OPINIÓN

El debate como antídoto a la intolerancia

por Omar Ávila Omar Ávila

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En medio de la incertidumbre política que caracteriza a Venezuela en vísperas de las elecciones presidenciales del próximo 28 de julio, se alza una clamorosa necesidad: la celebración de un debate político entre los candidatos presentes en el tarjetón electoral. Este llamado no solo responde a un anhelo popular de transparencia y claridad en las propuestas, sino que también busca romper con la polarización que ha marcado la política venezolana durante demasiado tiempo y el derecho del pueblo a conocer a los legítimos candidatos presidenciales.

Durante los últimos 25 años, Venezuela ha enfrentado una dolorosa dicotomía entre un gobierno cuestionado y una oposición que ha sido incapaz de ofrecer una alternativa convincente. Esta polarización ha dejado al país estancado en un ciclo de descontento y falta de progreso, donde el desencanto hacia ambos bandos tradicionales ha alcanzado niveles históricos. Es evidente que los venezolanos anhelan un cambio real y tangible.

El propósito de un debate político claro y sustantivo es ofrecer a la ciudadanía la oportunidad de evaluar a los candidatos no solo por sus promesas vacías o sus estrategias mediáticas, sino por la solidez de sus propuestas, la viabilidad de sus planes y la coherencia de sus visiones para el futuro del país. Más allá de la retórica vacía, es hora de que los candidatos demuestren su capacidad para abordar los problemas fundamentales que enfrenta nuestra Venezuela: la crisis económica, la escasez de servicios básicos, la migración masiva de ciudadanos en busca de oportunidades, así como la restauración del orden democrático y los derechos humanos.

Es imperativo que los ciudadanos tengan la oportunidad de ver cara a cara a aquellos que buscan liderarlos y exigirles respuestas concretas a sus preocupaciones. Un debate político robusto no solo ilumina las diferencias entre los candidatos, sino que también empodera a los votantes, brindándoles la información necesaria para tomar decisiones informadas y responsables en las urnas.

Es momento de dejar atrás la lucha estéril entre dos cúpulas políticas que han demostrado más preocupación por sus intereses particulares que por el bienestar colectivo. Los venezolanos merecemos opciones reales y no deben estar condenados a elegir entre lo malo y lo peor. Es tiempo de explorar una tercera vía, representada por líderes comprometidos con la integridad, la transparencia y el verdadero servicio público.

En conclusión, convocar a un debate político antes de las elecciones del 28 de julio de este año, no es solo un acto de transparencia democrática, sino también una medida urgente para revitalizar la esperanza y la confianza en el proceso electoral. Es el momento de demostrar que hay alternativas viables y de calidad para el pueblo venezolano, que el cambio es posible y que no deben conformarse con menos de lo que merecen como ciudadanos de una nación con un potencial innegable.

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