Para muchos observadores dentro y fuera de Venezuela, el mundo se divide entre un bloque de países democráticos y otro de autocracias, cohesionados por sus sistemas políticos domésticos. En este mundo, las democracias hacen uso de instituciones y normas internacionales para condenar y sancionar a sus pares autocráticos por la amenaza que este sistema político general.
Nada más alejado de la realidad. Como bien conocemos los venezolanos, existe un bloque de democracias liberales que, en lugar de promover este sistema político, han protegido y apoyado a la dictadura venezolana. Esta ha sido la posición de nuestros “hermanos” de la Comunidad del Caribe (Caricom) con Venezuela.
Se debe hacer un ejercicio de memoria para recordar la condenable posición de este grupo de 14 pequeños y micropaíses con la causa democrática en Venezuela.
Durante la presidencia de Hugo Chávez, la política exterior de Caricom se caracterizó por un apoyo firme a la Revolución Bolivariana a raíz de los créditos baratos y petróleo financiado a través de Petrocaribe. Ya con Nicolás Maduro en el poder, en medio de la represión del régimen a masivas protestas en 2014, la Organización de Estados Americanos se reunió para considerar colectivamente la situación de derechos humanos en el país. No obstante, tal reunión nunca se llevó a cabo ya que 13 de los 14 Estados miembros de Caricom votaron según la pauta del régimen y bloquearon la realización de la sesión. En su lugar, los caribeños apoyaron una declaración auspiciada por la delegación de Venezuela, respaldando los esfuerzos de diálogo del “gobierno democrático” de Maduro y tapando su carácter autoritario.
Tres años después, la OEA nuevamente buscó debatir la situación de Venezuela durante las movilizaciones masivas de 2017, que dejaron un saldo de más de 120 fallecidos. A diferencia de 2014, 4 países caribeños—Bahamas, Haití, Jamaica y Santa Lucía—decidieron, por primera vez en su historia con la Venezuela bolivariana, impulsar los esfuerzos democráticos y de presión diplomática al gobierno de Maduro. Como es de conocer, fue a partir de entonces que la OEA mantuvo una firme posición de promoción colectiva de la democracia en Venezuela, por ejemplo, al reconocer la ruptura del orden democrático y declarar las elecciones de 2018 como ilegítimas. No es exagerado decir que, sin el apoyo de estas 4 pequeñas islas, estas resoluciones no podrían haber sido posibles. Otros Estados mucho más dependientes de Petrocaribe, como Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, y San Cristóbal y Nieves y San Vicente y las Granadinas, se mantuvieron firmes en impedir acciones colectivas contra el régimen.
La caída de los precios del petróleo en 2014, la catástrofe económica y humanitaria causada por las políticas bolivarianas y posteriormente las sanciones de la administración Trump limitaron la efectividad de Petrocaribe, lo cual dio oportunidad a algunos países de reducir su dependencia de Venezuela. Estas causas internas y externas no solo fueron eficaces en contener la petrodiplomacia bolivariana, sino que provocaron una división en Caricom que se tradujo en una nueva posición de ciertos países en pro de la democracia en Venezuela.
Y luego, Rusia. Con los altos precios del petróleo a causa de la invasión rusa en Ucrania y un leve resurgimiento de la producción del crudo venezolano, la antes dividida Caricom está dispuesta nuevamente a alinearse institucionalmente con el régimen de Maduro a cambio de petróleo barato. En su última reunión de jefes de gobierno el 5 de julio, Caricom provocativamente urgió a Estados Unidos a levantar las sanciones para permitir que fluya el crudo de Petrocaribe. El primer ministro de San Vicente, Ralph Gonsalves, confirmó luego de una reunión con Maduro que todo estaba acordado para el resurgimiento de Petrocaribe.
Si la historia reciente nos sirve de guía es factible concebir que Caricom retomará nuevamente una posición similar a la de 2014 de apoyo a la dictadura de Maduro o de hacerse la vista gorda ante la situación política y humanitaria en Venezuela. Llamativamente, incluso las 4 islas que hasta entonces han apoyado la causa democrática venezolana en la OEA favorecieron su retorno a Petrocaribe—un claro ejemplo del mayor peso que tienen los intereses políticos sobre las normas y valores democráticos. La preferencia por el abstencionismo o alineamiento de Caricom con Maduro refleja una trágica una derrota para el sistema democrático interamericano.
Las conclusiones son claras: las democracias del Caribe no han sido, no son y no serán amigas de la transición democrática en Venezuela. La política exterior de estos pequeños países responde únicamente a sus intereses de Estado y políticos, no a una diplomacia basada en el apego a los valores democráticos, normas de derechos humanos e instrumentos internacionales que buscan promover la democracia en la región y de los cuales dicen ser garantes, como la Carta Democrática Interamericana o su propia Carta de Sociedad Civil. Con las miras puestas en las elecciones presidenciales del 2024, Petrocaribe será clave para asegurar el silencio de Caricom a cualquier crítica que busque censurar y sancionar los ya habituales actuares dictatoriales de Maduro.
La causa democrática en Venezuela no debe mantenerse silenciosa ante el vergonzoso doble estándar de Caricom. A los observadores internacionales, quienes ven al Caribe a través de un prisma de democracias liberales adheridas a las normas democráticas regionales, menos ingenuidad y más realismo: los 14 Estados soberanos de Caricom no tienen amigos, tienen fundamentalmente intereses. Los venezolanos hemos entendido esta realidad por la vía difícil; pero, si algo hemos aprendido, es que llegó la hora de poner bajo la lupa al Caribe y revalorizar a Caricom como una deplorable aglomeración de intereses, no de aliados democráticos fiables.
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