José Antonio De Armas Chitty (1908-1996) fue un historiador y poeta, individuo de número de la Academia Nacional de la Historia. Nacido en Caracas, fue criado en los Llanos centro-orientales, específicamente en Santa María de Ipire (estado Guárico, cerca de los límites con Anzoátegui). Siempre hizo gala de su identidad llanera y guariqueña. De hecho, su trabajo de incorporación a la Academia Nacional de la Historia llevó por título “Aventura y circunstancia del llanero. Ganadería y límites del Guárico, siglo XVIII”. Uno de sus libros fundamentales es Vocabulario del hato (1964), que recoge el léxico de los llanos centro-orientales y, más específicamente, de la región del Unare (Santa María de Ipire, Zaraza, Tucupido). Sobre estas ciudades guariqueñas De Armas Chitty escribió sendos trabajos que pueden considerarse modélicos en su género: Zaraza, biografía de un pueblo (1949) y Tucupido, formación de un pueblo del llano (1961). Además de su extensa obra de historiador, De Armas Chitty también cultivó la poesía y dejó varios poemarios, en parte poco divulgados: Candil. Romance de la tierra (1948), Tiempo del aroma (1948), Retablo (romances) (1950), Canto solar a Venezuela (1968) y Puente de cigarras (1988), así como el volumen de relatos Cardumen; cuentos de tierra caliente (1952).
El poemario Canto Solar a Venezuela apareció en 1968, durante la celebración del jubileo del cuatricentenario de la ciudad de Caracas y un año después del infausto terremoto del 29 de julio de 1967. Fue publicado en Caracas por Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela en homenaje al fausto acontecimiento (1567-1967), con ilustraciones hechas por César Rengifo. En total son dieciséis hermosos dibujos, incluidos los de la portada y la contraportada, que es el mismo en distinta posición, y otro más repetido (la cabeza de un caballo).
De estilo épico, Canto solar a Venezuela es, como lo sugiere el título, un himno a Venezuela, sus orígenes, su historia, presente, futuro, regiones e identidades. Está dividido en nueves secciones: “Umbral” con dos poemas, “Origen” con cinco, “Señal” con nueve, “Loa a Santiago de León” con otros nueve, “Hitos” con 20, “Bronce” con ocho, “Pausa y rumbo” con cuatro, “Flumen” con uno y “Mañana” con uno también, para un total de 59.
La dedicatoria ya prefigura el sentido del poemario: “A la América de Andrés Bello. / A la Venezuela de Lazo Martí. / A la descendiente de timotes, caribes, paraujanos, arecunas, angolas, mandingas, iberos, lusitanos y guanches, que hizo posible este canto con su alma de surco y de abeja.” En la edición original, el último párrafo antecede a los dos primeros, pero infiero que pudiera tratarse de un error de imprenta. Me he atrevido a invertirlos en atención al sentido sociohistórico y poético que se expresa mejor en ese orden, pues “descendiente” parece referirse a Venezuela, a la Venezuela poética de Francisco Lazo Martí, el gran poeta calaboceño, y a la impronta llanera de su producción como la identidad y la obra de De Armas Chitty, sin olvidar la Venezuela “caraqueña” de Andrés Bello.
La descripción de Venezuela, de esa Venezuela de la escritura poética, celebra sus herencias indígenas (timotes, caribes, paraujanos, arecunas), africanas (angolas, mandingas) y europeas (iberos, lusitanos y guanches), destacando en estas últimas, al separarlos, a los canarios que tanto aportes han hecho al país y con quienes tantos lazos de hermandad tenemos y a los portugueses. Esto también se observa en algunos poemas, por ejemplo en “Mañana” de la sección homónima, donde se hace loa de los inmigrantes italianos y corsos: “Hijos de Santarem, doblada en oros, / o de Funchal, con delantal de espuma. Hijos del Lacio, / peregrinos de Córcega, con manos sabias en viñedos” (p. 134).
La dedicatoria subraya la idea hispanoamericana o iberoamericana (si se quiere, latinoamericana) al invocar a Bello, autor entre otras obras de las famosas silvas americanistas y, sobre todo, de la Gramática de la lengua castellana destinada al a uso de los hispanoamericanos, que recoge además de sus aciertos lingüísticos una honda preocupación americana. La visión poética de Venezuela desde la perspectiva llanera, que es la del propio autor, se hace evidente en la segunda frase al recordar a Francisco Lazo Martí, quien escribió la “Silva criolla” y era nativo del Guárico, la misma tierra de adopción, imaginarios e identidad de De Armas Chitty.
Finalmente, en la misma dedicatoria se enfatiza la tan común elaboración del mestizaje (“la descendiente de”) como supuesto rasgo definidor en sí mismo de la “venezolanidad” (y de la latinoamericanidad). Esto encierra contradicciones difíciles de percibir por parte de quienes suscriben esa errónea idea. Entre tales contradicciones, destaca la pretendida homogeneización frente a la diversidad sociocultural y lingüística y, por tanto, identitaria, pero conjugados los tres aspectos en un nivel más inclusivo que sería la venezolanidad multiforme como parte, a su vez, de la iberoamericanidad y la latinoamericanidad diversas. Una estaría más orientada a lo cultural y la otra hacia lo político y, obviamente, las dos serían copartícipes de una historia y una situación estructural comunes.
Es de gran importancia la frase conclusiva de la dedicatoria: “este canto con su alma de surco y de abeja”, pues servirá para concluir el poemario con un profundo significado de esperanza y crecimiento (surco) así como de dulzura y belleza (la metonimia de abeja por “miel”).
El libro se concibe, pues, como un canto a la esperanza y el bien común, desde la perspectiva de mediados de la década de 1960. Era un momento histórico durante el cual el mundo se abría a cambios y nuevos paradigmas. En Venezuela, en concreto, se convocaba al entendimiento, la concordia, la revisión de los imaginarios y el crecimiento socioeconómico, no obstante las implicaciones regionales y locales de la Guerra Fría.
La idea americana está presente desde el inicio. En el poema “Umbral”, de la sección homónima que da inicio al poemario, se señala: “Desde el rostro de América. Desde la fe y el humus, / tu anticipada y honda sed, alumbra la esperanza. / Con espumas y perlas condecora el Caribe tu dulce pecho verde, / y eleva la Sierra Nevada su copa de viento y granito, / y del recio Istaxíhuatl hasta la Patagonia, / espinazos de nieve acechan vertebrando el origen. / Por Tenoch, que levanta su mágica ciudad en una isla, / Guaicaipuro enarbola su bandera desde su isla de llamas” (p. 11). Las referencias geográficas buscan hermanar el mundo hispanoamericano y las históricas las raíces-presencias amerindias (ver el último poema) de América y, en específico, de Venezuela, así como la heroicidad de los indios (Tenoch, Guaicaipuro, a quien se le dedican dos poemas en el libro).
En ese mismo poema inicial se reafirma el carácter panhispanoamericano: “Fiel a tu raíz ecuménica, a tu renuevo, a tus raíces, / savia parima, esencia cocuy, resplandor guaica, / das a América el agua noble del Casiquiare” (p. 11). Deben resaltarse las alusiones geográficas expresadas en adjetivos con valor de gentilicio (parima, cocuy) y étnicas (guaica, por yanomami, como era la costumbre en la época de redacción del poema).
Y para terminar, las líneas del poema final se enlazan con la dedicatoria y el primer poema reafirmando la unidad de propósito, temática y estilística del poemario: “Donde hoy es desierto, cujisal, tierra muda, / donde sólo miramos lágrimas y vergüenzas / tras del baldío empeño de asirnos al pasado, / crecerán lagos, pueblos, muchedumbres. / El músculo hará verde la soledad, y el hombre / ya no será una esponja de bilis y de dudas. / Y habrá junto a la abeja, niños. Junto a los surcos, niños. / Y orillando ciudades con pulmones de humo / cual mástiles de sombra que en la tarde navegan, / el Orinoco, serpiente del yaruro, cópula de la nube y de la piedra, / derrotero del día, escorzo del planeta, pulso de Amalivaca, / y en el puño del Delta, con la sed de los hombres, sosteniendo el futuro” (p. 138).
Estas líneas finales dibujan el sueño de las posibilidades de crear nuevas riquezas no dependientes del petróleo (crecerán…). Lo evidencia de manera clara la visión de Ciudad Guayana y su complejo de industrias básicas (“orillando ciudades con pulmones de humo / cual mástiles de sombra que en la tarde navegan”) y del embalse del Guri como generador de hidroelectricidad (lagos), ambas realidades en el estado Bolívar y que entonces se empezaban a construir. El atardecer se refleja en la sombra de la Siderúrgica del Orinoco (pulmones de humo, mástiles de sombra).
Lo indio de la cultura venezolana continúa presente en la concepción del poeta (serpiente del yaruro, pulso de Amalivaca, la deidad de los tamanacos del Orinoco medio). Y, como se anuncia en la dedicatoria, el futuro será amable y prometedor además de enfatizar la economía agraria (niños, abeja, surcos) como diversificación de las actividades productivas.
Este poemario da cuenta de un país que, con ocasión de celebraciones de acontecimientos y fastos de gran relevancia (como el sesquicentenario de la independencia 1810-1811 / 1960-1961 y el cuatricentenario de Caracas, por solo señalar algunos), rememoraba y revisaba su historia de manera constructiva. No para volver al pasado o manipularlo (“el baldío empeño de asirnos al pasado”), sino para construir el porvenir sabiendo de dónde y de quiénes venimos y quiénes somos y queremos ser. En otras palabras, un país con sueños y esperanzas, un país “sosteniendo el futuro”, su futuro como Estado libre e independiente, pero en un concierto continental e iberoamericano.
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