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El chavismo bueno

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  1. Guaidó, su partido y la gente más cercana, de cuando en cuando dibujan el futuro que procuran con la idea del gobierno de emergencia, compartido con el chavismo. Cuando se encienden las alarmas ante semejante propuesta se proveen algunas respuestas que vale la pena considerar. La más frecuente arranca con una pregunta: “¿entonces hay que matar a todos los chavistas? ¿No te das cuenta de que el chavismo es una realidad?”. Como al interlocutor al que se le pregunta esto naturalmente reaccionará espantado y negará que quiera desaparecer chavistas, el vivaracho dirigente le dirá de nuevo: “¿Ves? Por eso es que tenemos que hacer un gobierno de emergencia con los chavistas”.
  2. La otra pregunta que hacen los promotores del entendimiento con el chavismo está ligada a la necesidad de que ese movimiento se fracture, así se debilita y ¡zas! se toma el poder desde este lado. “¿No crees que nos conviene resquebrajar al chavismo? ¿No compartes la idea de que si les arrancamos una tajada quedarán dando tumbos?”. Por supuesto, quién podría negarse a tan importante objetivo si se trata de disminuir costos de toda índole en el derrocamiento del régimen.
  3. La cuestión es que ambas aproximaciones son tramposas; absolutamente falaces. Cualquier ciudadano haya sido o sea chavista tiene el derecho de cualquier otro ciudadano de creer en lo que a bien tenga. Por supuesto que la democracia será para todos sin discriminación alguna. El problema es otro. Cuando los personajes del interinato, ahora en decadencia, plantean que hay que tomar en cuenta a los chavistas para la transición, no se refieren a la gente de a pie sino a la corte de malandros, asesinos y corruptos representados por sus jefes, como lo demostró la mamarrachada del 30 de abril de 2019. Allí no se trataba de los chavistas en general, sino de los jefes de los crímenes: Padrino López, Maikel Moreno, Hernández Dala, Christofer Figuera y otros. Esa alianza no era con el chavismo sino con el crimen organizado.
  4. En relación con la necesidad de atraer a sectores, incluso los poderosos, para que ocurra la fractura en el chavismo, nadie duda de su conveniencia. Sin embargo, cabe una diferencia que es inmensa: que los jefes rompan con Maduro es bienvenido; lo que no puede ocurrir es que esos que rompen con Maduro vayan a integrar el gobierno de transición. Una cosa es que no se les persiga o se les tienda puente de plata para que se vayan y otra que pasen a dirigir el gobierno cuyo sentido esencial sería desplazarlos completamente de la dirección del país.
  5. Estos problemas son lo que no tienen claro o se hacen los distraídos los interinos. Nadie perseguirá chavistas por serlo; son los jefes los que deberán responder por los crímenes de los cuales son autores y no podrán integrarse a ninguna transición. Ahora, si desertan, está muy bien, pero no tendrán ninguna posibilidad de integrar la dirección del proceso. Además, todo esto es demagogia porque esos jefes rojos se han bailado a los que han ido a ofrecerles bajarles la talanquera, porque saben que apenas se inicie el nuevo gobierno, las masas en la calle les exigirán las cuentas respectivas.
  6. Si Padrino López y el Maikel estuviesen dispuestos a traicionar a Maduro –que es el cuento que han llevado los interinos al Departamento de Estado-, ¿no les es más fácil a esos jerarcas cogerse el coroto para ellos antes de estárselo ofreciendo a quien no tiene fuerza militar y ahora tampoco de masas, para que les den un puesto en la Junta?
  7. También debe observarse que ese empeño en meter al chavismo es asumirse como más vivos que Tío Conejo. Eso es para complacer peticiones de aliados que no conocen a fondo la corporación criminal que gobierna el país. Es más, no creen que hay esa corporación y hasta hay algunos idiotas que se burlan de un concepto que no entienden.
  8. La Junta de Gobierno que lidere la transición está condenada a ser integrada por demócratas, civiles y militares, buscará que impere la justicia, aceptará ser gobierno para todos, pero no transará con el procerato criminal. Por otra parte, los boliburgueses que han estado financiando allá y acá no van a comprar indulgencias plenarias con esos aportes: les tocará el escrutinio de la sociedad y, por tanto, no les sienta bien andar promoviendo el “entendimiento nacional” para pasar agachados, por la vía de un discurso falsamente empresarial.
  9. Vienen episodios: la elección fraudulenta del 6 de diciembre, la lánguida consulta de Guaidó, el 5 de enero y las definiciones de política hacia Venezuela del nuevo gobierno de Biden, todo en un mes y veinte días.

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