Ayer comenzó la campaña para la primaria opositora del 22 de octubre que marcará un antes y un después en el panorama político actual de Venezuela. Ese día, el régimen madurista tendrá un baño de realidad, la revolución bolivariana se verá sumida en un mar de dudas e incertidumbres.
La degradación de la “revolución bolivariana” está madura: su carga simbólica ya no existe. La defienden más oportunistas que convencidos. El liderazgo carismático de su “comandante eterno” fue reemplazado por Superbigote, nada empático. Sin apoyo financiero externo, el saqueo al tesoro público ha acabado con la nación, con los servicios públicos y con la infraestructura que existía antes del socialismo del siglo XXI. El país se consume a un ritmo mayor al que se suceden las generaciones: los venezolanos somos, por sí mismos, testigos de la involución y la migración de los seres queridos, es nuestra cotidianidad.
Los opositores al régimen de Nicolás Maduro, tanto dentro como fuera de Venezuela, ejercerán el derecho al voto ese día para iniciar la transición política que millones de ciudadanos desean. Sin embargo, la falta de un modelo político cohesionado, con una visión clara y un propósito común, podría alejar una alternativa clara para las mayorías. La sola vinculación común, el antimadurismo, no es suficiente para unificar visiones y voluntades.
El 22-O revelará la presencia de un liderazgo opositor que canalizará la insatisfacción general del venezolano. Las manifestaciones y luchas populares tendrán una dirección clara. A partir de ese día, en Venezuela habrá alguien que una y represente a las voces disidentes.
La lucha contra el Estado totalitario-mafioso-criminal seguirá siendo una tarea titánica, que se paga con el sacrificio personal que solo egos desmedidos o bondades sobrehumanas pueden permitirse. La sofisticación represiva del madurismo, que combina muy bien el control social extremo con intimidación, arrestos, violencia, y la manipulación emocional en un agradecimiento subyugante, ha impedido la unidad popular para lograr “la libertad, carajo”.
Es esencial reconocer que el desgaste de la “robolución bolivariana” está en un punto crítico. Pero, aún con sus debilidades, el régimen no permitirá el surgimiento de una oposición articulada. El madurismo, que se alimenta del conflicto y el caos, no mostrará disposición a aceptar unos resultados electorales adversos.
A pesar de ello, la presión ciudadana acompañada por la comunidad internacional podría ser la chispa que encienda la resistencia no violenta. Si logran superar las acciones de blanqueo al régimen de Maduro de Lula da Silva de Brasil, Gustavo Petro de Colombia, Andrés Manuel López Obrador de México, Juan González de la Casa Blanca, entre otros, se lograría cambiar el escenario político.
En consecuencia, será crucial si Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Reino Unido, entre otros, deciden hacer valer el resultado de la elección primaria de la oposición para facilitar la salida electoral a la crisis política venezolana. Además, le permitiría a la administración Biden rectificar errores pasados, cuando decidieron recalibrar las sanciones al régimen de Maduro.
Es hora de que los dirigentes de los sectores económicos, políticos, religiosos y sociales comprendan su verdadera fuerza y potencial que con el apoyo externo y un rechazo total a la violencia, pueden consolidar un frente unido que presente una alternativa clara al pueblo venezolano.
Si la oposición no cristaliza pronto este frente común y le muestra al pueblo el fin de una era, quizás se pierda para siempre la oportunidad actual. Pero sí se le estará dando de nuevo tiempo al madurismo para cambiar las circunstancias a su favor. Reagruparse, encontrar el apoyo financiero externo del que depende e incluso conceder ciertas libertades económicas que hagan más insidiosa la falta de libertad real y de derechos.
La tarea no es fácil. La oposición debe presentarse no solo como una fuerza contraria al madurismo, sino como una propuesta de futuro. Más allá de las críticas, es imperativo reconstruir la confianza en una Venezuela próspera, justa y libre, el reencuentro de la nación y la reinstitucionalización democrática del país.
El reloj avanza y el desafío es monumental. La dirigencia de la oposición venezolana tiene ante sí una oportunidad única de marcar un nuevo rumbo para el país. Es el momento de actuar con decisión, unidad y visión de futuro.