Venezuela vive actualmente el peor desastre en materia penitenciaria de toda su historia, nunca la situación había sido tan grave como la de ahora, lo cual es mucho decir, porque nuestro sistema penitenciario siempre ha sido muy malo.
En la llamada cuarta república nuestras cárceles funcionaban muy mal, grandes masacres recordamos de esos tiempos, como la masacre del Retén de Catia en 1992, la de la cárcel de “Sabaneta” en el estado Zulia en el año 1994, o la ocurrida en la cárcel La Planta en Caracas en 1996, donde un grupo de reclusos murieron calcinados de manos de un grupo de funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana. Sin olvidar la implosión del Retén de Catia el 16 de marzo de 1997 cuando el para entonces presidente de la República, Dr. Rafael Caldera, pretendió que con esa especie de exorcismo medieval acababa con los males que aquejaban a nuestro sistema penitenciario.
Con la llegada de la revolución chavista, algunos imaginamos que la situación penitenciaria mejoraría, sobre todo porque se promulgó una nueva Constitución Nacional donde por primera vez se incluía un artículo, el 272, donde se establecía como debía ser el sistema penitenciario venezolano y se daban los lineamientos generales de su funcionamiento.
Lamentablemente esta norma constitucional es letra muerta y a pesar de que han transcurrido casi 22 años desde su aprobación, ninguno de los puntos en ella establecidos, se han implementado, el régimen revolucionario se ha negado a cumplir con ese mandato, a pesar de haber sido aprobado por unanimidad de los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente, con ovaciones de pie e intervenciones de algunos de sus miembros anunciando un nuevo sistema penitenciario más justo y humano.
Este desconocimiento a cumplir con el artículo 272 de la carta magna marcaba el inicio de lo que no tengo dudas de calificar el peor desastre penitenciario que los venezolanos hayamos vivido.
Durante esta revolución bolivariana surgieron los “pranes” de las prisiones, una figura desconocida hasta los momentos y que se han convertido en los nuevos regentes del sistema penitenciario venezolano, ellos acompañados de sus “luceros”, una especie de ejército pretoriano que los acompaña, y a los cuales el Estado les ha cedido el control del sistema penitenciario venezolano.
También en tiempos de revolución, la corrupción carcelaria ha ido en incremento. Recuerdo que mi maestro Elio Gómez Grillo siempre decía que “las cárceles eran un negocio tan productivo como Pdvsa”. Las “mafias carcelarias” formadas por funcionarios penitenciarios, guardias nacionales y presos han tomado el control absoluto del sistema penitenciario venezolano y diversificado sus áreas de acción y negocios ilícitos dentro del sistema carcelario.
Por último, la creación del Ministerio para el Servicio Penitenciario el 26 de julio de 2011 fue la guinda que le faltaba a la torta para terminar de destruir el sistema penitenciario venezolano. Este ministerio, en vez de una solución, fue el detonante del caos que viven miles de presos y sus familiares.
No podemos olvidar que la responsable de que los centros de detención preventiva o calabozos policiales se hayan convertido en las nuevas cárceles venezolanas es la que por muchos años dirigió este ministerio, Iris Varela, quien con la prohibición de recibir a nuevos reclusos en las cárceles que ella dirigía, traspasó el problema a los organismos policiales, abarrotando sus calabozos que estaban destinados solo a tener presos por lapsos no mayores de 48 horas.
Finalizo diciendo que nunca en la historia los presos venezolanos se habían muerto por desnutrición y enfermedades no atendidas como la tuberculosis, y que estas causas hayan suplantado a los enfrentamientos entre reclusos como principal causa de muerte en nuestras cárceles, como ocurre hoy en dia.
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