Corren de nuevo rumores acerca de una cercana extradición de Alex Saab, de su prisión en Cabo Verde a Estados Unidos. ¿Serán ciertos esta vez? Al momento de escribir estas líneas, que sepamos, sigue bajo custodia de las autoridades del país africano.
Debemos admitirlo: no nos genera excesiva confianza la actitud de los responsables del asunto en Cabo Verde, tanto de los políticos como de los jueces que han llevado adelante (¿o hacia atrás?) el reto de hacer lo que es debido. Ello no es otra cosa que enviar a Saab a Estados Unidos y asegurarse de que sea juzgado en función de los muy graves cargos de que se le acusa, todos ellos vinculados a su papel como instrumento de un régimen opresor y corrupto.
El camino tomado a partir del momento de su captura, aparentemente accidental, y hasta el día de hoy, más parece un circo que otra cosa. Eso sí, un circo con ingredientes de teatro del absurdo, de películas del agente 007 o de viejos filmes de espionaje en tiempos de la guerra fría, sin que hayan faltado elementos que nos recuerdan, a quienes tuvimos la suerte de leerlas en su momento, las novelas del escritor británico Graham Greene, ambientadas en países tercermundistas caracterizados por la inevitable presencia de nuestro realismo mágico. No han faltado vuelos nocturnos de aeronaves no identificadas, murmullos que insinúan preparativos de rescate, insinuaciones acerca de la llegada de espías y todo el resto de componentes propios de eventos que podrían acabar mal.
Son tres los escenarios capaces de explicar la tardanza de las autoridades competentes en Cabo Verde, para ejecutar una tarea que a los venezolanos que luchamos contra el régimen madurista nos parece bastante obvia, es decir, extraditar a Saab y ponerle bajo el control de Washington. Tales escenarios son, en primer término, que el evidente retraso se ha debido a un escrupuloso seguimiento de las normas de justicia imperantes en esa nación. En segundo lugar, que las autoridades en Cabo Verde están apostándole al mejor postor, a ver si Estados Unidos es capaz de competir con las seguramente muy jugosas ofertas, recompensas y chantajes que el régimen de Maduro mueve a favor de su protegido. En tercer lugar, como ya sugerimos, que este lamentable y penoso proceso haya funcionado de acuerdo con el tradicional desorden burocrático y la recurrente incompetencia vigentes en tantos lugares del mundo.
No sabemos dónde está la verdad. Al menos no lo sabemos todavía. Pero lo que sí es claro, más allá de toda duda en el plano político, es que Saab merece ser juzgado en el país donde están presentes tanto los fundados señalamientos criminales, como la mayor parte de las pruebas acerca de sus actos ilegales, tropelías y desafueros, actuando como bisagra de una trama corrupta y malvada. Dicha trama incorpora delitos como el narcotráfico, la compra ilegal y el tráfico de armas, y el manejo adicional de una amplia gama de negocios ilícitos con regímenes y organizaciones enlazadas con el terrorismo internacional. Se trata de una larga lista de transacciones oscuras y arreglos tenebrosos, cuya gravedad clama al cielo por un justo castigo.
Si Saab huye, si el proceso de su extradición continúa prolongándose, o, el peor caso imaginable, si Saab es devuelto a manos de sus jefes en Venezuela o algún país aliado de Maduro, se confirmará la ya muy cuestionada reputación de las autoridades de Cabo Verde en materia de pulcritud judicial y rigor ético. Ojalá nos demuestren que las peores sospechas son vacías.