OPINIÓN

El caso Montero

por Antonio Guevara Antonio Guevara

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No conozco las interioridades del caso actual del capitán (Ej.) Carlos Montero Lema, quien fue encontrado en situación de indigencia extrema en Maracay y con un cuadro emocional crítico. Asumo que ya debe estar internado en algún centro asistencial de la zona, con el apoyo de sus compañeros de armas que están en situación de actividad. Ojalá ya esté atendido.

Pero sí conozco al teniente Montero Lema, hasta el año 1987. Yo estaba de instructor en la Escuela de Infantería ese año de la crisis de la corbeta Caldas. En el epicentro de la emergencia, estaba de vacaciones y me concentraron con la urgencia del caso en Caracas, desde donde me asignaron al Batallón de Infantería Carabobo en San Cristóbal. De allí salí con una compañía de fusileros a las inmediaciones de San Pedro del Río, donde tenía la responsabilidad de formar parte de unos puestos avanzados generales (PAG) y establecer algunas vanguardias de seguridad en ese frente. El entonces teniente Montero Lema fue mi oficial ejecutivo en la compañía. Sin ningún tipo de reserva, hasta ese momento, puedo calificar que nada de lo que se ejecutó durante esa concentración, el despliegue y la posibilidad de maniobrar con mi unidad fundamental en el contacto con las fuerzas militares colombianas al frente, dejó de tener la voluntad, el entusiasmo y el interés de Montero, para contribuir con su comandante en el control y mantenimiento de la moral de combate en ese entonces. Era de esos profesionales a quienes se les asoma el qué es lo que hay que hacer y el cómo se lo dejas al libre arbitrio, a sabiendas de que no te va a fallar. Esa fue mi experiencia con el teniente Montero en esa referencia operativa, que sin lugar a dudas fue excelente. Después le perdí la pista. Montero hizo una excelente carrera mientras estuvo en actividad. Fue oficial de planta en la AMV y de la Escubafan, fue observador militar en Irak designado por la ONU y además instructor en la Escuela de Infantería. Pasó a retiro en 1998 por un accidente en actos del servicio. Hasta que lo vi, en alguna ocasión, vestido de franela roja y respaldando la revolución. Y ahora, en un video que circula, con la evidencia de algún morbo emocional activo que lo acecha en la contigüidad de la tercera edad.

Ya no se trata de los disparos del arma de un enemigo en un puesto fronterizo mientras se defiende la soberanía y la territorialidad de Venezuela. Es otro tipo de enemigo. Se trata de los fuegos a discreción contra los que no hay parapeto ni trinchera en la etapa del retiro de la institución. La salud. Y cuando esta se ha visto asediada por las carencias que ha construido la misma revolución que se apoyó, destruyendo el excelente sistema de seguridad social que se disfrutó con mucha eficiencia, en la historia institucional reciente que se vivió en las Fuerzas Armadas Nacionales, solo queda expresar que el enemigo de los venezolanos no está frente a San Pedro del Río en el estado Táchira. Está en Fuerte Tiuna, en el quinto piso desde donde se observa la colina Gato. Y desde ese ventanal de puesto de observación, en una butaca ejecutiva, frente a una copa de vino (probablemente un Petrus) y mientras observa el ascenso de las fragantes y azules volutas de un Cohiba 1966 de edición limitada 2011, a razón de 670 euros la caja de 10 unidades de 178 mm y vitola especial, certeramente guillotinado; quien comanda los disparos y todo el fuego de eficacia de contra batería, haciendo diana en su compañero de promoción Montero Lema, y en todos los militares, en los venezolanos y en la democracia, en la paz, en la libertad de la subregión latinoamericana; es el general en jefe Vladimir Padrino López. Su compañero de pupitre, su curso y compañero de promoción.

Es triste ¿verdad?

Hace poco circuló un comunicado del Frente Institucional Militar en el que se desnudaba la grave situación socioeconómica que estaban atravesando los militares retirados y los activos que no están enchufados (administración pública, delincuencia común, narcotráfico, etc). Ese diagnóstico no es ajeno en su impacto, al resto de los venezolanos. Hambre, inseguridad, incertidumbre hacia el futuro, desintegración familiar y fractura de la unidad nacional proyectan a una Venezuela vestida en despojos, en la indigencia económica y con graves problemas en la emocionalidad social. Y súmele a eso, la tragedia logística que significa el covid y los tumbos erráticos del liderazgo opositor.

Ante este dilema se abren varios caminos; formar parte de la diáspora, rendirse ante la emocionalidad de las carencias socioeconómicas mientras esperamos las dádivas del poder o, reaccionar militarmente dentro y fuera de Venezuela.

Sin lugar a dudas, este caso de Montero no se diferencia del de todos los militares retirados que penan diariamente para comer, para comprar sus medicinas, para ingresar a un centro asistencial o para morirse dignamente, tal cual como fueron los servicios prestados a la patria.

Con el caso de este capitán del ejército, retirado, politizado después de la aparición de Hugo Chávez en la escena política venezolana, se evidencia en el tiempo el poder destructor de la revolución bolivariana. Un profesional militar con un alto potencial y una trayectoria meritoria, gira en 180 grados y el vuelco que da su vida personal y profesional destruye su futuro. Una institución militar con una plataforma socioeconómica eficiente para atender la salud y futuro de sus afiliados, se entrega a los designios políticos revolucionarios, se quiebra en los resultados y se hunde detrás de las consignas vacías y huecas de los generales y almirantes que la dirigen. Dos valores fundamentales como la amistad y la lealtad en el compañerismo, forjados en el patio de formación de la Academia Militar, se anulan también ante la influencia del poder derivado de un cargo, que se disipará en algún momento. El verbo común que confluye en este caso lamentable de un oficial retirado con graves quebrantos de salud, que incluye al ministro de la Defensa, es destruir. Como se está haciendo, desde el aliento oportunista y calculador de los generales y almirantes que encabeza el general en jefe Vladimir Padrino López, con la democracia, con la libertad, con el Estado de Derecho, con la Constitución nacional, con la paz y con la nación. El socialismo del siglo  XXI ha sacado y llevado a lo peor de muchos; y el ministro es la expresión más evidente de esa realidad de oportunismo militar sin ningún escrúpulo y la bellaquería criolla del presente.

Montero, en su situación actual, desgraciadamente es una viva fotografía del futuro de Venezuela con la presente revolución en Miraflores. Con eso, no hay pasado glorioso que sirva de escudo de protección.

Ahora, en resumen y a modo conclusivo; ni rojos ni azules, sin ningún color en la nacionalidad que juraron defender a costa de su propia vida; en algún momento, los militares tuvieron un alto nivel de aceptación y reconocimiento en la sociedad venezolana, y en ese momento, casos como el de Montero, eran por la vía de la excepción. Hoy son la regla y los uniformados tienen un importante nivel de rechazo.

Sin lugar a dudas, es un triste panorama hacia el futuro.