Lo expresan muchos articulistas, que el régimen ha venido cometiendo errores por su excesivo apresuramiento con relación al tema de la primaria. No voy a entrar en esta discusión, muchas veces los aparentes errores cometidos por el chavismo han terminado por no serlo, pero lo que sí es cierto es el pánico que ellos le tienen al hecho de que María Corina Machado les gane la primaria y tengan que enfrentarla en la próxima elección presidencial. Si el proceso de recuperación de la esperanza en la posibilidad de un cambio político que ella viene liderando continúa la tendencia observada hasta ahora, la participación en dicha elección sería altísima y los del régimen saben que, en tales circunstancias, sus posibilidades de poder alterar con visos de verosimilitud el resultado se ven grandemente mermadas.
Por esta razón, todas las informaciones que recibimos apuntan a que ya están acariciando propinar un tercer golpe a la primaria, esta vez usando como herramienta de la “ilegalidad” a la Sala Electoral del TSJ. La sentencia que ya tienen días cocinando pero que, al parecer, todavía albergan dudas para publicarla –escribo estas líneas el 20 de julio y hasta ahora no han dado el paso–, dispararía dos poderosas balas contra la primaria. En primer lugar, convertiría en mandatorio el hecho de tener que ser acometida por el CNE, esto les aporta un margen amplísimo de maniobras. Y en segundo lugar, prohibiría la participación de los candidatos inhabilitados. Se persigue con esta sentencia terminar de fracturar a la oposición.
Yo aprecio esa movida ajedrecística del régimen como muy riesgosa, para ellos, pero siempre se dice que existe un momento en el cual las dictaduras pierden la conexión con la realidad y esta pérdida las convierte en más peligrosas. Insisto entonces: la considero riesgosa porque estoy convencido que de esta parte disponemos del antídoto perfecto para convertirla en fuerza a favor nuestro. A raíz de los fuertes rumores sobre la írrita sentencia, mucha gente anda elucubrando sobre el qué hacer. De hecho, ya han comenzado a circular propuestas sobre mecanismos alternativos para sustituir a la primaria en caso de que no pudiera darse en la forma como fue concebida. Los más mencionados son las consultas ciudadanas en distintas y muy variadas versiones. Imagino que este sería el formato preferido por aquellos que privilegian la ruta democrática para seleccionar a la cabeza visible de la nueva oposición que tan urgentemente necesitamos. Sería lo ideal, pero…
¿Serán posibles estas consultas? Ante los acelerados pasos que viene dando el Régimen para terminarse de quitar el disfraz democrático ante la comunidad internacional –no hubiesen querido pero sienten que el fenómeno del calentamiento social le viene obligando-, no me extrañaría que la posibilidad de organizar consultas también fuese severamente reprimida. De manera tal que mi propuesta es más sencilla y menos riesgosa, es la del consenso patriótico de las fuerzas reales de oposición. No incluyo en éstas a los alacranes, ni a los Bertucci, ni al Conde ni otros nobles que pudiesen aparecer en el camino. Ellos activan en política para su beneficio personal y el del régimen.
No se puede tapar el Sol con un dedo. A estas alturas del proceso todas las encuestas e imágenes nos dan cuenta de quién es la persona que está al frente del inesperado fenómeno de regeneración del deseo por una activa participación conducente al tan ansiado cambio político. El «Ya está bien» retumba por todos los rincones del país y premia a las admirables virtudes de la consistencia y la perseverancia en la lucha, así como el no habernos nunca engañado. Quizás hagan falta más pronunciamientos de organizaciones de la sociedad civil al respecto, pero la realidad la tenemos al frente y no nos miente. Cualquier proceso de discusión que se abordara para seleccionar al nuevo líder de la oposición y que se orientase en atención a los más altos intereses de la patria, no podría elegir a otra persona que aquella a la que el régimen más teme. ¡Y con razón!
Cuando he expuesto esta idea a amigos, personalidades y grupos, me califican de ingenuo. «Eso no va a pasar», es una afirmación que se repite como respuesta con bastante frecuencia. ¿Y por qué no? –tercamente me pregunto-. Ya va siendo hora de que todos esos líderes y actores políticos que por un período de veinte años han llevado las riendas del proceso opositor sin éxito alguno, más bien severos retrocesos; que saben que han perdido la confianza ciudadana como lo reflejan indicadores de muy diversa naturaleza, reflexionen y den el paso con hidalguía y patriotismo. Eso les enaltecerá, lo contrario los seguirá hundiendo en ese magma provocador de un creciente y profundo recelo ciudadano.
Quizás este artículo sea, en exceso, provocativo. Pero me dije: voy a intentarlo. Puede calificarse de “naive” pero está sustentado en una poderosa verdad. Me siento amparado además por todo el repertorio de las virtudes que deberían prevalecer en la política. ¡Es cómo deberían proceder! Y estoy seguro de que la gran mayoría piensa de similar manera. La lógica, racional y patriótica decisión que debe emerger de ese consenso está cantada. ¡Es lo que la gente espera! Concretarlo constituiría una poderosa contrajugada a la del régimen. Ya no le quedaría más remedio que jugarse su suerte en una dinámica de caída libre, por lo del crecimiento exponencial de su costo político frente a una ya irritada comunidad internacional. Ésta tendría que reconocer la necesidad de ajustarse a las demandas del nuevo liderazgo opositor. Desde allí en adelante, el proceso continuará siendo muy dinámico, el consenso patriótico no es la solución por sí solo, pero sí se constituirá en un trascendental paso de avance.