En el contexto de las dinámicas sociales y políticas que han moldeado la Venezuela contemporánea, una cita bíblica resuena sorprendentemente con la realidad que vivimos: «Porque a cualquiera que tiene, le será dado, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado». Este versículo del Evangelio de San Mateo adquiere una nueva dimensión al observar cómo el tejido social y político venezolano ha sido moldeado por lo que algunos notables académicos han llamado el Efecto Mateo.
Originalmente atribuido al sociólogo Robert Merton, se refiere al fenómeno en el cual la atención y el reconocimiento se centran en una figura destacada, mientras que sus colaboradores y contribuyentes quedan en gran medida ignorados, incluso si poseen méritos sobresalientes. Aunque este principio puede aplicarse a diversos contextos, en Venezuela ha sido especialmente palpable en el ámbito político y social.
Sin embargo, es el análisis más profundo del economista y político belga Herman Deleeck el que arroja una luz más precisa sobre cómo el socialismo venezolano ha aprovechado este efecto para profundizar las desigualdades y el desequilibrio político. A lo largo de más de dos décadas, el país ha sido testigo de una redistribución selectiva de la riqueza a través de sucesivas «misiones» y programas de ayuda social.
El Efecto Mateo se manifiesta claramente en la desviación y malversación de los recursos destinados a programas sociales en Venezuela. Lamentablemente, los verdaderos beneficios de estas políticas no llegan a los segmentos más vulnerables de la sociedad, ya que los mismos son gerenciados y canalizados por las élites políticas y económicas. La opacidad y la corrupción en la implementación de programas de salud, alimentación, vivienda y otros servicios sociales han minado el bienestar común y, con el tiempo, han evolucionado en un mecanismo de opresión y angustia colectiva.
La rotación insuficiente en el poder ha permitido que esta dinámica se prolongue, sumiendo al país en una pobreza absoluta y multidimensional. Esta esencia del Efecto Mateo encuentra su fundamento en cómo ciertos patrones sociales pueden perpetuar y ampliar las desigualdades existentes, ya sea en términos de riqueza, oportunidades o recursos.
Venezuela ha enfrentado décadas de políticas económicas asimétricas bajo un mismo gobierno, cuyo fracaso es evidente tanto en el plano moral como en el económico. Sin embargo, esta administración continúa aferrándose al poder con una tenacidad sorprendente. Mientras unos pocos acumulan beneficios a expensas de la mayoría, la población lucha por subsistir con salarios inadecuados y bonificaciones insuficientes.
Echemos un vistazo a las misiones bolivarianas. En el sector de la salud, por ejemplo, los fondos destinados a mejorar el sistema sanitario, como las Misiones Barrio Adentro, han sido desviados sistemáticamente. 24 años después, hospitales y ambulatorios carecen de elementos básicos, medicamentos y personal médico. La calidad de atención ha decaído, afectando la mortalidad infantil y el tratamiento de enfermedades crónicas.
Lo mismo ocurre en los programas de alimentación. La distribución de alimentos ha sido una fuente constante de corrupción, ilustrada en la historia de Mercal y Pdval, que comenzaron con buenos propósitos y terminaron siendo monopolios destructivos. La vivienda, por su parte, tampoco se ha escapado de esta realidad distorsionada. La manipulación de los recursos destinados a los programas sociales ha permitido a empresarios y figuras afines enriquecerse de manera desmesurada.
Los bonos del portal Patria y los recursos naturales que respaldaron la creación del petro no han sido la excepción. La implementación de transacciones financieras en moneda digital ha erosionado la solidez del bolívar, mientras las élites acumulan fortunas en criptomonedas respaldadas por valiosos recursos naturales.
Incluso la transición hacia un Estado Comunal no ha escapado de esta dinámica. La creación de Zonas Económicas militares especiales, junto con otros programas, ha perpetuado la concentración de riqueza en manos de unos pocos, mientras el pueblo continúa sumido en la pobreza.
En este panorama, el Efecto Mateo se erige como el paradigma perfecto para describir la política venezolana actual. La desigualdad en la distribución de recursos, la corrupción enraizada y la polarización política han alimentado esta dinámica perversa. La consecuencia es una nación en declive, con un desarrollo sostenible cada vez más inalcanzable, un país donde las iniciativas de cambio, terminan convertidas en quimeras.
Desde Unidad Visión Venezuela, alzamos la bandera de la equidad en la distribución de recursos y oportunidades. Solo así podremos corregir el rumbo de nuestra historia y avanzar hacia una sociedad inclusiva, justa y próspera.
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