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El comienzo del final de un régimen

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Para quienes dudaban de la fuerza del voto para enfrentar la tiranía, el pueblo venezolano les dio la respuesta contundente el pasado domingo 28J ante la comunidad internacional, en torno a cuál es el antídoto más efectivo para enfrentar el autoritarismo. En efecto, la participación masiva fue la principal evidencia del delito de fraude al constatarse el volumen del crimen cometido por un régimen en pánico, cuyo sustento directo es el respaldo del Alto Mando de las FANB.

El pueblo cumplió con el voto aplastante por Edmundo González y ahora se alista a consumar la epopeya de cobrar la victoria obtenida, al demostrar ante el planeta el verdadero rostro del dictador y su séquito, quien no ha vacilado en utilizar su método preferido la represión mortal, para intentar contener la rebelión desatada por todos los sectores sociales en ciudades, pueblos y campos del territorio nacional, recalcando que no es convocada por la dirigencia opositora, ha sido la reacción espontánea del ciudadano al sentirse estafado por el CNE.

Con el resultado de las elecciones presidenciales se evidenció la ruptura definitiva de la población con el chavomadurismo, mediante un proceso que tardó años al agotarse la paciencia popular, al sufrir durante un cuarto de siglo la espera de la redención que finalmente concluyó en miseria, pobreza y muerte, en un contexto alimentado desde el Estado plagado de limosnas, discursos ideológicos y de improperios contra el imperialismo.

Las dimensiones del crimen del régimen chavomadurista no tiene límites, ni comparaciones por su precariedad en nuestro continente, al sustraerle durante 25 años la oportunidad al noble pueblo venezolano de acceder a las coyunturas de posibilidades del siglo XXI, por el contrario, como túnel del tiempo lo envió a las montoneras del siglo XIX. Esa cicatriz perdurará en la memoria histórica nacional para nunca más repetirla.

Su impronta lanzó al tremedal a más de 9 millones de venezolanos, fracturó familias, condenó a la precariedad a todo un país, a tal extremo que las muertes en el exilio y en el territorio nacional son responsabilidad de un régimen criminal, cuyo objetivo fundamental fue sacrificar a todo un pueblo, solo para convertirse en agencia predilecta del eje planetario del mal.

Ante el rechazo y el aborrecimiento contra un régimen tiránico ¿a qué se aferra para mantenerse en el poder? En primer lugar a su rol de alfil de las dictaduras más connotadas a nivel global: Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Bielorrusia, Nicaragua y Cuba, destacando el dictador Putin, quien ha ofrecido a Venezuela como base de cohetes nucleares en la amenaza a una guerra planetaria, en segundo lugar su poder financiero lo fortalece con el narcotráfico, siendo el Cartel de los Soles reconocido y condenado por la justicia internacional; en tercer lugar, el auspicio del paramilitarismo con la presencia en territorio nacional de la Yijad Islámica, Hezbolá, ELN, disidencia de las FARC y finalmente con el Alto Mando Militar como guardia pretoriana del régimen.

El ejercicio de ese maléfico poder mediante sus afluentes ha conllevado al chavomadurismo a entregar nuestra soberanía nacional, nuestros recursos minerales más preciados, nuestro territorio y sobre todo convertir en vulnerables a la población condenada en casi 90% a la pobreza generalizada.

Pues bien, todo ese entramado y sus consecuencias está saltando por los aires a los ojos del planeta, ante la insurrección espontánea en todo el país, donde el plazo de caída de un régimen se respira en el ambiente, cuyo destino más temprano que tarde en plena agonía será su final.

En estas circunstancias es vital el rol de los gobiernos democráticos de América Latina encabezados por la OEA, de la Unión Europea y del mundo en general, cuya participación es fundamental para evitar el “baño de sangre”, que durante un cuarto de siglo ha conocido nuestra historia reciente, como política de una tiranía que lo ha aplicado en diversas oportunidades para mantenerse en el poder.

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