Se reunieron los chavistas, tanto disciplinados como colaboradores, en el Distribuidor Altamira para recordar aquella inmensa, memorable y putrefacta cagada del intento fallido perpetrado por la MUD interina. En realidad, solitaria, atiborrada de intrigantes, desesperados, curiosos y traidores, que se pretendieron superhéroes, y creyeron que al régimen castrista, armado hasta los dientes, llenándose de dinero, sin complejos de conciencia para encarcelar, violar derechos humanos y sin remordimiento ni vergüenza por haber fracasado en la promesa de generar mejor vida para los venezolanos, se podía derrotar poniéndose de acuerdo cuatro gafos engreídos.
La estupidez madrugadora reveló calles vacías y la necedad del pedante que le hablaba al temprano viento y brisa mañanera de Caracas. Y a un encargado, todavía novato en eso del interinazgo presidencial, que a pesar de haber sido nombrado en el camino de la rebelión opositora era, con suerte, segundón en la corte deshilachada del vanidoso.
La pequeña y pírrica concentración en el Distribuidor Altamira de estos días mostró a otro segundo asumiendo con energía y firmeza la posición de primero, de líder, heredero auténtico de los afanes y el legado del comandante eterno. Expresó con sarcasmo e inquina lo que le provocó y vino en gana, se dio el lujo de recordar camaradas muertos por viejos, enfermos y hasta por un atentado, en el camino.
Diosdado Cabello estaba, Nicolás Maduro no, y ese es un escenario que llama poderosamente la atención y hay que tenerlo en cuenta. No importa cuántos se encontraban, solo incumbe que él si se hallaba presente, y en ese momento cuando discurseó, el chavismo era él.
El intento absurdo del supuesto descendiente dos años atrás fue un fracaso, una estulticia nunca vista, que muestra a un dirigente solitario con voz y presencia pero sin gente, actuación de alguien que piensa en sí mismo a la cabeza para bien o mal, y en cuanto se percató de que la ciudadanía demostraba sordera a su llamado, rechazo a su presencia y nadie –salvo pocos inocentes e ilusos– acudían a su presencia, corrió a refugiarse en una embajada dejando al provisorio en precariedad y al descubierto como mochila, encargado de arreglárselas como pudiera.
¿Se fortaleció la oposición con la echonería fanfarrona? No, al contrario, complicó la vida a quien en ese momento cargaba con el peso de todos, dejó en el silencio a dirigentes, demostrando que él estaba en la oposición pero la oposición no era él, y si lo comparamos cara a cara con María Corina Machado, mucho menos, es solo un inmaduro entusiasta, prepotente con dinero, nadando en las complejas y turbulentas aguas de la fama, frente a una mujer, una estadista que cada día, enorgullece más a la ciudadanía venezolana; es auténtica, valiente, coherente, no renuncia a los principios ni valores, no da su brazo a torcer, una líder con la cual se puede o no estar de acuerdo, pero en la cual se puede confiar, porque conoce y practica con rigurosidad el valor de la palabra empeñada.
Para conmemorar el fracaso, Diosdado estuvo presente, Maduro ausente, quizás enredado entre responderle oportunistamente al papa Francisco, equivocarse, manipular y engañar en Apure, o hacer guardia mortuoria en liquiliqui al cadáver de Aristóbulo.
Y la colectividad se pregunta confundida con estupefacción y desconcierto, ¿quién manda?; ¿quién es el verdadero jefe de la oposición y del Gobierno?, pareciera que en ambos casos existe la figura del co-gobierno, donde es imposible que una parte libre por las otras. Sin embargo, la categórica y contundente demostración de que -al menos- en el chavismo el que está vigente, al pie del cañón es: Con el Mazo Dando.
@ArmandoMartini
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