad de la ZEE del Táchira se encuentra en su ubicación estratégica fronteriza, con sectores textiles, carroceros, calzado y talabarteros, metalmecánico e industrial, su conectividad con los aeropuertos de La Fría; Santo Domingo y San Antonio si lo ponen en funcionamiento; un parque industrial perfilado hacia la producción de bebidas, muebles, químicos y sector automotriz, con suelos fértiles y minerales de gran demanda que le colocan en una posición privilegiada. No queda otra cosa que recordar aquella consigna de aquel gran tachirense que decía “manos a la obra”.