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El Efecto Pigmalión y Venezuela: la fuerza de las expectativas en la construcción del futuro

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El Efecto Pigmalión, concepto extraído de la mitología griega y popularizado en el ámbito psicológico, sostiene que las expectativas y creencias de una persona pueden influir en el desempeño y comportamiento de otros. Es como si todos quisieran y están visualizando un cambio antes de que este suceda.

En esencia, lo que se espera de alguien tiende a materializarse en su actuar. Este fenómeno se ha estudiado ampliamente en contextos educativos, laborales e interpersonales, y mucho en política, pero ¿cómo se conecta con un país como Venezuela y su compleja realidad sociopolítica?

Venezuela vive una crisis multidimensional que ha moldeado las percepciones internas y externas del país. En un escenario de dificultades económicas, polarización política y migración masiva, las expectativas que los ciudadanos tienen sobre su nación desempeñan un papel crucial en la manera en que enfrentan los desafíos.

El Efecto Pigmalión o Teoría de la autorrealización personal sugiere que las creencias colectivas sobre el futuro de Venezuela influyen directamente en las acciones que sus habitantes emprenden para moldearlo

Cuando los líderes, medios de comunicación o figuras influyentes proyectan narrativas de esperanza y resiliencia, estas pueden inspirar a la población a tomar acciones positivas, como participar en iniciativas comunitarias, emprender proyectos o buscar soluciones innovadoras.

Por el contrario, discursos pesimistas o fatalistas pueden perpetuar la inercia y el desánimo, agravando la situación.

Estamos en un momento estelar; a partir del 28 de julio pasado la inmensa mayoría decidió que cambiáramos 26 años de miseria, represión, corrupción por la inserción del país en la democracia que habíamos perdido cuando inventamos colocar a un resentido, acomplejado e inepto grupo de jóvenes militares en el poder.

El liderazgo en cualquier sociedad actúa como un Pigmalión colectivo. En Venezuela, los líderes políticos, sociales y comunitarios tienen una responsabilidad clave en establecer el tono de las expectativas. La historia reciente muestra cómo las promesas de cambio o estabilidad han movilizado a grandes masas, tanto para apoyar como para oponerse a las distintas agendas políticas.

Sin embargo, el cumplimiento o incumplimiento de esas expectativas también ha generado frustración y desconfianza en las instituciones.

La clave para aprovechar el Efecto Pigmalión de manera constructiva radica en establecer metas realistas y viables, respaldadas por acciones concretas. Los líderes que logran transmitir una visión de futuro clara y alcanzable pueden motivar a los ciudadanos a participar activamente en la reconstrucción del país.

Más allá del liderazgo político, la sociedad civil venezolana ha demostrado ser un motor de cambio y resistencia frente a la adversidad. Organizaciones no gubernamentales, grupos comunitarios y ciudadanos individuales han asumido la tarea de crear un impacto positivo en sus comunidades, muchas veces guiados por expectativas de mejora y transformación.

Estas iniciativas reflejan cómo las creencias compartidas pueden influir en el progreso a pesar de los obstáculos.

En un país donde el pesimismo puede parecer la norma, fomentar expectativas positivas y realistas puede marcar la diferencia. Esto no implica ignorar los problemas, sino abordarlos desde una perspectiva constructiva que inspire confianza y acción. La psicología del Efecto Pigmalión nos enseña que el poder de la expectativa no es un factor menor; es un motor capaz de transformar realidades individuales y colectivas.

Venezuela, como nación, tiene en sus manos la posibilidad de usar este fenómeno como herramienta para reconstruir su tejido social y redefinir su destino. Las expectativas, si se alinean con una visión de futuro basada en valores como la solidaridad, la inclusión y la innovación, pueden ser el punto de partida para un renacer que no dependa únicamente de cambios externos, sino del potencial que yace en cada ciudadano.

El Efecto Pigmalión nos recuerda que creer en la posibilidad de un futuro mejor no es ingenuidad, sino una estrategia de cambio político, económico y social

Venezuela puede encontrar en este fenómeno un faro para guiar su reconstrucción, demostrando que las expectativas no solo moldean individuos, sino también naciones enteras.

Es inevitable que suceda y sucederá. Venezuela tendrá en el próximo 2025 la oportunidad de que todo sea diferente para bien del país, de todos los venezolanos, para América y el mundo.

El autor es uno de los millones de venezolanos que hubo de marcharse para protegerse y proteger a su familia.

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