OPINIÓN

El cocktail de las desilusiones

por Víctor A. Bolívar Víctor A. Bolívar

Diálogo venezolano, Noruega

El gran desafío que representaría para la oposición del G4 la decisión del régimen de retirarse de la mesa de negociaciones sería de dimensiones catastróficas. Dan fe los esfuerzos de esa oposición oportunista e inescrupulosa, en montar la tramoya increíble de convertirse en garantes de la impunidad del más grande malhechor de la comarca, Alex Saab.

Maduro confesó y desnudó la entente: “El gobierno de Estados Unidos le aseguró a la oposición que no se iba a llevar a Saab para no romper con el diálogo, pero lo hizo. Lo secuestró y en protesta nosotros nos fuimos». Esto pudiera explicar el insólito planteamiento de que ese malandro complementara la delegación de la dictadura,

No les quedó de otra que suplicarle al régimen su retorno al diálogo por la via de un “exhorto”. Pareció más un desesperado acto de impotencia y culillo que un real manejo de la agenda política. De materializarse tal decisión con carácter definitivo, esa oposición -de ser consecuente con los altos fines humanitarios que dicen perseguir con el diálogo- tendría que asumir por ende su retiro del reparto electoral que fue concebido, programado y consolidado por la propia mesa en México.

Pero imaginemos por solo un instante que los miles de candidatos postulados por la MUD queden guindando de la brocha. Eso les eriza la piel y, aterrados todos, bailarán al son que les toque un inclemente régimen que no se anda en pendejadas. Sin embargo, cabe preguntarse si al oficialismo que ya ha amagado en varias ocasiones con patear a la mesa le interese mantener las negociaciones.

El cuestionamiento de la integración de la delegación de esa oposición, cuando decidieron la exclusión de Carlos Vecchio, las sesiones fallidas por inasistencia o impuntualidad de los representantes del chavismo, el condicionamiento a demandas imposibles de cumplir, el cuestionamiento a la misión europea, etc., más que aguaje evidencia una carencia de compromiso con resultados distintos al verdadero propósito de reconocimiento a la legitimidad de Maduro mediante unas elecciones que ya no se pueden echar para atrás.

Basta agregar, a este cocktail de desilusiones, el triste espectáculo que con los ya públicos dimes y diretes montan los principales actores, con denuncias mutuas de manejos indebidos, renuncias exigidas, acciones judiciales entre ellos, etc., todo para beneplácito del régimen. Queda flotando en el ambiente la duda de si tamaño desaguisado es deliberado. La insensatez es tan obvia como para no desestimarlo.

El epílogo que nunca hubiésemos querido escribir: a) La participación de la oposición, en las condiciones señaladas, abonará la pretensión legitimadora del usurpador. b) Ese hecho, a su vez, será aprovechado por el régimen para un conveniente reacomodo en el ámbito internacional, que procurará la neutralización o disminución de la preponderancia de los Estados Unidos. c) La comunidad internacional, hasta ahora el único soporte del interinato, lo dejará de reconocer y con ello se decreta el fin del parapeto en el que se convirtió. d) Esa oposición, con los pocos cotos de poder que le otorguen, quedará en condiciones de una minusvalía tal que no podrá ni siquiera articular el referéndum revocatorio. e) De no ocurrir un deseado evento extraordinario que cambie el rumbo actual, llegaremos con el usurpador a las presidenciales del 2024. Así, o más claro.