Por Jesús Quijada
El Magisterio es el sector que se mantiene movilizado y firme en su lucha por las conquistas de dignos salarios, condiciones de trabajo y oportunidades para los jóvenes, en la aspiración de una educación de calidad, convertido en el denunciante de la plutocracia roja, que se dice llamar revolucionaria y sus aliados, quienes llevan un cuarto de siglo entronizados en el poder, sin solucionar ningún problema, que no sea el de ellos y sus entornos. El régimen no tolera las acciones sindicales con persistentes reclamos públicos a nivel nacional, en contra de su triste y fracasada actuación, que tiene sancionados los estómagos de millones de trabajadores de la educación que pasan hambre junto a sus familiares, causándoles altos niveles de desnutrición, además de graves daños a su salud, como consecuencia del total abandono al que han sido sometidos, debido a una política que ha traicionado a los maestros que luchan por su vida, las de sus estudiantes y las de sus familias.
Las acciones cívicas y pacíficas que diariamente se realizan en las distintas regiones, por la conquista y defensa de sus reivindicaciones, motivan desespero e irritaciones que se multiplican en un poder con retórica de guerra que niega la libertad, utilizado como respuestas; sus mecanismos represivos y persecuciones, para intentar acallar el reclamo legal, justo y necesario que supere a través de la educación, el saldo de miseria, declarada por la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) como una emergencia humanitaria compleja. Se ha condenado al magisterio, a los trabajadores y al país en general, con ingresos que técnicamente no pueden llamarse salarios, los más bajos del continente en el marco de la mayor inflación del hemisferio occidental, al hambre y la pobreza extrema, viviendo en la zozobra, siendo sacudido por una crisis interminable que permanece haciendo estragos en una sociedad que vive en la total precarización, deteriorada la democracia y que marcha en un acelerado retroceso, en todos los órdenes.
El magisterio venezolano es la “piedra en el zapato” que pretenden someter, para acabar con las acciones de una lucha sostenida que tiene el apoyo y respaldo de las comunidades educativas y de los ciudadanos en general, por eso la ingratitud de la “camarilla roja” no podrá contra la voluntad y resistencia del sector educativo que se mantiene firme, decidido, esperanzado en sus ideales éticos y morales; haciendo causa común con su accionar colmado de talento, aumentando en cada paso el sentimiento colectivo, desarrollando su capacidad creativa y sus habilidades, ejecutando iniciativas, trabajando con experiencias, generando expectativas y confianza en cada esfuerzo que efectúa que contribuya a potenciar su escala de valores, para enfrentar con acciones estratégicas al enemigo declarado, que le pretende apagar las luces de sus saberes y dejarlos huérfanos para que vivan en la mendicidad.
Es necesario resaltar que el Estado-patrono se convirtió en un poder insensible que se encargó de ir destruyendo las instituciones educativas existentes, constituyó a su imagen y semejanza unas Federaciones y Sindicatos, para atomizar más al magisterio y hundirlo en la miseria, con una dirigencia patronal que solo se encarga de proteger a una descolorida pantomima denominada revolución que está en contra de los supremos intereses reivindicativos de los educadores. Pero es necesario responsablemente advertir la deriva de federaciones y sindicatos que se prestan para hacerle el juego al patrono con el único objetivo de que los intereses de unos pocos no sean tocados y de ese modo permitir los constantes atropellos, daños y flagrantes violaciones contra la normativa laboral que, aparentemente, ampara al sector educativo.
Los esquiroles con su comportamiento alejado de la ética y las virtudes ciudadanas, jamás han asumido su responsabilidad, viven bajo la sombra del patrono, hablan de su falso e hipócrita sindicalismo como una “jaula cazabobos” para pretender engañar a un sector de los educadores. El verdadero dirigente sindical no se arrodilla ni se entrega ante ningún patrón. Su arraigada y profunda convicción la demuestra en cada momento, defendiendo a sus afiliados, sin distingo partidista, para que mejore su calidad de vida. Hacer lo contrario, significa perder la ruta sindical propuesta y caer en el tonto error de la conveniencia, que lamentablemente lo conduce a la degeneración.
En relación con la situación de crisis que padece la educación venezolana, se evidencia que quienes tienen el compromiso de gerenciar la misma, carecen de dicha formación y en ellos hay una ausencia de principios y valores que marginan el sentido ético e histórico de los educadores. Hay una desvalorarización del sistema educativo que ha contribuido a un acelerado empobrecimiento cultural y ha generado un terrible daño antropológico a todo el magisterio, del cual esta decadente “revolución” es la única responsable.
Es el momento que la dirigencia sindical asuma su rol y deje de actuar con caprichos y construya un proyecto con su plan de acción en defensa de una formación académica de calidad. Es un reto histórico que la dirigencia sindical, paralelamente a la lucha por dignos salarios, debe emprender para combatir el diseño de nefastos proyectos que han hundido en el caos y la miseria a nuestro sistema educativo.
La educación es víctima de una crisis total, por lo tanto, el magisterio no puede seguir fragmentándose y sin orientación para darle respuesta a un poder omnímodo que castiga y asfixia al docente, a los estudiantes, y a todos los sectores educativos, colocándolos en un estado de indefensión. El docente es uno de los ciudadanos más fustigados por el régimen, condicionado a vivir en carencias, humillado y sometido a trabajar en condiciones deprimentes, con un currículo ideologizante, ajeno a su formación y condenando a vivir en la pobreza.
Es un imperativo trabajar con una opción pedagógica; reflexiva, crítica, participativa, democrática, independiente que permita construir y darle al docente su valor como ciudadano y deje de ser utilizado como objeto. Donde se permita desarrollar un trabajo con coherencia que dé mayor confianza y credibilidad al magisterio. Esta contribución a través de una dirigencia honesta y con vocación de lucha borraría el oscuro manto que ensombrece a la profesión docente y el trato a su profesión pudiera cambiar. Ejecutar esta tarea necesita de voluntad, a través de la construcción de un gran movimiento pedagógico-sindical, con la valiosa incorporación de educadores preocupados por su carrera, un trabajo comprometido que puede ayudar a derrotar la práctica de un laxismo sindical deteriorado, el cual ha sido utilizado, por el patrono, a través de las amenazas y el chantaje. El replanteamiento de una nueva forma de orientar la lucha sindical va a tener reacciones contrarias y resistencia en las cúpulas de algunos sectores que se oponen a estos cambios y se mantienen cerrados para actuar como lo han venido haciendo tradicionalmente. La lucha por dignos salarios, la reivindicación del estudiantado, con condiciones de trabajo dignas y la formación permanente de los educadores, debe ser la misión primaria de un sindicalista serio y honesto.
(*) Profesor, Magister en Educación, dirigente sindical magisterial.
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