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Foto: EFE

Nunca la realidad colombo-venezolana estuvo peor, ni siquiera cuando las relaciones oficiales estuvieron suspendidas.

La situación de Venezuela ya sabemos lo caótica que es en todos los órdenes. Por eso no se le puede atribuir a ella la responsabilidad única. Así que la atonía de las relaciones mutuas, el desmadre diría yo, tiene mucho que ver hoy con la propia realidad interna y política colombiana cuyo estado de gravedad se ha acentuado y ello se refleja en las relaciones con este lado de la frontera.

Parte de ello se manifiesta en que no hay avances en la integración por más que los dos presidentes cacareen su hermandad y su voluntad de interacción creciente. Parte tiene que ver con la suspensión de las conversaciones de paz detenidas por el ELN. Otra parte porque el gobierno de Colombia, aunque declare lo contrario, tiene las manos atadas frente a su propia circunstancia de guerra interna mientras Nicolas Maduro continúe con la connivencia que mantiene con la guerrilla, los grupos irregulares colombiana y el hampa común. Otra parte se explica porque ninguno de las dos administraciones es capaz de generar incentivos en las zonas fronterizas para despertar el comercio regular. Otra parte se explica porque las dos economías no encuentran manera de entrelazarse: Venezuela no tiene nada para exportar y si nos dedicáramos a importar lo colombiano la balanza comercial favorecería nítidamente a Colombia. ¿Para que esforzarse, pues?. Esta es tampoco la hora de ocuparse en conseguir inversiones de terceros en el eje binacional. Otra parte la explica también el debilitamiento interno del Presidente Petro, situación que ocurre al tiempo que las fuerzas vivas de su país cada día toman de él mayor distancia.  Casi ninguno de los proyectos de reforma les ha funcionado y los que han nacido orientación encuentran mil y un opositores y escollos.

El caso es que los dos países se dan la espalda aunque los mandatarios quiebren lanzas en favor de la binacionalidad y la integración. Nadie sabe a ciencia cierta hacia dónde se dirige el gobierno de Gustavo Petro aparte de su constante y descolocado discurso mundial ambientalista y de vociferar consignas procomunistas y en contra del mercado. El hombre no logra estructurar un plan de relanzamiento de su economía. Menos aún es posible entender hacia donde lleva Maduro al suyo en el afán de mantener la cabeza fuera del agua para poder jugar un rol relevante, y en apariencia democrático, de cara a una elección en puertas. La economía venezolana no puede estar peor incluso en momentos de repunte en la gravitación del petróleo en la esfera mundial.

El juego de ninguno de los dos lados se ve bien en el futuro inmediato. Colombia apenas tiene tres años para demostrar que estas nuevas fuerzas de izquierda son capaces de generar mejoras en la calidad de vida de los colombianos. Es poco probable que Petro logre alcanzar la calma social y la seguridad ciudadana que se requiere para encaminar al país hacia un proceso de paz. Las fuerzas militares no parecen estar muy comprometidas con su manera de llevar al país. La guerrilla sigue actuando a sus anchas, la violencia generada por grupos criminales no se detiene, los actores del narco negocio continúan sus actividades con mayor empeño y en asociación con grupos violentos que sacan de ellos igualmente un buen provento.  En el entretanto el empresariado recula y renuncia a meterle el hombro al nuevo gobernante, las inversiones se han detenido y el interés por Colombia como destino de actividades económicas se inhibe. Petro debería dar un importante golpe de timón para encaminar al país hacia un género de ortodoxia que inspire confianza y tranquilidad en estos tiempos turbulentos y de desatención a nuestro continente, pero una actitud de tal orientación no está a la vuelta de la esquina.

Por el contrario, el presidente colombiano ha destapado un sesgo de su personalidad ―el absolutismo a ultranza, la intemperancia― que no lo llevará a ningún lado cuando en su país lo que toca es conciliar para poder avanzar. El país está descontrolado antes de un año de Petro en el poder y el presidente hoy cuenta con pocos aliados mientras la favorabilidad de su electorado flaquea en serio.

No hay cambio en el panorama cercano entre nuestros dos países… realmente un desmadre.


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