La participación política es un derecho humano, de hecho, mucho más amplio que acudir a depositar votos. Refiere el articulo 21 de la Declaración Universal de Derechos Humanos que “… el pueblo es la base de la autoridad del Poder Público…”. En teoría es así; pero suele asociarse democracia con sufragio sin percatar de muchas otras libertades que verdaderamente empoderan al pueblo demostrando la existencia de un auténtico Estado de Derecho.
Situación complicada es cuando el voto resulta insuficiente para sentir satisfecho un derecho humano, siempre llegamos al punto de discusión sobre decidir entre legitimar a un gobierno de facto o no participar y tomar acciones para garantizar el respeto a la voluntad de los electores.
La historia ha sido acuciosa en la demostración de que elección no significa democracia, así tenemos por ejemplo a Cuba, donde no hay verdadera oposición al régimen y no la habrá mientras sigan vendiendo el cuentico de que ganan por los votos. Lukashenko sigue enfrentando tanto a su pueblo como a la presión de la comunidad internacional sin que los esfuerzos legítimos apunten a cambio de gobierno en Bielorrusia.
Hay más ejemplos como el envenenamiento a Navalny; en la práctica fue un método similar al de Skripal e hija, pero diferencia el iter criminis, no es un espía sino un líder opositor que está impulsando el Método de Votación Táctica y estimulando a cambios políticos en Rusia, es decir, por su tendencia e influencia canallamente le suministraron químicos tóxicos. Aquí tenemos una clara tendencia que nos permite identificar patrones usuales: ataque inescrupuloso a la oposición o a todo aquel que adverse al gobierno, sometimiento del poder público y uso de la fuerza para soportarlo, convocatoria a elecciones regularmente –incluso prepararse para amañarlas si hubiere riesgo de derrota– y vender a todo momento y en todo lugar la bandera de la legitimidad a posteriori de la “fiesta democrática”.
Lo que ocurre en nuestro país no es invención del régimen, es un patrón preconcebido que simula Estados democráticos sobre la base de las elecciones. La opinión de la comunidad internacional resulta muy importante frente a evidentes fraudes, porque pueden ser vehículos para perpetrar tiranías en el poder, así tenemos a Maduro y Lukashenko en la misma condición de ilegitimidad y vemos a un Vladimir Putin reaccionando al cuidado de ambos mientras en paralelo sigue en coma Alekséi Navalny. Los tres están señalados.
Pareciera que las cárceles llenas de nuestros jóvenes, los ataques a abogados y ONG junto con la represión generalizada más la serie de acciones radicales como asesinar a opositores son demostraciones de poder, clásico despotismo, en realidad son actos inconstitucionales para mantenerse en el poder, pero tratan de venderse como demócratas debido a los resultados de las urnas.
Así pretenden que los votos vengan a significar el equilibrio democrático cuando la realidad es que ser disidente al régimen es una exposición permanente, te enfrentas a ser detenido, reprimido, exiliado o asesinado. Mucho que arriesgar para llegar al punto de encarar elecciones muy desventajosas y sin posibilidades de reconocimiento de victoria, más marcado es cuando estudiamos sobre el factor reconocimiento, lo pretenden por haber celebrado “elecciones” pero el mundo ya no acepta estas prácticas, una muestra viviente es Evo Morales, aún se llama demócrata y alega complot e intromisión pese a las evidencias de que alteró los resultados. Esperemos que así acaben todos.
El derecho a participación política no solo se refiere a elegir y ser elegido, es compartir de las decisiones importantes, de las políticas estadales, aportar ideas o críticas, incorporarse activamente en actividades gubernamentales y colaborar en la construcción de gobiernos sin exclusiones. La progresividad de este derecho invita a que la voluntad sea respetada, no solo expresada y fundamentalmente en que no haya limitación alguna en el ejercicio de las facultades políticas que acompañan a toda persona.
Es un deber denunciar los actos que atenten contra la democracia, para que las elecciones sean libres, el primero que debe serlo es el Poder Público, no habiendo autoridades que apuesten por la equidad, tampoco habrá elecciones que la garanticen, por lo cual el derecho a participación política y el derecho a representación a todas luces está siendo vulnerado y la democracia objetada.
Para que el voto sea muestra de democracia, el sistema tiene que ser libre en todo su alcance, caso contrario la satisfacción de este derecho es una ilusión que solo sirve para legitimar a quienes llevan la ventaja. El voto históricamente ha sido una de las reivindicaciones más anheladas, el problema surgió cuando el voto dejó de ser suficiente.
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