OPINIÓN

El discurso de Guaidó después de su defenestración

por Ender Arenas Ender Arenas
Guaidó BCV-Guaidó oro venezolano

Federico PARRA / AFP

Después de todo. Después de tanta crítica a la falta de liderazgo y representatividad, después de tanto doblez de sus compañeros de partido y de quienes decían ser sus aliados, después de tanto desprestigio esbozados en las diferentes narrativas, tanto las articuladas por el régimen como las que se suscitaron al interior de la propia estructura del interinato, su discurso final, expresado el 5 de enero, con motivo de la designación de la nueva junta directiva del parlamento y la cancelación definitiva del interinato, sin ser una joya de oratoria, nos presenta un Guaidó encarnando el potencial de un liderazgo que nadie apreció en los cuatro años que duró el interinato.

Es una obviedad que su expresión corporal y verbal incluso no expresara el momento y que no se reflejara en su discurso el sentimiento de soledad y desencanto que, seguramente ya había descubierto en él, por el silencio y el olvido, de muchos de sus aliados, sobre todo, del jefe de su partido Leopoldo López, quien solo esbozó por medio de Twitter su solidaridad política y personal… pero con el gobernador de Santa Cruz en Bolivia Luis Fernando Camacho, detenido por el gobierno de Arce.

Sin embargo, Guaidó, llamó a cerrar heridas, para no desangrar e hizo un llamado a iniciar un nuevo comienzo, aunque, como todo discurso hecho con desencanto, no sé si olvidará las cicatrices, cuestión que es fundamental para seguir viviendo.

Y esbozó en su discurso de despedida como presidente de la AN y del interinato, dos ideas importantes: la primera, volver a la política.

En el discurso no dijo directamente, pero se puede leer en él, que más que reformas políticas se hace necesario una reforma de la política, es decir, una revalorización de la política, donde haya un reconocimiento reciproco de los sujetos entre sí. Aquí, aludo al discurso sostenido por María Corina Machado, que prácticamente llama a desconocer a toda la oposición organizada en los partidos políticos como si la construcción de la democracia fuera posible sin el reconocimiento de la pluralidad de los actores y sujetos que la hacen.

También aludo al discurso del G3, que hace llamados a una “unidad nacional” basado en puras estructuras de la sociedad política. Y ya lo sabemos que no se puede concebir una política democrática sin la visibilidad que hoy alcanzan estructuras que provienen fundamentalmente de la sociedad civil, que es clave en una nueva acepción de la política para sociedades de riesgo pleno como la nuestra.

Un consejo para defenestradores, defenestrados y los radicales que no están dentro de los primeros y tampoco dentro de los segundos: lean a Hannah Arendt, para quien “la pluralidad es la condición de toda la vida política”. Obviamente el régimen no lo entiende, al fin y al cabo, la naturaleza de toda dictadura es el desconocimiento de las diferencias, pero para las fuerzas democráticas ese reconocimiento debe ser parte de su naturaleza y por lo tanto debe superar el manejo que hace de la misma, que es de una grosería instrumental.

El otro aspecto al que reiteradamente se refirió Guaido fue a la defensa de la Constitución. ¿Por qué el llamado a salvaguardar la Constitución? Porque ella es el garante de un pacto social para la convivencia y sería la base, primero de un pacto político para la transición, una suerte de lo que los españoles llamaron “ruptura pactada” o la salida chilena que encaró la transición democrática con la Constitución pinochetista, en un proceso de transición continua.

Volver a la Constitución significa en el contexto del discurso de Guaidó la restauración de “reglas de juegos” que no es otra cosa que la revalorización de los procedimientos formales que son procedimientos constitutivos de la actividad política. Que el régimen chavista- madurista no los respete es obvio, ya lo dije, las dictaduras no respetan las normas y procedimientos formales de la democracia, justo aquellas que determinaron su acceso al poder, pero que las fuerzas democráticas no las asuman eso sí es grave.

Ha terminado un ciclo, lleno de esperanzas y de anhelos. Es importante, es prioritario que las luchas por la recuperación de la democracia, esas que siempre hemos emprendido y que hasta ahora no han tenido conclusión alguna, que dejen de ser solo sueños que, como ”los sueños simplemente se interrumpen”.