La necesidad de sobrevivir a las sanciones económicas obliga al gobierno a ser pragmático y olvidarse del socialismo estatista que no dio resultados. El Estado ya no puede sostener empresas públicas en bancarrota que no facturan ni siquiera para pagar la nómina y solo pueden sostenerse gracias a las transferencias que reciben del BCV. Estas son emisiones de dinero sin respaldo que exacerban una voraz hiperinflación, destruye los presupuestos de hogares, empresas e instituciones, aumenta el malestar social y genera un costo político-electoral que el gobierno no quiere pagar en las próximas elecciones de gobernadores y alcaldes.
Para mantenerse en el poder, el oficialismo está repensando el modelo económico basado en el control del Estado sobre la industria petrolera y otros sectores de la economía. Según el contenido de la Ley Antibloqueo y del mensaje presidencial a la Asamblea Nacional, el gobierno está dispuesto a dar un viraje a la política nacionalista y estatista, cediendo la operación de las empresas mixtas a sus socios privados y privatizando buena parte de las empresas públicas que terminaron quebradas por el burocratismo y la corrupción.
Al referirse al proceso de privatización en Rusia, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz escribió: “El resultado (…) fue que un puñado de amigos y socios de Yeltsin se convirtieron en multimillonarios, pero el país fue incapaz de pagar a los jubilados su pensión de 15 dólares mensuales”.
El capitalismo de clientes es un modelo de expoliación en el que solo unos poderosos grupos privilegiados, conectados con el poder político, logran monopolizar el acceso a los incentivos de las políticas públicas.
A diferencia de un modelo económico que crea capacidades productivas y tecnológicas, el capitalismo de clientes no busca estimular las fuerzas productivas, sino el saqueo de los recursos públicos y el despojo de la empresa privada. No destina recursos a construir grandes emporios económicos, no invierte en capital humano ni en el fortalecimiento de capacidades tecnológicas e innovativas. Su interés no es generar prosperidad sino acumular jugosas ganancias en negocios de alto riesgo.
El capitalismo de clientes surge en un contexto de restricciones presupuestarias y su modalidad es prestar auxilios financieros de alto costo para oxigenar a un gobierno asfixiado por el bloqueo y aprovechar así el remate de activos públicos subvaluados por los estragos de la crisis.
La apertura del mercado interno, el levantamiento de los controles de cambio y de precios, la desregulación y liberalización de la economía, la privatización de empresas públicas y la creciente dolarización transaccional y financiera significan que las sanciones están generando unos efectos que los sancionadores no buscaron ni calcularon: un cambio económico sin cambio político está en marcha en Venezuela.
@victoralvarezr