El neoliberalismo no procede de una batalla ideológica ni de un complot preconcebido, sino de una banal e involuntaria comprobación de los hechos: el fracaso de las economías de mandato, la nocividad patente del exceso de dirigismo y los callejones sin salida, reconocidos del Estado-providencia. Jean-Francois Revel
En estos días (31 de julio de 2023) el periodista y excepcional politólogo Guy Sorman prevenía que las izquierdas de todo tipo siempre están urgidas o necesitadas de un chivo expiatorio, para así remontar el Rubicón de la política y las elecciones. De esta forma, aparece el neoliberalismo como el cordero a sacrificar en el altar del populismo barato. Bajo este contexto, la izquierda socialista le enrostra al neoliberalismo (¿un insulto?) la desigualdad dentro de todos los países y la desigualdad entre el norte y el sur.
Esta desigualdad descifraría el porqué de la inmigración legal e ilegal que acude en masa a Estados Unidos, precisamente el país más capitalista del mundo. También Europa está “acosada” por la migración de los africanos y muchos latinoamericanos que han llegado a España —preferentemente— a ofrecer sus servicios laborales. Otra “invectiva” es la de que el neoliberalismo sería la causa de que la mayoría de los bienes de consumo se encuentren dominados por los monopolios de las industrias telefónicas, aeronáutica y farmacéutica. En este sainete o sátira, el neoliberalismo representado a gusto, la demonizada también “globalización”, la cual destruye aparentemente los empleos al llevar las actividades de producción a otras partes. Y la pura verdad es que el desempleo tanto en Europa como en Estados Unidos ha descendido, como también ha bajado la pobreza en Chile, Uruguay y Costa Rica.
Pero a la gran izquierda de aquí (tercer mundo) o de allá (España, Francia, Italia, etc), para nada le agrada la verdad. ¿Es el neoliberalismo el responsable del calentamiento global? ¿Cierto, afirmativo? Nuestros expertos y los buenos del socialismo del siglo XXI creen a pie juntillas que el clima se calienta porque las empresas productoras de energía se resisten a las fuentes energéticas alternativas y ¡evidentemente caras y costosas de por sí!
Por último, en su grotesca y absurda deformación del capitalismo, el neoliberalismo no surge de las experiencias de las naciones, ni de sus éxitos económicos; el neoliberalismo o ultraliberalismo, o como quieran llamarlo, no es más que una ideología aplicada por ciertos grupos de presión del capitalismo “salvaje” para sus propios fines en detrimento de la gente común. Así nos expone Sorman, urbi et orbi, que “el neoliberalismo es imperfecto por definición. Ahí reside su potencia. Los sistemas perfectos son totalitarios”.
Lo que esta panoplia de argumentos anticapitalistas tiene en común, aparte de su falta de pruebas, es que nunca cuestionan ni los beneficios comprobados por la historia del capitalismo, ni el hecho indiscutible de que todos los gobiernos del planeta han abrazado de hecho a la democracia de corte liberal, al buen espíritu empresarial y a la competencia. En efecto, antes de la aparición de la economía moderna de mercado, y la globalización antes de 1980, dos tercios de la población mundial sobrevivía a duras penas en la pobreza absoluta con unos ingresos estimados menores de dos dólares por persona y por día. De igual modo, la pobreza persistente o casi irreductible se ha reducido a un tercio. Este es el descomunal éxito de lo que se conoce como globalización abierta, los indios, chinos y vietnamitas la han adoptado con mucha alegría.
El capitalismo moderno, en particular, ha logrado perfeccionar la calidad de vida de las clases medias. En esta tendencia del presente, el acceso a los bienes de uso común como la telefonía, el ocio y los viajes son bienes que se han expandido globalmente. Un mundo socialista en el cual el Estado lo decidiera y lo planeara todo nunca habría tenido en cuenta este gran deseo de consumir, que algunos intelectuales zurdos lo llaman despectivamente el consumismo superfluo. Adicionalmente, la iniciativa privada ha perfeccionado, la producción de medicinas y la farmacopea ha avanzado una barbaridad, incrementando la esperanza de vida en todos lados. ¿Quiénes podrían reemplazar a los gigantes de la industria farmacéutica?
Guy Sorman se interroga en este punto ¿qué pasaría si no existieran?, ¿habríamos tenido una vacuna contra el COVID en un sistema gubernamental? Por supuesto que no, como lo ha demostrado la desafortunada experiencia en China. Gracias a la libre iniciativa privada, a la globalización y a la ultracompetencia, ahora tenemos acceso a nuevas formas más cómodas de vivir. En esta onda de capitalismo moderno, el precio en promedio de todos los bienes básicos ha disminuido. Podemos recordar cuando un automóvil, un horno micro o un computador costaba hace 30 años entre 2 y 4 veces más que hoy. Objetos que antaño como la televisión eran artículos de lujo, hoy se han masificado.
En la actualidad, casi todos los países del mundo están enredados con la moderna economía de mercado con las excepciones notorias y escandalosas de Venezuela (un país petrolero destruido por los socialistas), Corea del Norte y Cuba.
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