El covid tiene un número, el 19. No así sus víctimas letales.
Sus víctimas no son mero número, son personas con rostro, nombre, apellido, una vida, una vocación y una familia para los que ya no están, así, de repente. ¡Devastador! Tal es el caso del joven caraqueño Rommel Andrés Ferrante González.
No se tiene certeza –la sección consular venezolana en Italia es ineficaz y tirria respecto a sus compatriotas–, qué lugar ocupa Rommel en el ranking de venezolanos muertos en Italia a causa del coronavirus, porque no debería existir codificación tal. En ello coincidimos con la representante del gobierno interino de Guaidó en Italia, la diputada Mariela Magallanes.
La gran cantidad de muertos en Italia ha sorprendido al mundo. Y el asunto de la muerte de Rommel Ferrante ha sorprendido y enlutado a la comunidad venezolana presente en este país. Con la misma congoja por la expiración de otro venezolano, el padre Miguel Ángel Tábet (80 años), primer sacerdote que muere en Roma, fallecido un par de días antes que Rommel. Un abril luctuoso.
Rommel deja una viuda, Nathalye Gómez, y dos hijos: Aaron, de 11 años, e Isabella Sofía, de 7 años. La niña ha preguntado por què siendo tan chiquita se ha tenido que quedar sin su papá. Rommel (hijo único) perdió a su padre en un accidente de tránsito cuando apenas tenía 12 años, un año más que los que tiene su hijo Aaron ahora.
Se dice que el coronavirus mata casi el doble a los hombres que a las mujeres, y eso es un dato, pero el hecho que a mí como coterráneo más me importa es que el coronavirus cobró la vida de un hombre nacido en Venezuela como yo, emigrado como yo, él con apenas 46 años, no tenía condiciones preexistentes para que el maléfico virus pudiera hacer trágicos daños, como los hizo.
La esposa del fallecido, Nathalye Gómez (también venezolana oriunda de Puerto Ordaz), dijo que su esposo no fumaba ni consumía alcohol, se mantenía físicamente activo y comía saludable. “Le puede pasar a cualquiera, es real y puede matar a cualquiera, tal como ha matado a mi esposo”, concluyó la viuda. Bendita sea que no se infectaron ni ella, ni sus dos hijos. Son una familia muy apegada a la fe, tanto como el padre Tábet (descansa en paz).
Nathalye, antes de comunicarles a los hijos la muerte de Rommel, oró de rodillas, luego les leyó un versículo de la Biblia a los niños y después les hizo saber la triste noticia.
La familia Ferrante González llegó a Bérgamo en junio próximo pasado, él era técnico en turismo, ella abogado. Vinieron hace menos de un año al norte de Italia, con la esperanza de ofrecerle un mejor futuro a sus hijos.
Unos primos segundos de él viven entre en Roma y Terracina, por ende, existe la posibilidad de que la viuda con sus niños se transfiera a la capital italiana, aunque para ella todo es por los momentos una gran incógnita en su vida.
Se presume que él haya contraído el covid-19 usando los medios de transporte público en Bérgamo, una de las ciudades de la región Lombardía, más afectada por la plaga. Tenía en agenda ir al mar en el venidero verano, pues amaba la playa.
Los niños están muy mal. Mi papá hubiese hecho tal cosa, estos zapatos me los compró mi papá… y la señora, ni se diga.
Todo le parece surreal. Son personas Rommel y el padre Tábet y están junto a la infinita certeza de Dios.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional