OPINIÓN

El desdeño de los nobles

por Alejandra Jiménez Pomárico Alejandra Jiménez Pomárico

Es de sabios meditar y abrir bien los ojos, para observar como suceden las mismas cosas a todos los seres humanos. El dolor, la tragedia, el miedo y la aflicción visitan tanto las casas de lujos como aquellos que no tienen techo. Les visualizo como oleadas de pesares que tocan todo a su paso, dejando atrás sobrevivientes con historias victoriosas, heridos en procesos de sanidad y bajas absolutas, donde no queda ni quien cuente la historia. Esto es irónicamente confrontante, pero enseña lo frágil, valioso y penetrante que puede resultar ser el segundero de un reloj.

Existe estirpe noble o ilustre en todos los ambientes o esferas de gobierno. Hombres y mujeres de legados y trayectorias, baluartes para aquellos que saben apreciar lo laudable. Sin embargo, todos son similares ante procesos de separación, agonías profundas y finalmente la tenaz muerte, un igualador interesante ante una vida de prisas y honores con caducidad. Pareciera que de todo esto hay varias formas de salir, bien librado o sobrevivir a duras penas mal herido, mientras sea tiempo, y cuando el sepulcro llama, tanto nobles como miserables sucumben sin ninguna gracia.

Aunque pudieran cuestionar mis palabras, porque los individuos constantemente nos  encontramos en un proceso, en cualquier área de la vida. Tengo una visión dicotómica de este tipo de vivencias, en las cuales, eres redimido en una nueva condición en tu mente y espíritu, o sigues adelante cojeando mal herido, con diversos compartimentos del alma cerrados, con candados cuyas llaves desaparecen a tal punto que alcanzas a ignorar la presencia silente del candado y el acceso a la habitación del dolor, la cual eventualmente debe ser visitada para limpiarse. Esta última forma de procesar las vivencias considero puede ser la más elegante, en apariencia, pero a su vez la menos realista y auténtica, porque nos erguimos como figuras nobles en habitaciones con desdeño.

Asumir una conducta humilde, falible y en construcción notoriamente relucirá, no por estigmáticos trozos de espejo que brillen con la luz, dando la impresión de valor, sino por la autenticidad y fugacidad de una inmaterialidad reluciente, que aun cuando no se grite a los cuatro vientos, la vida brilla. Un rostro alegre es hermoso, un corazón que no se ofende se evidencia en labios amorosos, una frase sincera refleja un actuar sin apariencias. Entonces, la existencia disminuye su velocidad, se caen los falsos brillos de los atuendos y lo simple, lo natural pero que venga limpio, con pureza no ingenua, sino producto de la dolorosa purificación. Esto resulta ser el mayor baluarte y una gran victoria para contar.

Termino de plasmar mis pensamientos y saltan otras posibles opciones para titular mis palabras, pero lo que realmente inspira mi corazón es que podamos ser la generación que suelta los trozos de espejos que una vez fueron entregados como valiosos en pago por aquello que sí era oro y realmente tenía valor. Reenfocando nuestra mirada más allá de la imagen superflua y destellante de noble apariencia, para sustituirla por una mentalidad tenaz, valiente y limpia, que vive y sufre batallas para después enseñar a otros. Abriendo caminos hacia destinos de vida poco turísticos, y sosteniendo en brazos aquellos cuyas heridas le prometen la muerte. Una generación así requerirá sopesar la vida de otra manera, valorar lo que otros han despreciado y mantener la mirada firme en alguien superior, que les preñe de valor y estrategias, aquel que los creó.

@alelinssey20