A estas alturas de la vida, todavía hay quienes no comprenden cuál es la naturaleza del régimen que padecemos. Lo creen un accidente más, aunque ya sobrepasa los veinte años. Además, creen que Maduro es tan decente y cortés que nadie lo entiende, que en algún momento ―por una u otra circunstancia― pueda rectificar. Sin embargo, sobran los analistas que apuntan a sus características más feroces, violentas y corruptas, fotografiando la realidad. Es un régimen de un novedoso cuño totalitario, con participación electoral y consecuencias nada sutiles y anecdóticas.
Hay otro sector opositor, raudo y valiente, que con los más increíbles errores de ortografía, en su discurso digital, a través de las redes sociales y mensajería más corta, evaden las realidades y muchas veces ni las conocen, las maquillan y fingen ser hábiles operadores y asesores políticos y, así fracasan, constantemente, infundiendo cada vez más el desánimo en la ciudadanía que en el fondo guarda esa llama democrática de cambio, aún sin querer y queriendo.
Es un grupo cuyos integrantes sospechan de las cosas, y en algunos casos conocen, de la esencia del cubano-madurista, pero no tienen coraje alguno para entenderlo y menos para expresarlo. Son los retóricos de esta hora, los políticos de la nueva era. Son los que llenan las redes de sandeces, descalificaciones y, frecuentemente, sin ninguna plataforma de carne y hueso, porque no es lo mismo criticar desde la comodidad de su casa, que desde la calle donde se vive y se padece.
Este es el mes del aniversario natal de Rómulo Betancourt, quien tuvo precisamente el coraje de haber entendido el fenómeno representado por Fidel Castro, quien fue recibido por todo el mundo con júbilo, vítores y devoción. Nadie dejaba de tomarse una gráfica con él. Betancourt se vio obligado a recibirlo. Lo hizo con un claro escepticismo. No le gustaba y nunca le gustó. Y tuvo el valor inmenso de denunciarlo ante el mundo, cuando comprobó el sovietismo del siniestro barbudo que financió la subversión armada de Venezuela, y así lo denunció Betancourt a los cuatro vientos.
Debemos recuperar ese coraje que se ha vivido en Venezuela desde la época de la Independencia, con grandes personajes de la historia y de la actualidad. Personajes que fueron capaces de sacrificar hasta su propia vida en beneficio de su país y de sus pobladores. Mantener presente que cuando el político sobrepone sus intereses personales y hasta económicos sobre su papel de servidor público, pierde la esencia y el norte de la lucha, a la cual nos enfrentamos. Denunciar lo oculto, proclamar lo bueno de la democracia, defender el patrimonio de la independencia y nunca olvidar nuestras raíces de libertad nos ha dado y seguirá dando el coraje para resistir, insistir, persistir y entender que un régimen jamás será para siempre.
@freddyamarcano