La universalidad de las afirmaciones de la metafísica lleva a la indiferencia frente a lo contingente y caduco, porque se considera que la esencia está en lo inmutable. La metafísica es, pues, el reino de las esencias y del fundamento, el reino de los primeros principios. Estos primeros principios constituyen el fundamento del pensamiento filosófico, las creencias religiosas, las verdades científicas y los cánones éticos (…) Desde la perspectiva metafísica, pensar consiste en referir lo que hay a su fundamento, desocultar a la necesidad que subyace a la contingencia, la esencia que está por debajo de la apariencia, la permanencia que la caducidad oculta.
López (Kenosis y Secularización en Vattimo)
Hacia principios del XX, Comte y su generación pensaron que habían llegado a una etapa definitiva en el conocimiento. El positivismo impedía desde su pensar todo tipo de “indebidas” derivaciones hacia especulaciones filosófico-metafísicas. El otro gran cambio que introdujo Comte fue la renuncia del científico a conocer las causas de los hechos, ya que tal premisa, “conduciría” a postular fuerzas “misteriosas” operantes en los seres naturales; y sólo la ciencia podría ocuparse de establecer relaciones entre los hechos. Ir más allá, según el positivismo, era una tarea para poetas, pero jamás para científicos y filósofos serios.
Durante la segunda década del siglo XX surgió el llamado “Círculo de Viena” y el origen propiamente dicho de la epistemología, en donde tales filósofos querían convertirla en la única ciencia con carácter y sentido de revisión hacia las otras tendencias, es decir, es una “ciencia infalible”. No obstante, el apogeo de la dogmatización de la ciencia epistemológica; significó también el inicio de su declinación, y por ende, en un gran debate que no ha cesado de ampliarse y profundizar, en donde entre múltiples críticas a quienes pregonan la no revisión de modelos “construidos”, surge el proyecto epistemológico de Popper (2002), quien establece como condición lógica de las proposiciones científicas la falsificación, y no la simple verificación como pretendían los exponentes del círculo de Viena.
Tal teoría, entre otros elementos, ha originado que la discusión sobre el porvenir del mundo en cualquier escenario educativo, pedagógico, académico, científico, económico y social, comience a tomar otro rumbo, que amenaza seriamente importantes intereses imperialistas y trasnacionales, que ven en tales planteamientos ideas absurdas y sin fundamento “racional”.
La necesidad de un mundo mejor también pasa por el discernimiento, análisis y comportamiento de las personas ante el sentido de la moral, clasificada en autónoma y heterónoma; allí, sin duda, existen muchos vértices que deben ser discutidos en el plano de la paideia griega, el cristianismo, el laicismo y otras culturas religiosas como esencia para la regeneración del pensar desde los espacios de la escuela.
En este caso, ¿están o no las diferentes doctrinas religiosas asociadas con un origen metafísico? Si la respuesta es afirmativa, y negada a su vez por los teóricos y practicantes del positivismo; entonces estos también deben tener presente que la Teoría del Origen de las Especies de Darwin, al intentar explicar desde la “nada” el principio de la vida; dicha tesis conforma un alto grado de especulación científica que para nada difiere en sus críticas hacia lo metafísico como forma “especulativa” del pensar.
Igualmente, Soto (1999) señala que hemos venido siendo objeto de una tradición (¿ideologización?) occidental, cuya simplificación de planteamientos lógicos y esquemas de razonamiento han respondido a un paradigma de simplificación. Asertivamente, tal autor expone la existencia de esquemas reductibles de pensamientos, cuyos órdenes y sentidos desde nuestra perspectiva estarían conformados por una elite política, científica y académica también unificada en sus aspectos sistémicos, cuya ética a su vez rechaza planteamientos “especulativos”; en otras palabras, lo que no conviene en teoría y menos en praxis, se cataloga como “irracional”, y se descarta como forma de construcción de un nuevo orden, en esta caso en lo sociopolítico y económico. No es casualidad que Soto (ob. cit) fustigue el pensamiento occidental al cual hemos estados subyugados, concretamente desde finales del siglo XVIII hasta el presente, razón por la cual afirma:
Es un pensamiento en definitiva que se apoya en conceptos reificantes y sustancializadores, con un ideal epistemológico que se caracteriza por suponer un punto de vista absoluto, es decir, un observador externo, omnisciente. Esta concepción epistemológica implica paralelamente la idea de una ilusoria objetividad también absoluta a la que no le afecta el sujeto/observador. Tal ideal de conocimiento, propio de la filosofía y las ciencias clásicas es imposible. Así lo muestra la física de este siglo y también la biología. Desde el punto de vista de la acción, lo muestra también la historia social y política, en particular la de nuestro siglo que, cuando ha pretendido determinar/unificar la sociedad, lo ha conseguido en el mejor de los casos, por breve tiempo y por la fuerza, derivando finalmente en barbarie. El fracaso de este modo de pensar simplificador y de la praxis social que de él deriva tiene sumido al hombre contemporáneo y su mundo en una radical crisis. (p.1)
Semejante reflexión epistemológica, deja en entredicho la manera en que ha venido debatiéndose sobre los espacios del saber que existen en las instituciones educativas, u otras formas de representación o asociaciones locales, cuyas multiplicidades de pensamientos serían parte insoslayable para la construcción y el debate de ideas sobre un orden del pensar que permita concebir sociedades diferentes a las conocidas, sobre todo aquellas degeneradas por una inquebrantable anomia, que pareciera es el único norte que no sucumbe con el transcurrir del siglo XXI, y que lo vemos reflejado en guerras que sólo conducen a mayor podredumbre humana; porque al final sólo tendremos derrotados en el contexto de las crisis degenerativas del planeta.
¿Existe el dogma del pensar? Evidentemente que estamos en presencia de controversias, políticas, económicas, sociales, culturales y religiosas, que no confluyen hacia soluciones; por el contrario, son adversidades que deben ser resueltas desde la concepción que hemos denominado suprageocomunicacionalidad, sintetizado en el poder de grandes corporaciones tecnológicas, porque ellas son las que emiten y reciben todo lo que está (de)generando condiciones que tienen que ser (re)orientadas por mecanismos que no solamente hagan universales sus empleos de codificación y avances; sino que también (des)asocien aquellos esquemas que representan dificultades para el porvenir del planeta.
@vivassantanaj_