OPINIÓN

El circo barinés…

por Gustavo Tovar-Arroyo Gustavo Tovar-Arroyo

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Argenis Chávez, el humillado

He sonreído con gratitud, el espectáculo de las elecciones regionales me ha resultado graciosísimo. Lo que más he celebrado es la bíblica humillación a Argenis Chávez. El chavismo que hace lo que le da la gana con el sistema electoral y selecciona a antojo a ganadores y perdedores, le hace una jugada maestra a la familia Chávez haciéndola “perder” en Barinas y armando un espectáculo tan burdo como grotesco.

Obviamente, el mastodonte Nicolás Maduro y su hiena Jorge Rodríguez hacen perder risiblemente al hermano del sátrapa para humillarlo.

Yo sonrío y aplaudo, me pongo de pie. ¡Sigan!

La traición

En condiciones normales, el chavismo perdería toda elección en Venezuela. No habría espacio alguno en el que ganara. Por eso irrita tanto la traidora blandenguería de Capriles y sus alacranes, que se preste al tétrico circo electoral de la dictadura es tan deplorable y ruin como fue desobedecer el mandato popular que lo hizo presidente en 2013 y que él transgredió como transgredirá siempre cualquier resultado electoral por cobardía y falta de integridad.

Las elecciones en Venezuela son manipuladas enteramente por el chavismo y prestarse a ellas es peor que no participar. No hay resultado que no decida Maduro.

Participar y ganar –como Capriles– y dejarse arrebatar, es traición. Seguirán traicionando.

Que se destruyan

Muchos preguntan “¿qué hacer?” ante los escenarios electorales sin condiciones, legitimidad, legalidad ni posibilidades de cambiar al régimen, la respuesta es tanto ética como política: ¡No hay que participar, no hay que hacer nada que legitime a los tiranos! Y sí, organizarse para combatirlos en todos los espacios y de todas las maneras posibles, siendo más astutos y menos obsecuentes, acusarlos de dictadores y minar cada espacio de apoyo para que se destruyan a sí mismos. Pero la decisión es ética, es decir, personalísima. Cada quien sabrá qué hace.

Lo ocurrido con Argenis Chávez es la prueba del odio interno que sienten entre ellos (chavistas y maduristas). Se detestan y se acabarán unos a otros.

Hay que impulsar que lo hagan, que lo sigan haciendo…

La zarandeada al galáctico

Lo que dice en privado María Gabriela Chávez sobre Nicolás, Nicolasito, Jorge Rodríguez o Delcy es tan ácido como indignante (por cierto, Gaby, estamos de acuerdo, tienes razón). Imagino que después de la zarandeada política (y moral) que le acaban de propinar al tío entenderá mejor su mediocre papel en todo esto: son nada y si quieren mantener las monumentales limosnas que reciben, tiene que mantenerse calladitos y sometidos. ¿Una cartera Gucci? ¡Entonces calla!

Dinero mata memoria de “galáctico”, dinero mata dignidad y honor, dinero mata la voz y la crítica, dinero mata todo. El “galáctico” se retuerce.

Los Chávez y la oposición son lo mismo.

Los payasos del circo

La manera cómo el chavismo –¿debemos llamarlo el madurismo?– jugó con la familia Chávez y con la oposición en el circo electoral barinés produjo –repito– mucha risa; la salida de última hora del Tribunal Supremo de Justicia, aún más. Es decir, entre malabaristas, contorsionistas, animales de todo tipo, los de Barinas en la gran carpa fueron los payasos. Imagino a la hiena Rodríguez riendo tanto como yo.

Lo que sigue a la payasada son las cuchilladas, por un lado, la oposición seguirá en lo suyo (mendigar) y el chavismo no olvidará lo ocurrido.

Las cuchilladas traperas también son divertidas en un circo.

Necesito cotufas

En términos prácticos, el chavismo le metió un fraudulento revolcón a la oposición, otro más. Desde el punto de vista estratégico, considerar los tramposos –y catastróficos– resultados un “avance” es tan patético como infame. Sabiendo que todo el país es antichavista el considerar una “victoria” el que te regalen tres gobernaciones y diez alcaldías (que además no gobernarán ni harán nada), lo que provoca es darle un lepe (¿coñazo?) a quienes piensan así (intelectuales, analistas, manicuristas, etc.) Se han convertirdo en secuelas de la nada.

Por eso no me irrito más y te invito a ti que tampoco lo hagas, no vale la pena. Observa las cuchilladas traperas y sonríe. La autodestrucción es inevitable.

Permítanme, ya vuelvo, iré a comprar unas cotufas…