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El desempeño internacional de los partidos

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Es inevitable  que exista una dimensión que trascienda a los asuntos meramente locales de la vida política, vida que mejor puede sintetizarse en los partidos que quedan. Por más nacionalistas que se digan estos partidos, aspirando a la más completa autarquía, algo que es absurdo, no dejan de relacionarse con el extranjero. Esto ocurre aún más en la era de la globalización y del globalismo, dos caras de la misma moneda.  Por ello, quiero permitirme tres consideraciones: una, brevemente histórica e ideológica; la otra, sociológica; y, una tercera, paradójica para llegar a ciertas conclusiones que ojalá susciten inquietud.

Por una parte, sobre todo en la era petrolera del milenio pasado, que nos insertó definitivamente en los mercados internacionales de los que antes fuimos concurrentes, extraordinariamente endeudados, surgieron varias escuelas políticas e ideológicas decantadas con el tiempo. Este decantamiento permitió la eliminación del liberalismo – como lo refirió un amigo – que no levantó vuelo con Pérez Dupuy y ni siquiera con Uslar Pietri en los años sesenta.  Luego de varias décadas de proclamas liberales, salidas de la II Guerra Mundial y  en su apogeo el keynesianismo, hicieron su aparición distintas corrientes en Venezuela, siendo tres las más importantes. Primero, el marxismo-leninismo de una vinculación tan profunda, real y comprometida con la Internacional Comunista, obediente a Moscú y  que generó una división interna en Venezuela; en segundo lugar, la del socialcristianismo que tuvo lazos muy fuertes con sus pares en Italia y será muchos años después que lo consoliden con los semejantes de Alemania, cuya fundación (Konrad Adenauer) se tomó muy en serio la promoción de la democracia en América Latina, antes de que privilegiara el Pacífico al principiar el siglo XXI; y, por último,  la socialdemocracia.

Al respecto, hay que puntualizar el celo que tuvo Rómulo Betancourt, fundador de Acción Democrática, de no depender de ninguna referencia exterior, porque acá se leía al propio Betancourt que a Bernstein o a Kautsky, los más famosos autores de la Social Democracia Clásica. El guatireño fue un febril articulista y conferencista, y al publicar “Problemas venezolanos” (1940), dieciséis años antes de la publicación de “Venezuela, Política y Petróleo”, había echado las bases de una interpretación política original de la realidad venezolana. Curiosamente, hubo un pensamiento muy propio y la resistencia de adscribirse a cualquier movimiento internacional, pero Betancourt y toda la dirigencia pedenista y adeísta de entonces, tenían formidables relaciones con el más importante liderazgo político de otros países. Sin embargo, la Guerra Fría forzó a alianzas más estrechas en el mundo occidental. Será en los sesenta que los comunistas se preguntarán del por qué esa dependencia estratégica con la Cuba a la que le obedecía ciegamente el MIR que tanto privilegiaba y al finalizar el decenio, estallará lo de Checoslovaquia y todas las diferencias del mundo.

Por otra parte, ese relacionamiento con el exterior fue madurando hasta generar una burocracia partidista. Los departamentos, las secretarías o las coordinaciones internacionales de los partidos establecen vínculos con sendas organizaciones internacionales, fundaciones sin fines de lucro, medios académicos, por mencionar algunos. De todos los partidos, el más activo fue Copei que estableció estrechos vínculos con la ODCA (para la región latinoamericana) y la Internacional Demócrata Cristiana, mientras que los comunistas no lograron crear una instancia internacional permanente que los agrupase -salvo algunas circunstanciales y coordinadas por Cuba, después de la caída del muro de Berlín, pues, prefieren los vínculos bilaterales-.

La socialdemocracia, desde ya varias décadas, con el perecismo en auge y bajo la influencia de Felipe González, se afilió y profundizó en la Internacional Socialista en la que quiso probar suerte el MAS, Voluntad Popular (ahora arrepentida al acordar recientemente virar a la derecha) y un sector de Primero Justicia que intentó ingresar a la ODCA donde tiene adelantado algunos trámites. Proyecto Venezuela pertenece a dos expresiones liberales y humanista cristiana como la Unión Internacional Demócrata y otra de centro derecha como la Unión de Partidos Latinoamericanos. Sociológicamente, de un lado, los internacionalistas que hicieron vida en los partidos, desarrollaron sendas relaciones en décadas pasadas y, frecuentemente, eran los voceros naturales de los partidos sobre la política exterior, los asuntos de geopolítica y los problemas fronterizos; por el otro, fueron desplazados por una burocracia que obtuvo privilegios. Uno no se explica cómo, al considerar un determinado partido que tuvo también la afiliación a una internacional juvenil, se volvió leña en la era del chavismo.

Ahora, en un último sentido, tenemos una gran paradoja: la completa desorganización de los departamentos, las secretarías o las coordinaciones internacionales de los partidos, a favor de los líderes que son los que se entienden con los gobiernos de otros países, preferiblemente en un exilio que parece generoso porque les permite viajar entre continentes, con frecuencia y comodidad.  Y es que, siendo la comunidad internacional un factor determinante para la liberación de Venezuela, no se sabe de los voceros partidistas en Venezuela, capaces de tratar el tema, incluidos los clandestinos diputados de la no menos clandestina Comisión de Política Exterior de la consideramos en algún momento legitima.

Por lo general, sí los hay, esos funcionarios partidistas son los privilegiados que viajan con los gastos pagos fuera del país, publican en las redes sociales  fotografías con grandes personajes, pero no pasan de comentarios personales en las redes, no hablan en nombre del partido de su adscripción, disfrutan de las fiestas patrias de cada embajada y jamás critican a Maduro, pero prefieren echar tierra a Guaidó sin mencionar el tema de las representaciones diplomáticas del interinato.

Esta falta de transparencia que han generado los partidos en los últimos años – tanto en el manejo de la política interna como externa – es parte de la desconexión entre las dirección nacionales y sus militantes, sin tocar el tema de la desconexión con la comunidad que en algún momento debería desviar su  mirada y tener el conocimiento de cuál es el trabajo que se está adelantando a nivel internacional, como solía suceder en décadas anteriores. Para que realmente se genere el cambio en nuestro país, debemos reorganizar y hacer una  reingeniería en las organizaciones políticas para que nuestros aliados internacionales tengan más credibilidad en el trabajo que se realiza para enfrentar el régimen actual, y, a la vez, vean con más coherencia las acciones que se realicen. Como dibujé al inicio de este artículo, todos los partidos tienen una historia política de la cual pueden obtener información que les lleve a entender que el país tiene 22 años exigiendo  unidad de criterios políticos para salir de una dictadura diferente a la que hemos vivido en el pasado.  Los ciudadanos han resistido, insistido y persistido en su demanda de libertad para el país a la espera de que  los partidos desempeñen su papel protagónico.

@freddyamarcano

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