“¿Con quién van?”, pregunta un hombre de apolíneo torso desnudo. El sol, fulgurante, baña su cuerpo; su cara es protegida por un sombrero de ala ancha plegado a un lado. “¡Con Dios!”, recibe como respuesta y su brazo fuerte hunde la palanca en el lecho del río. La embarcación se abre paso sigilosa entre las quietas aguas. En la superficie solo se ve el reflejo, la luz, es tal el brillo que parece que es de plata ese cauce. La inmensidad se nos sugiere ante los primeros paisajes; sentado al fondo de la popa un hombre fuma, mientras el patrón del bongo guía con serenidad sobre las aguas. El pasajero se dirige a los comederos del tigre…
En 1943 se produce una de las más importantes películas del cinematografía mexicana, cuyo origen se lee al inicio del filme: Basada en la obra maestra de la literatura americana contemporánea, original del famoso novelista venezolano Rómulo Gallegos, Doña Bárbara. Esta película dirigida por Fernando de Fuentes con la codirección de Miguel M. Delgado, cuya adaptación y diálogos están firmados por Gallegos, se va a convertir en una resonante visión de la pluma de nuestro máximo autor literario. La vinculación de Rómulo Gallegos (Caracas 1884 – Ib. 1969) con el séptimo arte es intensa y fecunda, en 1925 atrevidamente realiza una versión cinematográfica de su obra La trepadora.
Con clara visión progresista, dedica esfuerzos para que el cine no solo sea un exponente artístico o de entretenimiento, sino también una poderosa herramienta para apalancar la formación educativa. Cuando ejerce como ministro de Instrucción Pública Nacional (ahora Ministerio de Educación), durante el gobierno del general Eleazar López Contreras, crea el Instituto de Educación Audiovisual, organismo que brinda apoyo a la enseñanza. Comprendiendo la importancia del cinema como expresión de identidad y gracias a la inversión económica del Estado, funda en 1940 Estudios Ávila, primera productora nacional y con la que se echará la bases de una gran actividad documental.
En 1942 esta gran iniciativa cierra sus puertas, no sin antes producir una única pero relevante cinta de ficción, Juan de la calle (1941), dirigida por Rafael Rivero con guion de Gallegos. El autor nos ofrece una historia llena de humanidad, este largometraje trae una prematura alerta sobre la hostilidad que en las urbes parecen desnudar los atributos más nobles y transfigurar a los individuos en meros sobrevivientes. Rafael Rivero logra crear una dirección llena de verdad y que a la luz de los años aún permanece fresca y resulta conmovedora.
Luego de su estreno la revista Ahora nos da esta crítica: “Por la pantalla desfilan, en una dolorosa caravana, esa clase humilde de nuestra patria, que arrastra la existencia como un fardo insoportable de dolores”. Este título podría ser el primer aporte cinematográfico al realismo social, movimiento con el que pintores como César Rengifo, Gabriel Bracho, Rafael Ramón González, Héctor Poleo o Juan Vicente Fabbiani, mostraban preocupación ante las profundas diferencias sociales y lo que padecían los desfavorecidos.
En distintas épocas y países, la literatura de Gallegos ha conseguido un fértil nicho en el celuloide, Cantaclaro, La trepadora, Sobre la misma tierra o Canaima son algunos de sus textos que fueron llevados a la pantalla y que contribuyeron a engrandecer su trabajo, en todas ellas, la idiosincrasia venezolana se dibujó con distintos matices pero siempre llenos de autenticidad y respondiendo con fidelidad al espíritu de su pluma. De los variados títulos resaltan particularmente Doña Bárbara (1943) y Canaima (1945), ambas seleccionadas a mediados de la década de los noventa, entre las mejores películas de México en la historia. Estos filmes exponen de forma sobresaliente un tema recurrente en del escritor, la barbarie y la antagónica relación entre los humanos que abrazan la luz y la oscuridad.
Doña Bárbara ha generado cientos de páginas dedicadas a exaltar la impresionante verisimilitud con la que fue recreada, plasmando la crudeza y rusticidad del Llano venezolano. Es una de las piezas claves en la internacionalización del cine mexicano, desplazando en América la supremacía de la industrial argentina. Gracias a contundencia de su protagonismo, logró consagrar de manera definitiva a la rutilante actriz María Félix, encumbrándola en un mito viviente; desde ese momento se hace para siempre del apodo La Doña.
La atmósfera creada nos sumerge en la bravía existencia de sus personajes, todos ellos magistralmente interpretados por una pléyade de artistas que dejan acá un testimonio de su arte: Julián Soler como Santos Luzardo, María Elena Márquez (Marisela), Andrés Soler da vida a Lorenzo Barquero, Charles Rooner (Don Guillermo) y la colosal actuación de Agustín Insunza, quien nos obsequia una estampa insuperable de Juan Primito. Según Julio Ayala Blanco, en su libro La aventura del cine mexicano, Canaima es considerada por “muchos críticos literarios respetables la obra maestra del escritor suramericano, constituye asimismo la máxima incursión del cine mexicano en el universo literario de un narrador de Hispanoamérica”. El reconocido director Juan Bustillo Oro mostrando una reverencial admiración por el novelista, imprime dedicada atención en preservar los detalles y la esencia de tan vigorosa narración donde la barbarie se acuna en las entrañas de cada personaje.
La maldad, las fatídicas acciones, la planta del hombre socavando el espíritu de la naturaleza y doblegándola a sus intereses, lo humano sucumbiendo a la fiera codicia; un retrato que bien se puede moldear a nuestro presente, hoy cuando nuestra Guayana es sometida a un inclemente castigo. Protagonizada por el astro Jorge Negrete en el rol de Marcos Vargas, nos da un personaje que va a caza de su destino. Gallegos anula la personalidad civilizada de estos personajes y los entrega como tributo al mal, el quebranto de ancestrales voces desposeídas de sus tierras y sumidos a la mano de los herederos de la Conquista. Gloria Marín (Maigualida), Charito Granados (Aracelis), Carlos López Moctezuma como el desolador José Francisco Ardavín, personaje siniestro y que ejemplifica la embriagante crueldad que puede residir entre los hombres, Carolina Barret (Juanifacia), Gilberto González (Sute Cúpira) y Andrés Soler (Conde Diaffarro), suerte de oráculo del destino de Marcos Vargas. Canaima es atrevidamente un bestiario de lo humano, nos muestra descarnadamente una visión escéptica e inmoral de lo que podemos llegar a ser.
Adentrarnos en las películas inspiradas en los textos de Rómulo Gallegos, nos da otra dimensión de la importancia de este escritor venezolano, un visionario que comprendió la trascendencia de su creación trasladada a otras manifestaciones artísticas. Su legado está vigente en los libros y en las formas maravillosas que brinda la cinematografía, es por ello que además de celebrarlo es una llamada a la necesaria búsqueda de propios valores. En los aún tortuosos caminos de nuestro cine, Gallegos se abre espacio, se agiganta con la fuerza y grandiosidad de la inmensidad del Llano o la espesura e imponencia de la remota Guayana, en todo caso quedará de nosotros seguir construyendo una valiosa filmografía, solo resta explorar en la cultura, en las emociones y que el bongó de nuestro cine siga remontando el cauce de los fieros ríos.
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