Leo que el Foro de Sao Paulo animará la protesta social sostenida contra el gobierno del presidente Mario Abdo en Paraguay, hasta hacerlo renunciar. La razón no es distinta de la que han impulsado contra de los gobiernos democráticos de la región –los verdaderos, sin adjetivos que los dividan– al objeto de instalar sobre sus cenizas otra dictadura del siglo XXI; esa que la atildada academia progresista americana denomina populismo autoritario o autoritarismo electivo, siendo que tras el socialismo del siglo XXI se oculta una grosera franquicia de poder maridada con la criminalidad transnacional organizada. La razón del Foro es la misma propalada en Estados Unidos, en Colombia, Ecuador, Chile, entre otras naciones, a saber, la crisis sanitaria debido a la pandemia del covid-19.
Nada dice aquel ni su Secretaría Regional de Brasil desde donde nace el despropósito sobre el cementerio humano en que se ha transformado la Venezuela de Nicolás Maduro, uno de sus íconos. A la vez, silencia que, bajo el gobierno de Sebastián Piñera en Chile, se lleve a cabo un exitoso proceso de vacunación que impresiona al continente, mientras Maduro prohíbe el ingreso de vacunas de la OMS por no haberlas autorizado.
Beneficiarios como son el Foro y sus gobiernos de los dineros de China, ninguna crítica dirigen contra la responsable de ese daño transfronterizo sin reparación alguna hasta el presente, que deja a 2,5 millones de muertos a la vera. ¿Han pedido a sus autoridades que indemnicen a las poblaciones de África, Asia, Europa, Oceanía, América, devastadas con sus experimentos, por legítimos y necesarios que sean para la ciencia?
El cinismo, por lo visto, es el rostro grotesco del realismo político. Tanto en el Foro como en sus causahabientes, reunidos en el Grupo de Puebla, tal vena la insufla desde 1989, a la caída del Muro de Berlín, Fidel Castro. En yunta con Lula da Silva arma el tinglado de las izquierdas que en los treinta años sucesivos simula practicar la democracia, se asocia con las fuerzas más retrógradas y desreguladas del capitalismo global, para sostener, únicamente, su poder y seguir expandiéndolo.
Marco Aurelio García, recién fallecido de un infarto, intelectual trotskista que sirviera como asesor internacional de Lula y Dilma Rousseff, artesano del mismo Foro y referente intelectual del Grupo poblano, es, al cabo, quien descubre la fórmula de esa alquimia de amoralidad. Reconduce la imposibilidad marxista y la transfigura hasta volverla tráfico engañoso dentro del imaginario colectivo, adormeciendo conciencias con el narcotráfico y la corrupción, en territorios de impunidad, en paraísos succionados al imperio de la ley.
Ortega y Gasset en sus ensayos sobre Pío Baroja precisa que, incluso a aquellos quienes no creen en los valores absolutos ni en las absolutas realidades, deben ¡ser sinceros! Pero es mucho pedírselo al Foro y al Grupo, pues, al cabo, se tocan por las colas con la experiencia del fascismo. La mentira como sistema de dominación les es consustancial.
Derrumbado el socialismo real, el Foro de Sao Paulo se cura en salud y señala que los perseguirían bajo el argumento falaz de encontrarse vinculados al narcotráfico. Así lo repiten entre 1989 y 1991. No pasan dos lustros sin que uno de los ejes dispuestos para el financiamiento de sus proyectos, la Venezuela de Hugo Chávez, cierre su alianza con el tráfico y el comercio internacional de drogas a través las FARC colombianas. Y solo transcurre un lustro del siglo corriente cuando el hoy exjefe del gobierno español, J. L. Rodríguez Zapatero, promueve la Alianza de Civilizaciones para contener el castigo de quienes asesinan a 3.000 personas en 2001, derrumbando las Torres Gemelas de la Gran Manzana.
Exacerbando la falacia adopta otro nombre, el “progresismo”. De regreso el Foro a la pila bautismal como Grupo de Puebla habla de la guerra híbrida o el law-fare imperialista, que intentaría impedir que los líderes del progresismo se mantengan en sus gobiernos de modo perpetuo.
¿Fue un pote de humo, cabe preguntarle, la cuestión de Odebrecht, cuyos dineros descolocaron a mandatarios latinoamericanos, provocaron la criminalización de varios expresidentes, y hasta uno decidió suicidarse? ¿Es guerra jurídica, tarifada, o law-fare la persecución de Cristina Kirchner – investigada por el asesinato del fiscal Nisman o por las groseras sumas millonarias confiscadas a sus inmediatos colaboradores e hijos – o la de los criminales de lesa humanidad venezolanos?
¿Cómo catalogaría la criminalización de la expresidenta Jeanine Añez, por sostener en Bolivia una sucesión constitucional democrática, convalidada por el Tribunal Constitucional y los partidos bolivianos, incluido el MAS, a fin de purgar un golpe militar en curso? ¿Es o no un ejemplo de guerra híbrida la que adelanta contra Marito en La Asunción?
El cinismo, cuentan los antiguos, es el disolvente de la sociedad y las familias. Antístenes, fundador de la escuela en Grecia y quien le sigue, Diógenes de Sínope, como integrantes de un movimiento anticultural, el de los cínicos, predicaban el valor de la acción. Eran autócratas y autosuficientes –en eso se les aproximan las seudoizquierdas paulistas y poblanas– pero, cuando menos, decían practicar la pobreza y el desprendimiento. Eran mendicantes, podría decirse que monjes franciscanos adelantados, distintos de los paradigmas del caradurismo que son los miembros del Foro y el Grupo, los de ayer y los de ahora.
Eso sí, en lo que encuentran clara parentela los cínicos con los rousseaunianos y los Zapatero o los Correa, o el juez Garzón, o la Kirchner y Lula da Silva, tanto como los Ortega y los Castro-Diaz Canel y Morales, para no mencionar al aquelarre instalado en el Palacio de Miraflores de Caracas, es haber llevado a sus pueblos “al estado y condiciones de la naturaleza pura, rechazando las ventajas y desprestigiando las conveniencias y leyes de la vida social”. Es lo que buscan hacer con los paraguayos, atizando sus angustias y frustraciones.
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