Para los efectos de este escrito me referiré a la denominación genérica de falsa oposición para aludir directamente al grupo del G4 que orbita en torno al llamado gobierno interino de Juan Guaidó. El otro grupo también de la falsa oposición integrado por los alacranes ya opera desde el corazón mismo del régimen y prácticamente no tiene ninguna diferencia con el chavismo.
Casi por defecto cada vez que se habla de negociaciones entre el chavismo y la falsa oposición esto se traduce en buenas noticias para los negociantes y malas noticias para los venezolanos. En el conglomerado de los negociantes el régimen chavista logra su objetivo más preciado: Seguir ganando tiempo mientras logra la implantación definitiva de su modelo. Por su parte los negociantes de la falsa oposición logran que se les siga reconociendo en ámbitos internacionales como una alternativa política al chavismo. Para el resto de los venezolanos solo queda padecer las consecuencias de una nefasta política procreada por ambos bandos que avanza en la destrucción de la nación venezolana.
Este es un círculo vicioso que ya cumple dos décadas y se sigue presentando como un diseño novedoso a pesar que sus actores y sus mañas son ampliamente conocidas. La esencia de estas negociaciones sigue siendo la misma. Darle tiempo al régimen para consolidar su posición política y validación a la falsa oposición para seguir cobrando por el usufructo de la franquicia. Solo cambia el empaquetamiento que se le hace tragar a los incautos con los más variados y entretenidos argumentos. Desde aquella falacia de “hay que dar la pelea desde adentro”, pasando por las ilusiones electorales hasta llegar hoy al improvisado Acuerdo de Salvación Nacional.
Desde la óptica de la falsa oposición siempre habrá razones para justificar las negociaciones con el chavismo. Y ante el inocultable fracaso de esa política cohabitadora también habrá siempre una justificación para tratar de explicar porque la ronda de negociaciones de esa temporada no funcionó. Así se nos va el tiempo mientras la falsa oposición le echa la culpa a otros, evade su propia responsabilidad y se prepara para ir a la negociación siguiente. Entonces muy convenientemente los falsos opositores tratan de posicionar un discurso donde el chavismo pareciera que surge de la nada y ultimadamente la culpa seria de los propios venezolanos que lo han tolerado, no de la dirección política cuya política ha fracasado desde 1999.
La ronda de negociaciones de esta temporada quizás ha sido la más lastimosa y vergonzosa de todas. Sin nada concreto que tranzar con el chavismo los operadores de la falsa oposición con Juan Guaidó a la cabeza se han embarcado en una campaña mediática que combina halagos y amenazas al régimen chavista para justificar estas nuevas negociaciones. En realidad hay poco o nada que negociar porque las sanciones contra el régimen y sus operadores por parte de los Estados Unidos y otros países están a punto de ser sustancialmente modificadas con o sin negociación antes de finales de 2021.
Frente a una dinámica propia de la dialéctica de Estados, que el interinato de Guaidó no logra entender, solo le queda sumarse a la cola de una serie de eventos que, sumados al levantamiento o modificación de las sanciones contra el régimen chavista y a la pérdida de apoyo internacional, le ponen una fecha de expiración real al llamado gobierno interino de Juan Guaidó.
Esta realidad es la que ha forzado un giro drástico e improvisado en la política de un interinato que justificaba su propia duración “hasta que caiga la tiranía”. como una promesa al infinito. Hasta hace unos meses los operadores de la falsa oposición atrincherados en el interinato hablaban de un genérico y difuso cese de la usurpación. Hoy la nueva situación los ha obligado a dejar a un lado los viejos mantras y adoptar nuevos slogans que parecen excusas para justificar decisiones que ya han sido previamente tomadas. Así en forma abrupta, desesperada e improvisada es como surge el Acuerdo para la Salvación Nacional que luce más como una campaña publicitaria para lavarle la cara a la falsa oposición y justificar su decisión de participar abierta o discretamente en las elecciones regionales de este año.
La campaña publicitaria que acompaña al llamado Acuerdo de Salvación Nacional tiene objetivos ambiciosos. Por una parte tiene que convencer a la gente que la falsa oposición “obligó” al régimen chavista a ceder condiciones electorales y por eso hay que participar en las regionales de este año. Pero además esta campaña intentará explicar cómo la falsa oposición se ha convertido en el mejor abogado del régimen al pedir, incluso antes de sentarse a negociar, el levantamiento de las sanciones contra el régimen y sus operadores. Aquí la definición de salvación nacional podría ser lo suficientemente amplia para incluir la salvación personal de los chavistas y sus fortunas.
“¿Y qué pasaría si el chavismo no cumple con lo negociado?”, se pregunta socarronamente Juan Guaidó. Pues nada, que habrá que presionarlo para que cumpla, se responde a sí mismo tratando de atenuar el inevitable costo político de esta desastrosa cadena de equivocaciones. Por supuesto, no explica los detalles de esa “presión.” Pero en todo caso esto sería algo para abordar luego de consumadas las elecciones regionales donde la falsa oposición está obligada a participar sí o sí para sobrevivir en el mundo de las clientelas que parasitan del Estado chavista. Bien sea que participe en forma directa o indirecta, por interpuestas personas (partidos). El cómo lo harán dependerá de lo que los publicistas del interinato consideren es la opción más o menos impopular.