OPINIÓN

El destino del país en nuestras manos

por Emiro Rotundo Paúl Emiro Rotundo Paúl

Nunca como hoy el destino de Venezuela había estado en manos del ciudadano común, de quienes no militan en los partidos políticos y que, incluso, tienen cierta aprensión hacia ellos por lo mal que se han comportado en estos últimos siete años posteriores al gran triunfo de la unidad democrática opositora ocurrida en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015. En aquella oportunidad, luego de 17 años de ardua lucha contra el régimen chavista, que poco a poco iba arruinando al país, se logró la unidad de las fuerzas opositoras venezolanas que para ese entonces constituían la mayoría nacional. A raíz de ese gran triunfo, se desató la locura, el desenfreno, la codicia y la discordia entre las fuerzas políticas opositoras, en gran parte debido a la generosa manipulación de la billetera oficial.

A partir de entonces, el ciudadano común comenzó a desconfiar de los partidos políticos y especialmente de sus dirigentes, a quienes consideran traidores a la patria, porque en los actuales momentos no estamos protagonizando un juego político común y corriente, como lo era antes, en el período democrático de la mal llamada Cuarta República, en la que esa inconsecuencia y claudicación hubieran sido repudiables desde el punto de vista ético, pero sin que llegaran al grado de responsabilidad y culpabilidad que tal conducta tiene hoy en día, cuando se trata de una lucha por la salvación del país y no una simple pugna por el poder. En esta ocasión, dada la verdadera faz de la lucha contra el chavismo, la inconsecuencia con la lucha popular se convierte en una verdadera traición a la patria.

Como resultado de esa inconsecuencia del liderazgo opositor, el ciudadano común quedó solo ante un régimen opresor y duro que no da cuartel a sus opositores. Sin embargo, poco a poco, la gente ha empezado a comprender que esa situación puede cambiar mediante la acción conjunta y directa de la ciudadanía, sin la tutela de los partidos políticos y de sus dirigentes. Eso es lo que está ocurriendo en estos primeros días del año 2023 con las movilizaciones populares que se están produciendo. Eso es un gran avance que confirma lo que expresa un adagio popular muy conocido que dice que “no hay mal que por bien no venga” y que a mí en este caso me suena mejor cambiando el orden de las palabras y diciendo que “no hay bien que por mal no venga”. De todo lo malo que nos ha tocado vivir, algo bueno tenía que sobrevenir.

Si se mantiene esa tendencia durante este año y el próximo y hay elecciones presidenciales relativamente decentes, no hay duda de que la ciudadanía, ese conjunto mayoritario de venezolanos comunes que quieren desesperadamente el cambio político en Venezuela porque saben que ese es el único camino para salir del infierno en el que estamos metidos, podría lograr sus objetivos mediante una victoria electoral decisiva sobre el chavismo. Sería un triunfo extraordinario que cambiaría profundamente la realidad nacional para el presente y para el futuro.

El régimen tratará de manipular las elecciones, como siempre lo ha hecho, pero no podrá impedirlas porque el costo de esa acción le resultaría muy costoso dadas las condiciones actuales del país. Si la mayoría de los venezolanos acuden a votar y lo hacen por aquel candidato o candidata, cualquiera que sea, que tenga mayor consenso popular, no hay dudas de que se repetirían las experiencias de diciembre de 2015 y la de Barinas de 2022. Un resultado concluyente sobre el chavismo en 2024 no podría ser desconocido por este, salvo mediante un golpe de Estado, que creemos sinceramente que no está en capacidad de dar.

Los candidatos de oposición van a surgir por varias vías. Uno lo hará por medio de las primarias que están siendo organizadas por el sector mayoritario organizado de la oposición, otro por consenso de los sectores opositores disidentes que abogan por un candidato escogido por consenso y uno o más serán los espontáneos de siempre impulsados por su vanidad o por la chequera del régimen siempre dispuesta a comprar voluntades. De esos varios candidatos, la intuición y la inteligencia popular, agudizadas por la necesidad de superar nuestra situación, sabrá escoger aquel candidato que mejor represente los intereses nacionales.

Luego de la experiencia tenida con Chávez, difícilmente la población venezolana se deje llevar por una personalidad basada puramente en el discurso demagógico, el carisma sin sustento, el mensaje mesiánico, la oferta de soluciones mágicas y la pura manipulación retórica. De todo eso está saciado ya el ciudadano común en cuyas manos está el destino del país. Hay que tener fe y realizar entre la población un amplio proceso de diálogo, análisis y discusión en relación con este asunto. En todos los puntos propicios (abastos, mercados, transportes, reuniones sociales y medios de comunicación) se debe tratar este tema clave para el éxito. Las condiciones son propicias. Ahora o nunca.