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El devenir del dirigente político

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Ayer, hoy y siempre, el dirigente político en cualquier parte debe afrontar las más disímiles e inesperadas situaciones, fáciles o difíciles, y de una u otra manera debe prepararse para ello. No hay un gimnasio ni un entrenador que antes lo instruya y lo ponga bajo prueba de lo que debe hacer. Prueba que es controlada, según la edad, la contextura y otros datos físicos personales. Quien entrena y prueba es cada circunstancia y, si bien es cierto que el político puede tener un consejero cerca, no menos es cierto que sólo le atañe, personalmente, lo que estudia, piensa y hace, como la suerte que debe correr al frente de otras personas que aceptan su liderazgo y resultan afectadas por sus consecuencias.

Echando una mirada a la historia, creemos que hubo realmente una cierta paz y estabilidad en el país al competir por la presidencia de la República Carlos Andrés Pérez y Lorenzo Fernández, Luis Herrera Campins y Luis Piñerúa Ordaz, Jaime Lusinchi y Rafael Caldera, Pérez y Eduardo Fernández. Las elecciones de 1958, 1963, 1968, 1993, 1998 fueron realizadas bajo la Constitución de 1961 y  ganadas por Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Caldera, quien fue reelegido al igual que Pérez. Todas ellas se efectuaron en el marco de una crisis institucional que comenzaba o estaba en desarrollo. Esas crisis contrastaban con la década comprendida entre 1973 y 1983, con el auge de los precios favorables del petróleo. Así las cosas, confiado el país en sus instituciones, hacer política era relativamente fácil; no implicaba riesgo alguno el desempeño de funciones públicas, los partidos gozaban de prestigio público, y, además, a nadie rayaba hacer de dirigente en cualquier nivel, fuese en el medio vecinal, estudiantil, gubernamental. No había llegado la antipolítica de manos, inicialmente, de aquellos que aspiraban el poder, pero no querían hacer –precisamente– política para ello, sino tomar los atajos de la fama que daba ser dueño de un canal de televisión, ganadora en certámenes de belleza, animador de televisión o cualquier empresario que quería anexara a su currículo cualquier experiencia política.

Hay diferencias. Pongamos un par de ejemplos opuestos, pero que coinciden. Tanto a Herrera Campíns como a Lusinchi les tocó inaugurar sus gobiernos en un clima de tranquilidad, sosiego, con una economía más o menos estable y un orden institucional envidiable. Adversarios políticos, ambos supieron de una anterior etapa de riesgos, sacrificios y dificultades con las conspiraciones de la derecha e izquierda, y una crisis económica. No por casualidad fueron diputados en la década tan peligrosa, como la de los sesenta, y jefes de las fracciones parlamentarias más importantes y cruciales del momento. Se entrenaron duramente en las circunstancias, momentos, situaciones o coyunturas que les tocó vivir, e, independientemente de la apreciación que tengamos de sus gobiernos, me permito únicamente dar un detalle: entregaron el poder a otra persona elegida popularmente, cumpliendo rigurosa y estrictamente con sus períodos constitucionales; no se reeligieron, en dos platos. Detalle este que me ahorra hacer consideraciones adicionales sobre lo ocurrido en el siglo XXI en Venezuela.

La idea que algunos tienen sobre hacer política está asociada al facilismo, los privilegios, la corrupción, los antivalores y la pantallería– Estos aspectos tan negativos, se corresponden con la crisis del país de la gran bonanza petrolera que hizo de la excepción una regla Bastaría simplificar el presente siglo, con aquello de que la crisis no ha concluido. A los fanáticos de la antipolítica generada por la decepción y la desconfianza de la ciudadanía en los liderazgos e instituciones representativas, no les gusta pensar ni reconocer que los hombres y mujeres que construyeron e hicieron la democracia, eran líderes de pensamiento y acción, y les disgusta aún más pensar y reconocer la conducta asumida y las convicciones esgrimidas por quienes hicieron la resistencia antiperezjimenista, incluyendo a los forzados al exilio que fue de trabajo y de resistencia en las luchas cívicas. Sin embargo, hay algo peor que se desee, hoy día,  hacer política bajo la seguridad y, el anonimato que dicen garantizar las redes sociales. Estas expresiones van  desde un pódium para una rueda de prensa con entrevistadores amigos y hasta tarifados, o, de exilio irreal y voluntario para regresar de una costosa universidad y esperar, que otros hagan el trabajo para hacer una entrada triunfal.

En las presentes circunstancias de globalización, aceleración social y cambio político, muchos dirigentes quedan desfasados. La falta de preparación y adaptación a la nueva realidad a la cual se enfrenta el país, sumado a un gran compromiso de trabajo, da una significativa desconexión con la ciudadanía. En estos momentos, ser dirigente implica un compromiso decidido con los planteamientos y las necesidades de  las personas, prepararse constantemente para asumir los compromisos y llegar a una mejor solución de los problemas a los que cuales se enfrenta el país que tanto lo necesita. Insistir, persistir y resistir en mantener al país como centro para llegar a soluciones más democráticas.

@freddyamarcano

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