Miles de venezolanos siguen saliendo diariamente de Venezuela, para tratar de llegar caminando a Estados Unidos. Para muchos podría ser la parte final de la penitencia que ha significado soportar los rigores del régimen chavista, aunque en realidad es tan solo el comienzo de nuevas dificultades que les esperan en un ambiente de incertidumbre al otro lado de la frontera. Pero, a todo evento, es claro que para estos compatriotas es preferible la caminata a través de la selva del Darién con sus riesgos mortales y lo inesperado que quedarse en Venezuela.
Este movimiento masivo de personas saliendo de Venezuela ha sido caracterizado por organismos y organizaciones internacionales como una crisis migratoria y una crisis humanitaria al mismo tiempo. Ambas son el resultado de sucesivas oleadas de venezolanos que han resuelto abandonar su país en los últimos 20 años. Las primeras olas estaban conformadas en su gran mayoría por profesionales y gente de las clases medias con acceso a recursos y estatus para viajar a otros países portando visa de visitante temporal, pero con la intención de quedarse y no volver atrás.
Al principio daba igual escoger un país para emigrar con tal y salir de Venezuela. La inestabilidad económica, restricciones para conseguir trabajo e incidentes de xenofobia en países suramericanos llevaron a miles de venezolanos a emprender un viaje de regreso, pero no hacia Venezuela sino hacia Estados Unidos que se ha convertido en los últimos 3 años en el destino más atractivo para la emigración venezolana.
Pareciera que quienes podían abandonar el país por avión y con visa de turista ya lo hicieron. Quedó registrado por analistas y periodistas como una lenta hemorragia solo perceptible con el paso de los años y cuyo impacto aún no ha sido suficientemente analizado. Pero ahora le toca a los más humildes, aquellos que sin pasajes aéreos y sin visa intentan también llegar a Estados Unidos, siguiendo el ejemplo de aquellos otros compatriotas, aunque estos cruzando el Darién cargados con bolsas plásticas y esperanzas.
El drama y el terror que acompaña a estas últimas oleadas de emigrantes de Venezuela, vía selva del Darién, le han hecho merecedoras de mucha más atención y seguimiento por parte de la prensa, organismos internacionales y algunos de los Estados involucrados.
Las autoridades de Colombia y Panamá siguen reportando miles de venezolanos que diariamente se lanzan a cruzar el llamado tapón del Darién. A estos dos países les ha tocado improvisar medidas humanitarias para tratar de atenuar los riesgos que la zona ofrece a sus transeúntes. Sabedores que la intención de los venezolanos no es quedarse en Colombia y Panamá las autoridades de estos países han optado por facilitar el tránsito de la forma más humanitaria posible en medio de la cruel inhospitalidad. Las historias de niños, personas de edad avanzada y hasta minusválidos fallecidos en el intento son realmente desgarradoras. No hay medida humanitaria que pueda compensar tal dimensión de dolor y muerte.
Lo que podría ser la luz al final del túnel no es más que el inicio de otra carrera de obstáculos al entrar en territorio norteamericano. Aunque aquí los riesgos no son mortales muchos prefieren refugiarse en la inestabilidad e incertidumbre que ofrece a los inmigrantes ilegales el sistema legal norteamericano que regresar a Venezuela. El gobierno norteamericano no solo carece de la capacidad de procesar legalmente millones de deportaciones y casos de asilo solicitados por venezolanos, tampoco tiene una política para tratar esta emergencia migratoria.
Al gobierno de Joe Biden no le ha quedado otra alternativa que registrar a los miles de venezolanos que cruzan diariamente la frontera y darles un estatus temporal para que puedan abandonar los refugios mientras esperan una decisión sobre los procedimientos de deportación o de asilo político que en las actuales circunstancias podría tomar 10 o 15 años. Aunque estos venezolanos no tienen un permiso legal para trabajar en los EEUU todos están obligados a hacerlo en las condiciones que sean porque eso es lo que exige la supervivencia.
Mientras tanto en forma repugnante demócratas y republicanos no pierden oportunidad para usar la crisis migratoria venezolana como parte de sus cálculos políticos con miras a las elecciones de medio término en noviembre de este año. Buses cargados de venezolanos atraviesan todo Estados Unidos de unas ciudades a otras para ser descargados sin explicación ni respuesta en refugios que ya están colapsados.
El punto es que para millones de venezolanos cruzar el Darién con sus familias a riesgo de muerte y llegar a Estados Unidos sin un futuro cierto es preferible a quedarse en Venezuela. Una enfermera venezolana entrevistada por el New York Times declaraba con vehemencia “Si mil veces me toca venirme, mil veces lo voy a hacer”. Intentar mil veces cruzar el Darién con todos sus riesgos es preferible a quedarse en Venezuela.
¿Qué podría ser tan inexplicablemente peor que el Darién para que millones de venezolanos decidan en interminables romerías abandonar Venezuela? ¿Acaso no hay flujo suficiente de dólares producto del narcolavado para que de alguna forma la gente se resuelva? ¿Huyen los venezolanos de una economía destrozada que trata de ser maquillada con el llamado “milagro económico chavista” donde no hay comercios ni industrias pero fluyen los ríos de dólares?
Aunque sin duda es un factor crucial no se puede admitir la explicación simplista que los venezolanos abandonan masivamente su país por la mera crisis económica. Otros países han enfrentado crisis económicas similares y peores, pero eso no animó a la gente a salir corriendo de su patria. La crisis económica es tan solo la punta del iceberg de una crisis más profunda y estructural que plantea la inviabilidad del Estado chavista en un país en vías de extinción. Con un sentido elemental de supervivencia y la urgencia de proteger estrictamente lo esencial millones de venezolanos resolvieron que bajo el estado chavista y su régimen de barbarie sin garantías, sin instituciones y sin oportunidades sencillamente no hay esperanza.
El chavismo ha destruido a Venezuela y si no es expulsado del poder más temprano que tarde completará con éxito su tarea. La barbarie chavista tiene que ser mucho peor que cruzar el Darién para que millones de venezolanas estén dispuestos a hacerlo una y mil veces, si es necesario.