OPINIÓN

El caso del presbítero Diego de Torres en la Nueva Valencia del siglo XVII

por Carlos Cruz Carlos Cruz

El crecimiento poblacional de la Nueva Valencia del Rey durante los primeros siglos de su creación fue muy lento, la población era pequeña, los vecinos se conocían y lo que sucediera en su territorio se difundía inmediatamente; sobre todo si el personaje objeto de la noticia era el Cura de la misma.

Recordemos que el período de la hispanidad fue extremadamente influenciado por la Iglesia Católica y en consecuencia la figura del Sacerdote también. El Cura de una ciudad de aquéllos tiempos era el receptor de los secretos de todos sus habitantes, era el guía espiritual de ellos y también era su maestro en la formación católica.

Por tal razón, cuando en una población pequeña se habla de que van a destituir al cura de la ciudad, el escándalo debió haber sido inmenso y prácticamente constituiría una tragedia para sus ciudadanos.

Para el año de 1606 ejercía las funciones de Cura y Vicario de Valencia el Presbítero Diego de Torres, un personaje muy interesante porque realmente su experiencia es digna de ser contada.

Resulta ser que Diego de Torres llegó de España a Venezuela por la Provincia de La Trinidad y Guayana no como sacerdote sino como Capitán de Infantería y Comisario y Proveedor General de la Armada al servicio del Rey (Felipe III).

Las exploraciones en la Guayana fueron sumamente complicadas para él y el resto de los exploradores el mismo Torres decía lo siguiente: “En la fuerza del ymbierno y ser muy lluviosa la tierra pantanosa y sienegas”. Tales fueron las penurias, la comida se les acabó, se comenzaron a enfermar y los reportes dicen que murieron muchos españoles de hambre y enfermedad.

A pesar de que Diego de Torres enfermó de manera importante logró que fuese llevado a la isla de Margarita donde fue atendido y estuvo en recuperación por un período de 4 años sin poder levantarse. En ese sentido el mismo Torres le manifestó al Rey sus dolencias de ésta forma: “No podía menear sino con dos muletas por estar muy tullido de la cual he padecido y padezco hasta el día de hoy alguna cojera de piernas y otros achaques y que la dicha enfermedad tan larga fue causa de no poder y he acudió a informar a su majestad”.

Dada a las evidentes secuelas obtenidas posterior a la expedición por Guayana, Diego de Torres le expresó al Rey que no podía seguir ejerciendo en la Armada y por lo tanto decidió tomar los hábitos y fue ordenado sacerdote por el Obispo de Venezuela Fray Domingo Salinas y posteriormente se le designó como Cura, Vicario y Presbítero de la Nueva Valencia del Rey desde el año de 1602.

La gestión del padre Torres en la ciudad fue muy exitosa al punto de que en los tiempos del obispo Pedro Graterol, Gobernador Provisor y Vicario General del Obispado de Venezuela lo designa Visitador General de San Sebastián de Los Reyes y San Juan de Uchire de La Laguna.

Sin embargo, a éste cura de Valencia no sólo se le iba a presentar en su vida el obstáculo de la salud, sino que también en sus labores religiosas tuvo una gran amenaza ya que el llamado Fiscal de Justicia Eclesiástica puso en tela de juicio la veracidad de sus títulos como ministro de la Iglesia Católica, no sabemos si por la ejecución extremista de sus funciones o quizás por un problema de envida personal ya que con esa acción éste Fiscal puso en dudas hasta el respaldo del Obispo de Venezuela en ese entonces.

Lo cierto es que se instaló todo un proceso legal en el que el Fiscal hizo sus acusaciones y el Presbítero Diego de Torres su defensa y hubo que llamarse a los testigos para responder todos ellos a un cuestionario de 18 preguntas que a continuación trascribimos:

A ese interrogatorio acudieron como testigos las siguientes personas:

  1. Martín Florido (Vecino estante)
  2. Luis Martín (Vecino estante).
  3. Capitán Benito Domínguez.
  4. Francisco Pérez (Regidor Perpetuo).
  5. Manuel De Acosta (Procurador General).
  6. Juan Ortiz (Notario del Juzgado).
  7. Antonio de Aular (Regidor).

Habiendo hecho cada uno de estos sus declaraciones y luego de que tanto el presbítero Diego de Torres como al Fiscal Francisco López de Prada presentaron sus argumentos de defensa y acusación respectivamente, se llegó a la conclusión de que el Padre Torres podía seguir ejerciendo el sacerdocio.

En nuestra opinión, no entendemos cómo se aventuró éste Fiscal a entablar un juicio en contra de alguien que había sido ordenado por el entonces Obispo de la Provincia de Venezuela y que luego su sucesor no sólo lo ratifica, sino que le asigna más responsabilidades.

El fiscal Prada centro sus acusaciones principalmente a que Diego de Torres no era graduado, pero debemos comprender que para esos años la necesidad de sacerdotes era muy alta en la región y nos imaginamos que los Obispos tuvieron que apelar a éste método para poder avanzar en el proceso de evangelización. Suponemos que el Fiscal aspiraba muy celosamente que en éste tema se cumplieran las cosas al pie de la letra, pero la realidad imponía otras acciones.

Al final del día los vecinos de la Nueva Valencia del Rey respiraron tranquilos y alegres porque a su cura no lo destituyeron y mucho menos lo trasladaron. En aquel mes de julio de 1606 probablemente con calor y muchas lluvias, la ciudad siguió su camino hacia el progreso. Serían muchas las historias por venir, pero en todas ellas nuestra Valencia estaría siempre de protagonista y sería pieza fundamental en la construcción de la futura nación.